Este es el artículo de mi autoría publicado en el periódico IDEAL SIERRA MÁGINA, correspondiente a diciembre de 2020. Se titula la Navidad, una época entrañable que este año viviremos de otra forma muy diferente a los demás años. Abajo lo pongo en letra grande para facilitar la lectura.
LA NAVIDAD
Se aproximan las Navidades, unos días
entrañables en los que los católicos conmemoramos el nacimiento del Niño Dios. La Navidad es una de las celebraciones más importantes en todo el mundo y
para los cristianos practicantes es una emotiva fiesta religiosa.
Según el evangelio, Lucas 2. (1,7), Jesús nació en Belén, en un pobre pesebre. La tradición cristiana nos habla de que Cristo con su venida al mundo y con el hecho de tomar carne humana quiso darnos ejemplo de vida. Él, siendo el Hijo de Dios, huyó de las riquezas, de las comodidades y del boato y nació pobre. Así, nos alienta a no poner nuestro interés en los bienes de este mundo, que son caducos y pasajeros, además, habremos de despojarnos de ellos al morir. El evangelio nos exhorta a poner nuestros ojos en las virtudes y los valores no perecederos, porque donde está nuestro tesoro, estará nuestro corazón.
En este tiempo navideño adornamos
nuestros hogares con el Belén y las figuritas del nacimiento. También decoramos
nuestras viviendas con luces y espumillones y en las calles se pone una
iluminación especial. Actualmente, los adornos caseros están dando paso al
árbol de Navidad, una costumbre importada del norte de Europa, en cuyos países
hay abundantes bosques de abetos. Pero cortar un árbol o adquirirlo para tirarlo
después es contribuir al deterioro de la naturaleza y eso resulta perjudicial
para el género humano. Mejor ponerlos artificiales y conservarlos para todos
los años.
Las Navidades son fechas
para reunirse en familia, comer juntos y disfrutar de la presencia de todos sus
miembros, transmitirnos alegrías e ilusiones, hablar de nuestros proyectos de
vida y de nuestras inquietudes e intercambiarnos regalos. Para envolvernos en
un halo de misterio, colgamos los regalos en el árbol de Navidad y decimos que
nos los ha traído Papá Noel. Es un bonito detalle para fomentar la ilusión y la
inocencia de nuestros niños. Sin embargo, las Navidades de 2020, por culpa de
la pandemia, no serán como las de los demás años. Está por ver si podrán
reunirse las familias. Por lo pronto, en Andalucía, dado el alto número de
contagios, estamos confinados en nuestras localidades y no podemos desplazarnos
a los pueblos limítrofes. Y en cuanto a las reuniones, no se pueden juntar más
de seis personas. Ya se está hablando de la vacuna. Ojalá para la próxima
primavera podamos estar libres de este maldito virus, que nos está perjudicando
mucho a todos.
Las Navidades de ahora
difieren mucho de las de nuestra infancia en la forma, aunque no en el fondo.
También entonces se tenía mucho respeto por estas fiestas y se celebraban en
familia. Lo distinto consistía en que, después de la cena de Noche Buena, las
familias se congregaban alrededor del fuego y se juntaban con los vecinos y
amigos para pasarse la noche cantando aguilandos, acompañándose con
instrumentos sencillos como eran la zambomba, el panderete, la carraca,
improvisados tambores, botellas rizadas del aguardiente, ollas y tapaderas.
También se comían mantecados, roscos y alfajores caseros y se bebían licores
fabricados en los propios hogares. Además, se regalaban presentes de las
propias cosechas a amigos y familiares que carecían de ellos. Solía ser la
población infantil, enviada por sus padres, la que llevaba los regalos a las
casas, para recibir las propinas que les daban por realizar semejante encargo.
Otro dato digno de
resaltar eran los grupos de gentes, compuestos, sobre todo, de varones jóvenes,
que se pasaban la noche cantando, golpeando panderos y otros instrumentos y
bebiendo vino del país. Con semejantes cánticos, alegraban las noches navideñas
y les otorgaban un sabor peculiar a tan sugestivas festividades. Los niños y
niñas también disfrutábamos mucho con unas jornadas navideñas que se celebraban
en las parroquias en las que se cantaban villancicos y se narraba la historia
del nacimiento del Niño Jesús.
Los dulces de Navidad se
hacían en las viviendas y se cocían en el horno. Aún recordamos a los horneros
con las tablas en la cabeza, acondicionándolas con un rodete, caminar por las
calles, llevando los mantecados al horno para cocerlos.
A veces, bien abrigados, asistíamos
a la Misa del Gallo, después de la cena de Noche Buena y luego cantábamos por
las calles, imitando a los grupos anteriormente mencionados, para seguir
celebrando tan grata festividad. En este tiempo de invierno y de vacaciones,
solíamos estar trabajando en la recolección de la aceituna. Los días de fiesta nos dejaban regresar al
pueblo más temprano para reunirnos con nuestros amigos, participar en las
comidas familiares y asistir a las celebraciones litúrgicas.
¿POR QUÉ SE CELEBRA LA NAVIDAD EL 25
DE DICIEMBRE?
La explicación más consistente de los historiadores es
que el origen de la Navidad estuvo relacionado con una serie de decisiones
tomadas por los altos mandos de la Iglesia Católica en los siglos III y IV.
Entre ellas, se considera determinante la moción del Papa Julio I en 350 para
establecer la Navidad el 25 de diciembre. Esto fue decretado 4 años después por
el Papa Liberio.
Observamos que la fiesta de Navidad coincide con el
solsticio de invierno, los días más cortos del año. En diciembre se celebraba en
Roma el culto a Saturno, dios de la agricultura, principal sustento y actividad
económica de estos pueblos.
El ritual de la Navidad fue evolucionando con los siglos, lo que festejamos hoy día está muy distante de las primeras Navidades y responde a costumbres originarias del siglo XIX y a la influencia de la sociedad de consumo.
El origen de la Navidad no debe distanciarnos de nuestras creencias personales y familiares. Puesto que la esencia de estas fiestas trasciende lo histórico y reside en lo espiritual y entrañable de nuestro sentir cristiano.
¡FELIZ
NAVIDAD PARA TODOS!
la lectura.
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