Nostálgico y silente,
meciéndose en su
equilibrio altruista,
el paisaje de
Pegalajar, mi pueblo
querido,
se abre ante mis
ojos con la sencillez de un libro
y me invita a
recorrer su perspectiva de hojas.
Lentamente
me sumerjo en la
entramada
de placenteras
lecturas, de hondonadas
y altozanos, de
valles y de olivares.
Sublimes cielos,
teñidos de nítidos azules,
cubren, con su
aureola, llanuras y montañas,
laderas y
serrezuelas que, indiscriminadamente,
dan cobijo a
todos los seres humanos.
Excelsas líneas
de pinares y de cerros
de arboladuras salvajes y de
generosos signos se apilan en mi pupila.
Sedosa y sutil, la tierra pinta de ocres
su esponja.
Fecunda, como una madre, va cobijando
en su entraña semillas humanitarias
para saciar las hambrunas.
El tibio
reflejo del aire perfila los fraternales contornos
y ensancha
las dimensiones en pos
de un universo sin fronteras y sin cotas.
Miríficos
horizontes, lejos, allá en lontananza,
alzan su
inmenso telón de amor y filantropía.
Ingentes
maratones de imágenes
emulando
torbellinos de esperanza
cual
laberintos sin clave,
se superponen ufanos al cálido eco
de mi voz,
dulcemente emocionado, en la etérea ensoñación,
de un paisaje solidario,
lleno de palomas mensajeras de esperanza.
Poema publicado en el Libro de Festejos de
PEGALAJAR, para celebrar la Feria y Fiestas en honor de
la VIRGEN DE LAS NIEVES del 4 al 7 de Agosto de 2013.
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