miércoles, 22 de abril de 2020

PEGALAJAR, PUEBLO MÍO

Desde esta soberbia colina,
tribuna de sentimientos y anhelos,
emerges como un suspiro
que exhalara alguna reina
en la memoria del tiempo.



En torno a una fortaleza
medieval, -cristiana o mora-,
bastión que aplacó inquietudes
y cobijó los deseos, surges como la marea,
blanco y sereno, geométrico,
escalonado, exultante, satinado de cal viva.

Sol, espejo, golondrina
o dulce terrón de azúcar.
Como un faro en alta mar
dominas el vasto espacio
y te eriges capitán de mi velero.



El sol de este medio día
de primaveras sin sombras
caldea todas mis ilusiones
e, impertérrito, me atrapa
en la quietud de tu cielo
adornado de nacarados plumajes.
Olas bebiéndose el aire,
oleaje de palomas y templanza.
Tras tu silueta de raso
eleva el vuelo mi alma.

Acuarelas en mis manos
para recalcar perfiles
o para trazar contornos
con difusas pinceladas
y satinar tu aureola
con los fúlgidos destellos,
febriles como la luna,
de una Charca y una fuente
que nos regalan sus perlas.

ENCARNA GÓMEZ VALENZUELA


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