Sobre la alborada
que nace
—acuarela plateada
en las montañas
ambarinas de esta
tierra—
despliega el amor
su aureola, para iluminar
su bóveda con
floridos estandartes de caricias.
Es un volcán de
cristales, caudal de lirios y rosas
transparentes como
el aire que respiras.
La luz del alba te
espera, sedienta
y acurrucada, en el
alfeizar de tu ventana
para
teñir de diamantes
las
cornisas de tu alma.
Pabellones de
tinieblas cultivó
la hora tenebrosa
del dolor y de la ausencia
en
los espejos nocturnos.
Ahora, la luz del
alba,
como un aluvión
silvestre,
aborta su siniestro
pedernal
en el lánguido
crisol de tu mirada,
después,
la hace sucumbir
en los espasmos de
la niebla,
como las olas del
viento en las esferas celestes.
La línea encarnada
del horizonte,
como el carmín en
los labios,
POEMA PUBLICADO EN LA REVISTA DE CREACIÓN LITERARIA Y PLÁSTICA Nº 28. OTOÑO 2015.
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