Este es el artículo de mi autoría publicado en el periódico IDEAL SIERRA MÁGINA, de tirada mensual, que nos habla de la problemática de nuestra tierra y de los eventos y actividades que se realizan en la misma. El periódico corresponde a septiembre de 2020.
LO QUE HEMOS PERDIDO CON LA PANDEMIA
Lo
primero que hemos perdido ha sido la primavera.
Esta época tan bella de revitalización de la vida y de renovación de toda la
naturaleza. Hemos visto, a través de los balcones o de paso yendo a hacer las
compras, el hermoso colorido de las flores y el nacimiento de las hojas en los
árboles con su intenso verdor, los revoloteos de los pajarillos haciendo sus
nidos y sus alegres trinos. Después de la desescalada, hemos contemplado esos
cambios en los jardines y en los campos. Han sido más de dos meses encerrados,
con la esperanza, ya frustrada, de erradicar la pandemia. Pero, hemos
conseguido no contagiarnos de la misma, que es un logro maravilloso. Así, hemos
obtenido el premio por la reclusión.
Llegados
a la normalidad, observamos que esta esconde muchas
trampas, las mismas que limitaciones en nuestra vida ha dejado este maligno
virus: el miedo al contagio es la más grande de ellas, la desconfianza de coger
el coronavirus en cualquier lugar donde haya personas.
Pasear
por las calles o por los parques ya no tiene el mismo aliciente
que antes, porque gran parte de la población, cumpliendo con las normas
impuestas por las autoridades sanitarias, llevamos mascarilla. En ocasiones, no
conocemos a las personas con las que nos cruzamos, ya que solo vemos sus ojos. Los
labios, los dientes, la nariz y, sobre todo, la sonrisa permanecen ocultos a
nuestra mirada. No obstante, tenemos que conformarnos con lo que se nos ofrece,
ya que otros lo han pasado peor, han enfermado y han debido permanecer
aislados, incluso de sus familiares más próximos durante ese tiempo o lo que es
todavía peor: han muerto.
En cuanto a lo de llevar
la mascarilla y guardar la distancia de seguridad, una vez en los bares, en los pub y en las discotecas de verano, todos
se saltan las normas, porque ¿cómo van a beber con la boca tapada?
Imposible. Y ya, una vez quitada la mascarilla, se ponen en las mesas, unos
junto a otros a charlar y a pasar un rato agradable, sin pensar que pueden contagiar
o contagiarse. Ya hay varios brotes en Andalucía. Si seguimos con las cercanías
y con las aglomeraciones, habrá más brotes y tendremos que volver atrás, unos a
curarse, otros a guardar cuarentena y otros a encerrarse.
Todos hemos cambiado nuestra conducta en este tiempo
opaco. Eso de darnos un abrazo, saludarnos con la mano, darnos unas palmaditas
en la espalda o en el hombro, con lo hermosos que son estos gestos de cercanía,
han desaparecido de nuestras costumbres habituales. Solo nos ha quedado juntar
codo con codo, hablarnos con la mascarilla puesta y colocarnos a una distancia
prudencial de nuestro interlocutor. Lo de lavarnos las manos muy a menudo o
desinfectárnoslas si son buenas medidas, que no solo pueden librarnos de ese
virus maligno, sino también de otros.
Se ha perdido el encuentro en las aulas entre profesores
y alumnos, tan importante para el desarrollo de la enseñanza, la educación
y el aprendizaje. Esta actividad, en la que es tan significativa la presencia,
se ha desarrollado vía online
Muchas personas han
perdido las vacaciones, porque no se
atreven a salir de viaje sin saber lo que van a encontrarse y si van a quedarse
aislados en el lugar al que viajen por culpa del cierre de fronteras.
Otros han corrido peor
suerte: han perdido su empleo, su
medio de subsistencia, su ocupación. Han crecido las colas del hambre en
Cáritas, en los comedores sociales y en todas las ONGs. Muchas empresas,
después de la reclusión, no han vuelto a abrir sus puertas. Otras han abierto,
pero al ver que en la nueva realidad, apenas cubren gastos, han cerrado o están
a punto de hacerlo. Otras permanecen abiertas, tratando de gestionar sus
productos, abriendo vías de salida para los mismos y adaptándose a las nuevas
circunstancias, pero han tenido que reducir la plantilla. En este punto hay que
decir que algunas empresas han dejado a varios empleados acogidos a los ERTES y
están contratando a otros trabajadores con sueldos más bajos que antes, así
están haciendo su agosto. Ese tipo de fraudes tiene que perseguirlos el gobierno.
Otra pérdida, que a todos
nos ha dolido mucho, pero que hemos aceptado como una medida prudente para
evitar aglomeraciones y eludir los contagios, ha sido la supresión de las fiestas patronales y los festejos multitudinarios.
Empezamos perdiendo las Fallas de Valencia, seguimos con la Semana Santa en
toda España, posteriormente, con la fiesta de la Morenita en el Cerro de
Andújar. Entonces, todos pensamos que esas fiestas perdidas correspondían a la
primavera y que cuando llegara el verano, todo cambiaría. Qué ingenuos fuimos.
En el mes de mayo se suspendieron las
Primeras Comuniones, las bodas, el Corpus Christi, San Isidro en Madrid, el
Rocío, y otras romerías. Cuando se suspendió la Fiesta de San Fermín,
comprendimos que las fiestas veraniegas peligraban. Así ha sucedido para el
bien de la población.
Todos
los municipios de Sierra Mágina se han quedado sin fiestas,
que es uno de los grandes alicientes que tienen los pueblos para su
desarrollo, promoción y válvula de
escape para sus gentes. Tendremos que resignarnos. Solo se podrán celebrar
actividades en las que no haya aglomeración de público.
Una celebración, aún en pie, es la Feria del Libro de Madrid,
programada para el otoño se ha cancelado al final. Es muy duro suspender los
actos culturales por el retroceso en materia de cultura, apertura e información
para el público en general y, en particular, por las incalculables pérdidas
económicas para editores, libreros, escritores, correctores y factorías
dependientes de la promoción, distribución y comercialización del libro. Imploremos
al cielo que en otoño empiecen a arreglarse las cosas.
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