La luz diamantina
de esta tarde coronada de añoranza
y de arrebatos, me conduce hasta la mar
La mar serena, la mar en calma
donde el corazón se ensancha, donde la esfera
se curva hasta el infinito y donde el espacio rompe
el silencio detenido de los rompientes en vastos siglos
de peregrinaje inútil hacia ese mar transparente.
Contemplo, expectante, el universo álgido de este mar
que, impávido, me secuestra hasta las playas del verso.
Mis pies descalzos acometen las veredas de su cuerpo.
Ardiente delirio de camelias sumergidas
que borra sin remisión el pudor de los naranjos.
El agua en esta bahía, febril se viste de sueños
lo mismo que una cometa navegando en cielo raso.
El alma anclada en ese mar de azucenas
se balancea lentamente. Incesante giro de aletas.
Línea sutil que delimita el poniente.
Geometría crepuscular coloreando celajes
de un abrazo cristalino y diáfano
en el reflejo de tus pupilas que une cielo y mar
en la bahía de los sueños
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