ENCARNA GÓMEZ VALENZUELA
FINALISTA EN EL II CONCURSO DE POESÍA PUENTE DE LETRAS EDITORES. LA BAÑEZA (LEÓN) MARZO DE 2010
El mar siempre canta con el violín de sus olas.
El mar siempre baila con su traje de algas.
El mar siempre habla esperando la lluvia.
Su lenguaje es versátil y amable.
Sus palabras mojadas abanican los vientos.
El agua teje espejos de silencio
más allá de los cristales y las arenas del desvelo.
Acaso los límites del hielo cierren su puerta
a las palabras dichas y no escuchadas
donde la muerte es un acto irremisible
que levanta una polvareda de esqueletos.
Sus marejadas serán una dimensión amarga
cuando el negro pájaro de la noche con sus alas rotas
sobrevuele las playas del corazón.
Entonces estaremos en la orilla indefinida
del alma forjándonos anillos de tristeza.
Cuando el mar viste su apariencia
de camelias dormidas en el regazo del agua
tenemos la urgente necesidad de amar,
de sentir en nuestra piel el delicado idioma
de las caricias que nacieron al abrigo de nuestros
infantiles sueños.
Cuando el mar lustre de esmeralda
las veredas del silencio creeremos en la eternidad
de aquel instante fugaz que gestó la luna
en las cornisas del firmamento con sangre y médula
por donde han de navegar los veleros del olvido.
La espuma teje un laberinto de sueños.
El mar decide su espejo, su silueta al caminar
hacia un territorio neutro -exilio de marineros-
donde el sol finge la luz entre los peces.
Con el arpa mágica de sus desvelos
el mar abraza la fontana dorada
donde nacen los sueños.
El mar siempre canta
con el violín de sus olas
esperando la lluvia.
El mar siempre canta con el violín de sus olas.
El mar siempre baila con su traje de algas.
El mar siempre habla esperando la lluvia.
Su lenguaje es versátil y amable.
Sus palabras mojadas abanican los vientos.
El agua teje espejos de silencio
más allá de los cristales y las arenas del desvelo.
Acaso los límites del hielo cierren su puerta
a las palabras dichas y no escuchadas
donde la muerte es un acto irremisible
que levanta una polvareda de esqueletos.
Sus marejadas serán una dimensión amarga
cuando el negro pájaro de la noche con sus alas rotas
sobrevuele las playas del corazón.
Entonces estaremos en la orilla indefinida
del alma forjándonos anillos de tristeza.
Cuando el mar viste su apariencia
de camelias dormidas en el regazo del agua
tenemos la urgente necesidad de amar,
de sentir en nuestra piel el delicado idioma
de las caricias que nacieron al abrigo de nuestros
infantiles sueños.
Cuando el mar lustre de esmeralda
las veredas del silencio creeremos en la eternidad
de aquel instante fugaz que gestó la luna
en las cornisas del firmamento con sangre y médula
por donde han de navegar los veleros del olvido.
La espuma teje un laberinto de sueños.
El mar decide su espejo, su silueta al caminar
hacia un territorio neutro -exilio de marineros-
donde el sol finge la luz entre los peces.
Con el arpa mágica de sus desvelos
el mar abraza la fontana dorada
donde nacen los sueños.
El mar siempre canta
con el violín de sus olas
esperando la lluvia.