Todos los días de la
semana que el tiempo lo permite, entre
las seis y las ocho de la tarde, el parque infantil de Pegalajar se llena de
niños. Una marea de alegres risas, desenfadadas
voces y descontroladas carreras se adueña del lugar. Es una gozada contemplar al
público infantil de esta suerte. Mirando
a los niños, se quitan las penas.
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