Doliendas
es
un libro de poemas escrito por Mª Socorro Mármol Brís,
reconocida e importante escritora maginense que vive en Madrid. Salió a la luz
en marzo de 2015, ha sido publicado por la editorial madrileña Sial Pigmalión.
Este poemario es un dechado de creatividad, de belleza, de madurez
reflexiva, de frescura, de aleteos de nostalgia y de añoranza, de genialidad y
de emoción. La autora, gran conocedora del lenguaje, se permite jugar con las
palabras. Antónimos y sinónimos giran a su alrededor como ingrávidos vilanos.
Traspasa el significado de las palabras y las usa a su capricho, a su voluntad.
La metáfora es un instrumento en sus manos que utiliza con una maestría sin
límites ya que posee una gran riqueza de vocabulario. Todo el manual es una
auténtica metáfora de la vida, del amor, de las relaciones humanas…La autora sabe
hacer maravillas con cada expresión, con cada verso. Se recrea en esas
particularidades léxicas con una gran habilidad. Evoca el pasado con una
inmensa fuerza visceral, con nostalgia y añoranza como si quisiera regresar y
alisar el camino para volver a recorrerlo. Usa el endecasílabo en algunos poemas,
que aporta tanta musicalidad y ritmo al verso, mezclado con versos de otras
medidas. El deseo de volar y el ansia de libertad están siempre presentes en su
poemario. La inseguridad y los obstáculos para levantar el vuelo se lo impiden.
Manual de tipo intimista y personal, lleno de vitalidad y energía, como la
propia autora. En el mismo se respira la tragedia, la frustración, el fracaso,
el tedio, el vacío, el olvido, el abandono, la pena, la ausencia…pero a veces
surge una luz a la esperanza y el deseo de redención. Abundan las reflexiones
filosóficas a lo largo de todo el libro y la interpretación vital con
bellísimas metáforas que van más allá de sí mismas. Entender e interpretar estos
poemas es una tarea complicada. Soco se retrata en este poemario y nos ofrece
un sólido viso de su vida pasada. El ferviente deseo de erradicar el dolor y la
pena con un beso para dar vida y gozo está presente en todo el manual. Vamos a
ir analizando los versos con nuestras frágiles herramientas de aprendices de
poetas.
Hombre,
que guardas en tus manos el poder/ de la dulce tormenta.
Al principio, la autora busca al hombre
o lo sueña desde la infancia, pero ese hombre es posesivo. No llegó a gozar de
él sino en el beso imaginado. Él no tenía tiempo sino para el destierro, el
hallazgo, el encuentro y la ausencia.
Hombre, perito en aflicciones… amante incierto. ¿Por qué está el hombre
tan triste y por qué amante incierto? Hombre, soporte de estos hombros míos que
deben sostenerte. No dejes que me hunda o moriremos ¿Quién sostiene al otro?
Parece que se sostienen mutuamente.
Mujer
estancia. Mujer que da cobijo a…metáfora del amor, del
corazón…Soy una casa de segunda mano,
siempre necesitada de reformas, con grietas, goteras, un corazón de yeso.
Al final de este poema, una brizna de esperanza: la puerta entornada, sin cerrojos. Metáfora de la libertad, a través de esa puerta el
deseo de relacionarse con los demás, de dejar espacios abiertos para el vuelo.
En estos poemas la autora hace uso de la sinestesia, figura retórica que
consiste en la atribución de una sensación a un sentido que no le corresponde
para dar fuerza y énfasis. La mano tiene
oídos que alcanzan a escuchar el terciopelo. Esto es solo una muestra. Las
palabras que salen de nuestra boca y no son escuchadas las denomina mugre galáctica, porque quedan flotando
en el cosmos.
En Onírica, la autora sueña volar, huir, escapar, pero sus huidas carecen
de espacio, querer y no poder, la eterna contradicción. Él se alimentaba de sus brotes más dulces. Agonizaba el cosmos. El
todo se opone a la nada cuando llega el ángel de la muerte.
Aparecen los pájaros negros, imagen oscura, patética
y cargada de connotaciones trágicas y siniestras. El tiempo de amar se ve oscurecido por las nubes que ponen
cerco al verano, mientras las prendas livianas de la estación apuran su pena de
alcanfor u olvido. El amor parece tener miedo y se esconde solitario en un
rincón. Con el paso del tiempo el amor cumple años y se cubre del color de la
edad. En la dimensión del silencio hablan los ojos con un sutil lenguaje de
miradas. Para la autora fue inútil la firmeza del olvido, la razón de la
oquedad, la obsesión de lo imposible, la distancia. El ángel de la muerte lo
abolía todo, dejando el campo abierto a la inundación.
Doliendas.
En
el primer poema aparece el tiempo. Presente y pasado se debaten entre sí. La
autora quiere regresar a su infancia, pero se impone un presente triste, ajado
y un yo de luto, al fondo un decorado carcomido: sellado con las huellas del
paso del tiempo. Los recuerdos no tienen atenuante que pueda redimirlos de su
pena. La tarde se cerró en pájaros negros.
Preciosa metáfora de la muerte, de la tristeza y de todas las desgracias. En
Doliendas I, la autora busca la forma de dolerse de la pena por la pérdida del
amado. Para el dolor ajeno hay palabras; pero, si es propio, las palabras huyen
y se despeñan por el abismo. La autora padece insomnio por causa de la ausencia
de su amado. Recuerda el tiempo joven de su amor, aún pespunteado por el sastre/ pero ya con dolorosos zurcidos/ y con
algún desgarro en los bolsillos.
Sarepta.
La
autora se identifica con Sarepta, la viuda enlutada, la tristeza. Algunas tardes hablábamos de irnos /De lo
que nunca hablamos/ fue de la soledad del que se queda. De la desolación de
haberlo dicho todo. Preciosas palabras que abocan a la melancolía. Cuando cierro la puerta a mis espaldas/ y el
único sonido que me acoge es el de los relojes… Soledad, desaliento,
silencio, intimismo y pena emanan de estos versos. La autora quiere vaciarse de
las cosas de su amado, por si vuelve el amor vestido de un Tú nuevo. La vida, la que dibuja amor a mano alzada/ y
luego borra el trazo de los besos. Este poema es una crítica porfiada de la
vida. En Precios se observa el deseo de la autora por eludir la tristeza, la
soledad, la pena y el abandono. A estas alturas expresa el peso de la vida y de
todo lo inservible. A lo largo de todo el poemario, la autora desea eludir esa
tristeza que la corroe. En los poemas finales se vislumbra un halo de
esperanza, pero en el poema postrero se ve con claridad que la redención es
imposible. Pudiste emanciparme de la
pena, / tejerme con la lana de tus besos/ el último jersey para mi frío…
Pudiste redimirme de perderte. Y no me redimiste.
Precioso poemario,
Soco. Mi más sincera enhorabuena. Sé que ha salido de tu corazón con la fuerza
visceral de las pasiones. Gracias, Soco, por mostrarnos tanta emoción y tanto
desgarro, tanta soledad y tanta ternura. Recomiendo encarecidamente la lectura
del mismo porque hará vibrar vuestro corazón al ritmo febril de las emociones.
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