Hoja verde de la oliva,
perenne como la vida.
Nunca mueres para siempre.
Puntiaguda, te renuevas cada año,
como los días y las noches,
como el sol y las estrellas.
Hoja verde de la oliva,
perenne como la vida.
Nunca mueres para siempre.
Puntiaguda, te renuevas cada año,
como los días y las noches,
como el sol y las estrellas.
La madre de Frankenstein es la historia de un joven psiquiatra: Germán Velázquez, que vuelve a España, en 1954, para trabajar en el manicomio de mujeres de Ciempozuelos. En ese centro de salud pone en práctica un medicamento nuevo: la clorpromazina, que produce una gran mejoría en los enfermos mentales. En 1939 hubo de exiliarse, usando el salvoconducto de su padre, que deseaba protegerlo del terror de la posguerra española. Vivió en Suiza quince años y fue acogido por la familia judía del doctor Goldstein, un amigo de su padre. Está inspirado en los episodios Nacionales de Benito Perez Galdós
En Ciempozuelos, Germán
se reencuentra con Aurora Carballeira, la asesina de su hija, una mujer mayor y
muy inteligente a la que él conoció a los trece años, cuando acudió a la
consulta de su padre, otro psiquiatra famoso.
También conoce a la
lectora de esta enferma: María Castejón, cuya vida esconde muchos traumas y
secretos, desde no haber sido criada por su madre, sino por los abuelos
maternos, de vivir en el manicomio, por ser su abuelo el jardinero del mismo,
trabajar de mayor en el manicomio, hasta estar de sirvienta en Madrid y vivir
unos amores, impulsivos y envolventes, que marcaron su vida para los restos, y le
produjeron bastantes problemas. En su infancia, tuvo mucho contacto con doña Aurora,
la cual le enseñó tanto que creó con ella un vínculo docente muy poderoso.
Como
flores superpuestas
en el satén de sus pétalos,
los olivos de esta tierra,
de esperanzas y de afanes,
se alinean en los ojos
y se ocultan en el alma.
Y recuerdan los esfuerzos,
los sudores y las lágrimas
que derramó el campesino,
mientras forjaba mil surcos
en esas tierras sedientas
que siempre esperan la lluvia,
las caricias de la brisa,
y la llegada de temporales
del corazón silencioso.
Hoy se ha cumplido el refrán. “Arreboles a la oración, mañanitas de sol”. Los refranes son dichos de la tradición popular que recogen la sabiduría y la experiencia de muchos años, y todos suelen ser verdaderos. Aprendamos de nuestra tradición oral, recogida por nuestros ancestros a lo largo de tantos años de experiencia. Os ofrezco fotos del magnífico arrebol que en Pegalajar nos mostró la naturaleza.
Este es el artículo de mi autoría
publicado en el periódico IDEAL SIERRA MÁGINA, para el mes de abril de 2022.
Abajo lo cuelgo en letra grande para que podáis leerlo.
Anoche celebramos en Pegalajar la gran Vigilia Pascual. En esta se conmemora la Pascua judía. Cuando los israelitas salieron de Egipto. El paso del mar Rojo huyendo de las huestes del faraón egipcio, que perseguían a los judíos para darles muerte. También se narra la Creación del mundo por Dios en seis días, descansando el séptimo día. Pero la celebración más importante es la Resurrección del Señor Jesucristo, que resucitó al tercer día. Os ofrezco algunas fotos.
Era la tarde un suspiro,
era la
tarde un lamento,
era la
tarde un quebranto.
Eran las
tres de la tarde
y Cristo
moría en la Cruz.
El viento
ruin de los desengaños
soplaba,
monte abajo, entumecido.
Lentamente
envolvía al Gólgota
con telarañas de ausencia.
Espejo de
luciérnagas eran las pupilas del día.
La sangre de las heridas
empapaba la
tierra con timidez
y hundía en
la desolación
el verde
azulado de la hierba.
con mil
nubarrones negros.
El sol iba
declinando. Súbitamente,
tiñó su luz de tinieblas.
