viernes, 7 de enero de 2022

ERA LA TARDE UNA ROSA

 


Era la tarde una rosa vestida de primavera,

era el aire una gardenia que crecía

en el jardín de los sueños.

Eran tus labios dos fresas que lastimaban mi pecho

con su dulzor y su aliento, con su sonrisa y su magia.

Eran tus manos palomas que volaban presurosas

por esos cielos de calma, azulados como el verso,

para traerme tu amor a los pliegues de mi cuerpo.

 

Y tu alma era un lucero que iluminaba mi vida,

desde la aurora, al ocaso.

Era tu talle palmera cimbreando a contraluz

en las pestañas del tiempo de nuestros deseos.

Y tus ojos, dos espejos, cristales fosforescentes

que me acercaban la imagen

del jardín de las delicias.

Tus mejillas, luminosos arreboles

en una tarde de estío.

Tu corazón, un jacinto que se mecía en el viento

al compás de algún poema.

Y tu cabello un trigal, rebosante de amapolas,

y de doradas espigas, con su oro y con su plata,

que discrepaba, en silencio, con el brillo de tu barba,

y danzaba presuroso con un de poema de amor

por los senderos del alba.







 

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