Tiempo de vivir
y Condenados al drama del silencio conforman
o -quizá- forman parte (pues desconocemos si habrá una tercera novela que las
continúe) de la historia de una saga, un drama rural que abarca, en su primera
entrega, los años de la Guerra Civil Española, y en el libro que nos ocupa, los
igualmente difíciles primeros años de la posguerra. El final de esta novela
perfectamente daría opción a que se completara una trilogía.
La
acción transcurre en Pegalajar, un pequeño pueblo de la preciosa comarca de
Sierra Mágina en la provincia de Jaén.
Algunos
de los personajes principales de la primera novela aparecen también como
protagonistas de la segunda (Elena, María, Amador y doña Luisa). De igual modo
otros personajes sin relevancia ya en la segunda novela son citados únicamente
al objeto de contextualizar la historia (Clara).
Hay
varios aspectos que merece la pena y me gustaría resaltar especialmente de esta
obra.
El
primero de ellos es, desde mi punto de vista, la enorme facilidad con la que se
lee la historia. Es necesario confesar aquí que las cerca de cuatrocientas
páginas del manuscrito las “devoré” en un fin de semana y la tarde del lunes
siguiente. Suelo dedicar los días de diario a las obligaciones que el trabajo
me impone y, en todo caso, a tareas diferentes de las del fin de semana. Ese
lunes, sin embargo, me faltaban menos de setenta páginas para terminar y dejé
otras obligaciones al margen al objeto de acabar “Condenados al drama del silencio”. La historia
atrapa, no cabe duda ninguna.
Además,
hay suspense, emoción y tensión gestionada con técnicas muy actuales, a las que
nos han acostumbrado las series televisivas. Con frecuencia el momento más
álgido de una escena ocurre justo al finalizar un capítulo, entonces la
historia se interrumpe y el capítulo siguiente continúa con otra historia que
va fluyendo en paralelo. Tendremos que esperar unas páginas más allá para ir
desgranando las explicaciones que quedaron en suspenso en el capítulo previo. Para
conocer los datos o los hechos que nos faltan, la autora utiliza otros
recursos, como poner las explicaciones en boca de la anciana madre de Amador, a
través de soliloquios en los que habla con su fallecido esposo. También utiliza
nuestra autora otras técnicas narrativas para que conozcamos la historia o el
pasado de alguno de los personajes, por ejemplo, en el capítulo 29, cerca del
final, a través de flash back o
analepsis, se nos explica la historia de Ángel, oculta durante toda la novela,
y la de Frasco.
Los
personajes están bien descritos, perfilados con pericia, razón por la que
podemos adivinar las reacciones de cada uno de ellos, podemos anticipar sin
decepcionarnos sus comportamientos y sus respuestas. Sabemos cómo reaccionará
la prepotente madre de Amador, que en el pasado fue dueña y señora y todavía
controla desde su cama muchos de los acontecimientos de la “casa grande”,
intuimos la pasión de la joven Elena, la enorme generosidad y el amor de María
hacia Elena, la postura de los maquis más jóvenes y la de Frasco-Cartucho y los
mayores. Esta virtud de la creación verosímil de los personajes es cualidad que
debe tener un buen novelista y que tiene Gómez Valenzuela.
La
localización geográfica con sus accidentes, los montes, la vegetación, las
fuentes de agua, los amaneceres, los atardeceres, el tránsito de la naturaleza,
están igualmente dibujados con maestría, y se describen los cambios del día, el
efecto del sol en las casas según las diferentes horas, las sombras, la
oscuridad… Las olivas (lo que en otras tierras de España llamamos olivos) están
muy presentes en el paisaje. Ellas y sus fases, desde la plantación a la
recogida de la aceituna, y la transformación en aceite.
La
minuciosidad y el detalle en la narración no sólo se encuentran en la
descripción de la naturaleza o de los olivares, sino en el detallismo
descriptivo de actividades cotidianas, como en la preparación de las comidas y
los alimentos que la componen, o en el simple hecho de elaborar una infusión de
manzanilla.
Las
escenas de amor están descritas con detalle e intensidad, pero de un modo
exquisito y delicado, sin expresiones soeces. En esos lugares será donde habrá
un mayor uso de la metáfora. Hay escenas amorosas de mayor o menor intensidad
entre la mayoría de los matrimonios de la novela, y alguna relación
extramatrimonial contada con la misma delicadeza. Son realmente escenas de
amor, frente a las anécdotas jocosas e irrespetuosas de los hombres del pueblo
cuando hacen bromas entre ellos. Tampoco hay que olvidar un tercer nivel en las
descripciones de sexo, aquellas en las que se relatan violaciones o intentos de
ellas.
La
historia bordada con los personajes es consistente, y continúa, como hemos
dicho, la saga iniciada en la primera novela. Pero, además, esas historias
individuales o, mejor, esas historias familiares están indisolublemente entrelazadas
con la historia de la España de la posguerra. Sin el marco, sin el telón de
fondo de las consecuencias de la guerra civil, no se podrían haber hilvanado
estas historias. Todas ellas tienen que ver con la situación en la España rural
recién acabada la guerra.