La tarde se
estremeció, al instante
sus
entrañas vomitaron sangre y agua.
Los muertos
fueron ganando
la guerra a
los camposantos.
Hiel y tierra, fuego y agua,
luz y
sombras. Danza febril, polvareda
de
elementos que acercaron el ocaso.
Llovía tortura y espanto,
sangraba la
tarde oscura.
Estupor en
los tejados de las casas,
quemazón en
el fondo de las vísceras.
Los corazones temblaban
y el alma,
ya redimida, se elevaba
sobre todo lo terreno.
En la
túrbida lejanía del tiempo
y de todas
las distancias anheladas
ladraban algunos perros.
Llanto de
desolación, gemían los vientos,
como torpes plañideras de la tarde.
Una corona
de espinas llevaba el rey.
Su mirada
era un telón de melancolía
sus palabras, faros de la oscuridad.
Hoy en Viernes Santo. Los católicos conmemoramos el día en el que Cristo llevó la Cruz a cuestas, camino del Calvario, llegando hasta el Gólgota, luego lo crucificaron al lado de dos ladrones, como si él fuera otro malhechor. El buen ladrón creyó en Cristo y su fe lo salvó. Muy cerca ya de su muerte, Jesús pidió agua, y, como si no hubiera sufrido ya bastante, le pusieron en los labios una esponja, empapada en vinagre para que saciara la sed. Se cree que su muerte sucedió alrededor de las tres de la tarde, entonces entregó su alma a Dios, gritando: ¡Padre, Padre! Gritó ¿Por qué me has abandonado? Y expiró diciendo: ¡Todo está consumado!
Hoy es Jueves Santo. El día en que Cristo celebró la Ultima Cena con sus
apóstoles en el Cenáculo, antes de la misma lavó los pies a sus amigos, para darnos
a entender que los de arriba tienen que estar al servicio de todos. Con esta
Cena se despidió de todos ellos, porque esa misma noche sería traicionado por
Judas, uno de los suyos, quien lo vendió por 30 monedas, y lo entregó a los
judíos. Estos lo acusaron de haber dicho que era rey y de haberse denominado a
sí mismo Hijo de Dios. Los romanos lo prendieron y lo llevaron ante Poncio
Pilatos, quien le preguntó si era rey. Él le respondió que su reino no era de
este mundo. Pilatos no encontró en Él delito alguno, pero por miedo a las altas
esferas del poder, dejo que lo ajusticiaran.
Este día también, mientras
cenaban, Cristo instituyó el sacramento de la Eucaristía, repartiendo el pan
entre sus discípulos, dijo: "Tomad y comed porque este es mi
cuerpo". Luego dándole a beber el cáliz dijo: "Tomad y bebed porque
esta es mi sangre". Del mismo modo ante de despedirse de sus apóstoles les
dio el mandamiento nuevo, diciendo: "Amaos los unos a los otros como yo os
he amado, En eso conocerán que sois mis discípulos en el amor que os profesáis”
Cristo, con la cruz a cuestas,
camina abatido y silencioso,
taciturno, sudoroso y afligido,
ajeno al bullicio externo,
lastimado por las llagas de
nuestros propios pecados,
ensimismado en su pena,
herido por las ofensas,
hundido por su dolor.
A Él le tocó cargar
con las faltas y extravíos
de todo el género humano.
Treinta y tres años tan solo
y lo aplastó la vergüenza
de nuestras malas acciones,
Su madre lo va siguiendo,
dolorida y cabizbaja,
va compartiendo el calvario.
Su corazón traspasado
por la espada del dolor.
Sus ojos lloran rocío,
perlas de remotos piélagos.
Su alma partida en dos,
una acompaña a su hijo
y otra a los pecadores
que también somos sus hijos.
a hombros de cansados
costaleros.
Como un lucero conducido
hacia el ocaso
de la sangre. Humilde
reo de muerte.
Ciprés de melancolía
vilmente agitado
por el viento ruin de
las tempestades.
