Por qué, amor mío, la melancolía,
como gota destilada hacia la noche,
secuestra la luz de tus arrecifes saturados de violeta.
Por qué tiñe de tintes sombríos los corales
que
navegaron tus ojos.
Cuántas noches soñando con tu aureola
su luz hizo brotar el fuego del estío en las praderas de mi alma
y plantó flores de azahar como palomas mensajeras
en mis jardines colgantes.
No me dejes donde la luminosidad del día
no pueda extender su manto de albatros silenciosos,
su espejo de claridad, su gracejo de dulzura.
No me abandones jamás
donde no llega la gota de su dulzura.
No me olvides donde tus manos son playas desiertas,
ni en la desolada caleta en donde habita la oscuridad,
desde donde nos llega un insoportable eco de lejanía,
-tediosa orla, encadenada a los itinerarios de la desolación-,
donde seremos esqueletos bebiendo el vino amargo de los puertos.
Déjame allí donde el sol, con su paleta de sueños,
pinta
de azul la tristeza.
ENCARNA GÓMEZ VALENZUELA
No hay comentarios:
Publicar un comentario