Última cena de Juan de Juanes, cogida de Internet
Hoy
es Jueves Santo, Día del Amor Fraterno, un hermoso día que la cristiandad
celebra y recuerda el misterio de Cristo, la Última Cena con sus apóstoles en
el Cenáculo. Hoy me dirijo a ti, Señor, para hablarte, para contarte mis
alegrías y mis penas, para adorarte.
Un
hermoso Jueves Santo, tan lejano ya en
el tiempo pero a la vez tan actual, instituiste la Eucaristía. Convertiste el
pan en tu cuerpo y el vino en tu sangre y te ofreciste, generoso, como alimento
de nuestras almas. No quisiste dejarnos solos y te quedaste en el Sagrario.
Gracias, Señor, por permanecer tan cerca de nosotros. Por hacerte Eucaristía,
por enseñarnos a ser generosos, a perdonar las ofensas y a olvidar los
agravios. Sin embargo, las tareas cotidianas, la comodidad y la indolencia, nos
impulsan a abandonarte y a olvidarte. Los afanes de la vida nos curten en
indiferencias y lejanías. Nos diste el Mandamiento Nuevo, el mandato del amor.
“Amaos unos a otros como yo os he amado.
En esto conocerán que sois mis discípulos”. Pero no hemos seguido tu
mensaje, Señor. Somos soberbios, egoístas y avaros. Nos enzarzamos en necias
disputas, despreciamos al pobre, humillamos al sencillo, avasallamos al
indefenso, herimos al frágil y vulnerable, cerramos nuestra puerta al
extranjero que viene de la pobreza y encallecemos nuestros sentimientos para no
apiadarnos del desgraciado.
Última Cena de Leonardo da Vinci, cogida de Internet
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