Es
la historia de las dos Españas, en el microcosmos de una pequeña localidad campesina.
La historia de los vencedores, los golpistas que pasarían a cuchillo o fusilarían
en las tapias a los defensores del régimen legalmente establecido y la historia
de los que huyen de la revancha de quienes se han erigido al mando de las
instituciones.
Las
crónicas que corren paralelas a lo largo de todo el libro son fundamentalmente
dos, la que transcurre en la casa grande y la que sucede en el monte donde
viven los maquis huidos. Alrededor de esto dos ejes centrales se desgranan
otras historias aledañas como la del médico; la de Ángel, el hijo de Feliciana
y Cartucho; la de Alfonsa, la mujer de Manuel-Retama, el republicano huido; la
del lascivo matrimonio del alcalde y su mujer…
El
libro retrata la realidad viva y cruda de los años de la posguerra,
especialmente dura hasta los años cincuenta y más aún en una localidad pequeña,
donde todo el mundo se conoce, y se marcan a fuego la jerarquía social, los orígenes
y las tendencias políticas de cada familia y de cada uno de sus miembros. El
odio entre los bandos de republicanos y falangistas es visceral y la
solidaridad entre los necesitados, entre los miembros de la “resistencia”, es
digna de encomio y está profusamente descrita en distintos episodios a lo largo
de toda la novela.
El
lenguaje es claramente rural, con varios localismos, expresiones y modismos que
se emplean en la zona de Sierra Mágina. El registro de los diálogos es
fundamentalmente coloquial. Las metáforas e imágenes se utilizan para la
descripción de la naturaleza, el sol, la luna, las estrellas y las escenas
eróticas.
A
pesar de las terribles hambrunas que se sufrieron en alguna parte de la
población, especialmente entre los vencidos, y de que esas escenas se cuentan
con detalladas pinceladas, el libro no está exento de momentos de humor, hay
escenas jocosas donde hambre y humor se mezclan como antídoto de supervivencia
para vencer a la muerte.
Un
aspecto digno de mención es la crítica explícita de la voz narradora ante la
consideración de la mujer como objeto de deseo carnal por la que el hombre en
muchas ocasiones parece tener patente de corso para el uso, el abuso o incluso
la violencia en cualquiera de sus grados hasta la violación. De igual manera critica
la apreciación de la mujer en la sociedad patriarcal de la época por la que no le
parecía oportuno al padre que las hijas tuvieran estudios: “Las mujeres que aprendían a leer y a
escribir eran las más rebeldes, las más seguras de sus razonamientos y de sí
mismas, quienes plantaban cara a los maridos, rebatían sus decisiones y
sometían a revisión sus mandatos”.
Condenados
al drama del silencio es una novela con un nombre acertadísimo, están
condenados al drama del silencio y a la clandestinidad los maquis huidos en el
monte, esos que tienen que viajar en absoluta oscuridad si quieren ver a sus
familias, mujeres e hijos que malviven y pasan hambre en el pueblo. Las mujeres
también están condenadas al drama del silencio para que el pueblo no sepa de
las visitas de sus hombres. Están condenados al drama del silencio los
solidarios, como el médico, que ayuda a los heridos, dada su misión de socorrer
a los lesionados sean del bando que sean. Están condenados al drama del silencio
los amantes y los que ocultan a los fugados de la justicia y aquellos de los
que no se conoce sus verdaderos orígenes, su historia.
Como
no todo tienen que ser desgracias, hambre, desesperación por los ausentes
obligados, por los proscritos, la novela tiene un Deus ex machina, como en
algunas comedias griegas, que baja para regalar una suerte de milagro, la
explicación de los orígenes, que conlleva a la felicidad en forma de herencia o
legado en vida a quien tanto ha sufrido.
Es
una novela con una importante presencia del amor y la entrega conyugal y
familiar, de odios entre vecinos, de mucho sacrificio y otro tanto de solidaridad,
de una realidad histórica aplastante y lamentable vivida en la España de los
años cuarenta del siglo pasado. De algún modo esta novela sería la biografía de
un pueblo si cortáramos una sección de la línea del tiempo, y de algún modo es
también la biografía de los personajes, algunos de ellos basados sin duda en la
realidad de personas que vivieron en carne y hueso los acontecimientos aquí
narrados, - tal vez algunos de ellos fotografíen familiares, o seres cercanos a
la autora-.
Hace
un par de años Encarna Gómez Valenzuela me pidió que le prologara una novela.
Por razón de otros compromisos adquiridos, y debido al poco plazo que me
ofrecía para realizar ese encargo, no pude llevarlo a cabo entonces. Esta vez
me comprometí y le agradezco su persistencia y confianza. Esta novela es, por
un lado, el testimonio de lo vivido en una dura época de nuestro país y, por
otro lado, una auténtica novela, esa que nos hace interesarnos, que nos hace
sumergirnos ávidamente en su lectura y no querer parar de leer hasta alcanzar
el final.
Espero
que, sin que pasen muchos años, podamos hablar de la tercera entrega.
Gloria
Nistal Rosique
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