Ocultos maremotos se
gestan en su pecho.
El llanto, como lluvia
silenciosa y gélida,
brota lentamente del
lagrimal igual que tácita lluvia.
La mirada perdida en la
lejanía, ausente,
posada en el fondo lúgubre del dolor.
El cuerpo, despojado de
palomas y ausente de gaviotas,
está vilmente cubierto
por las sangrantes heridas
que propició el desamor.
Cicatrices zigzagueantes,
como siniestras veredas
de oscuridad letal,
son las veredas del alma.
Su espalda, surcada por
mil senderos de sangre,
es una oscura ladera
despoblada de latido,
de flores y de alamedas.
Su rostro, macilento,
ensombrecido
como lirio desdibujado
por la niebla,
es una extensión
purpúrea
enmohecida por el llanto.
Su pecho, herido por el
desamor,
muestra su divina
languidez de frío mármol,
semejando un glaciar de
soledad
y de abandono
en esa pradera
artificial de gladiolos
que ondea al viento su
inmaculada inocencia
de claveles flagelados por la escarcha.
Sus labios, cuarteados
por la sed,
arañan una plegaria al
corazón malherido
mientras emiten un
lastimero gemido
al
purgatorio ruin de su tortura.
Mi blog ha superado las 118.000 visitas. Gracias amigos y amigas por entrar en mi casa virtual para informaros de las noticias culturales, literarias y sociales que cuelgo, que intento sean del agrado del público que me sigue. Ya hemos entrado en la primavera, esa estación en la cual se renueva la vida. La savia asciende por los tallos de las plantas y por el tronco de los árboles y todo renace de nuevo. También los corazones se ensanchan y florecen los amores. Ahora, estamos en Semana Santa, conmemoramos la pasión de Cristo. Si vivimos su pasión y muerte, también podremos celebrar su Resurrección, como un triunfo propio. Os ofrezco estas fotos del último Encuentro de Poetas en Ubeda, al que asistí.
Hoy es el Domingo de Ramos, el comienzo de la Semana Santa. En Pegalajar se han bendecido las palmas y los ramos de olivo. Así hemos podido conmemorar y evocar la entrada de Cristo en Jerusalén a lomos de una borriquilla. Este día, Jesús fue reconocido como rey de los judíos, pero los sumos sacerdotes, envidiosos de su don de gentes, tuvieron celos de Él y lo denunciaron a los romanos, asegurando que se había proclamado rey, y rey solo era el César.
Este fin de semana, en el parque de Pegalajar, se ha instalado un mercadillo medieval. Estos mercados de productos artesanos y cosas útiles dan vida a los pueblos. La música, las luces, el ambiente y las compras y ventas animan las noches de las localidades y las gentes salen. Os muestro algunas imágenes del mercadillo nocturno de Pegalajar.
Si quisieran las nubes enviarnos la lluvia,
si vinieran felices a regar nuestros campos,
a derramar sus perlas en mitad de los valles,
o a mojar los amores que sueñan con amarse
al comienzo del día y al final de la tarde.
Si pudieran las nubes llorar con alegría,
si anhelaran gemir en la noche grisácea,
si quisieran donarnos sus gotas de rocío,
sería como nadar jubilosos en mitad del océano,
o volar por el cielo, dando luz al amor.
Si quisieran los cielos derramar sus bondades,
si cubrieran la tierra con su gama de azules,
si alumbraran el día con las lluvias fecundas,
si cantaran felices mientras sangran las nubes,
sería como sobrevolar el universo,
a lomos de una estrella fugaz.
Podríamos repartir el pan generoso
entre todas las gentes de este planeta
que habitan los campos de la pobreza,
o los turbios senderos de la miseria.
Aunque ya van tres días de abril, no deseamos que pasen más, sin darle la bienvenida. Le pedimos con énfasis que nos traiga la lluvia y haga honor a su nombre: abril el mes de las aguas mil. Llevamos muchos años de sequía y los campos están esperando ser regados con abundancia. Abril, sé generoso con nosotros y tráenos el agua.