En uno de los recorridos
que hicimos por Noruega estuvimos tan cerca de las montañas que pudimos tocar
la nieve. Eran unos paisajes idílicos, naturales y solitarios que nos
impulsaban a pensar que los terrenos que no han sido manipulados por intereses
económicos, o lo han sido en un porcentaje ínfimo, nos muestran su primigenia
belleza, su naturalidad y su sencillez.
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