Este es el lavadero de
Pegalajar, donde las mujeres iban a
lavar la ropa, cuando no había agua corriente en las viviendas. Yo iba a
ayudarle a mi madre a lavar, a tender, a solear los trapos blancos y a
transportar la ropa lavada a casa. A veces, antes de irme a la escuela, a la
que yo no quería faltar por nada del mundo, mi progenitora me enviaba a lavar
los culeros de mis hermanos. Tenía que apresurarme para hacerlo, e ir y venir
corriendo, para no llegar tarde a la escuela. Fueron unos tiempos muy difíciles
en los que los niños teníamos que colaborar en los quehaceres domésticos y
realizar trabajos de adultos. Pero con tesón, fuerza de voluntad e ilusiones
superamos todos los contratiempos.
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