Cuando
el pirata Francis Drake asaltó a Riohacha, en el siglo XVI, la bisabuela de
Úrsula Iguarán se asustó tanto con el toque de rebato y el estampido de los
cañones, que perdió el control de los nervios y se sentó en un fogón encendido.
(Comienzo del II capítulo de la novela Cien años de soledad).
Cada
vez estoy más satisfecha de que en la Nota Preliminar de mi libro de narrativa:
Encuentros
que dejan huella, se haya incluido una referencia al gran maestro del
Realismo Mágico, Gabriel García Márquez y a su maravillosa novela Cien
años de soledad.
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