Agitar las oscuras cenizas del olvido
y ver cómo se hunden los peces del recuerdo
en las aguas subterráneas del pasado,
es como navegar a la deriva
por un mar tempestuoso.
Un pueblo tiritando al sol de invierno,
las calles empedradas de suspiros
y la niebla, que ensombrece los tejados desnudos,
zozobran en las cornisas del crepúsculo.