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Pegalajar, Jaén, Spain
Gracias por venir a recorrer estos senderos literarios que han brotado de una fontana silenciosa, sedienta de emoción y de calma. Gracias por leer estos poemas, por beber su aliento, por respirar su aroma, por destilar su esencia, por libar su néctar. Sabed que han brotado de un corazón anhelante que sueña con ser luz y ternura, primavera y sueño, calidez y verso. Mientras lo consigo sigo escribiendo, soñando, amando, enseñando, viviendo y cantando a la vida y al amor, al mar y a la tierra, a la tristeza y al llanto, al suspiro de la brisa y al deseo de los espejos, a la melancolía y a la nostalgia. La vida es como un poema que, en unas ocasiones, nos abre las puertas de paraísos ignotos, de hermosas praderas cuajadas de florecillas silvestres, de exóticos jardines, de luminosas estancias donde germinan los sueños y donde se gesta el amor, pero en otras nos aboca al temblor de los fracasos, al dolor de las heridas, al vacío de las ausencias, al llanto de las tormentas, al furor de las ventiscas, al horror de las contiendas y a la tupida oscuridad de una noche sin luceros. Espero que seas feliz mientras bebes agua de los manantiales de la poesía, de las fontanas del verso.

martes, 26 de julio de 2022

LA TIERRA ES NUESTRA CASA

 

Este es el artículo de mi autoría publicado en el periódico IDEAL SIERRA MÁGINA, para el mes de julio de 2022. Abajo lo cuelgo en letra grande para que podáis leerlo.

 



LA TIERRA ES NUESTRA CASA, CUIDÉMOSLA         

La contaminación se adueña de nuestro mundo, que camina errante por las veredas del tiempo. El planeta Tierra está en lo alto del cielo, danzando al ritmo ancestral de las olas del ocaso. Pide compasión al sol, a la luna, a las estrellas, a los luceros y al resto de los planetas.

A los humanos, nos lanza quejas y lastimosas miradas. El universo se abrió, un día lejano en el tiempo, para dar paso a la vida, para acunar la esperanza, siempre franca, a nuevos amaneceres, a una vida respetuosa, con todo lo que nos rodea, la cual, los seres humanos, insensibles al desastre, nos proponemos destruir y damos con ella al traste, sin advertir ni pensar que la Tierra es nuestra casa. Es el lugar que nos ha dado cobijo, que nos alberga y nos depara el alimento. Es nuestro refugio diario.

La contaminación avanza, a pasos agigantados. Mientras tanto, la Tierra se agita pidiéndonos compasión. Quiere que frenemos el consumo abusivo, que reciclemos al máximo, que seleccionemos los residuos, que abandonemos el uso de los plásticos, que seamos respetuosos con el entorno. El aire se llena de humos y enmudece su latido. El CO2 se entremete por las rendijas de la garganta. Los mares reciben aluviones de basura, de residuos, y los peces se enredan entre los plásticos del fondo.

Los bosques milenarios arden, se incendian sin compasión. Y los pulmones de la Tierra, se talan y se destruyen. ¿De dónde nos llegará entonces el oxígeno? Este es un producto que no se puede comprar. Solo tenemos que ser respetuosos con el entorno y cuidar los árboles y los bosques, y ellos, generosos, nos lo regalarán. La ganadería invasiva no deja de lanzar miserias a los ríos, a los arroyos, a los mares y al corazón del planeta. Todo lo intensivo es perjudicial y destruye lo expansivo.

La Tierra llora la herida que le hacemos los humanos a diario. El aire gime el llanto agrio de tanta calefacción alta, de tanto tubo de escape, de tan hosca polución. Destruimos el planeta, buscando comodidad. En invierno, en los hogares, ponemos temperaturas de estío. Y, en verano, los aires bien elevados, para no pasar calor. Algunos, incluso, han de ponerse rebeca, para combatir la frescura del salón, por el aire artificial.

Gime la Tierra por la contaminación lumínica. Llora la ausencia de las lluvias, la sequía del olivar. Claro efecto de calentamiento global que sufre nuestro planeta.  Los Polos se descongelan, y los mares elevan su inundación. Los glaciares y los océanos helados se derriten y se funden.

La Tierra padece el deterioro infringido por los humanos, por no respetar las flores, ni los mares, ni los vientos, por la avaricia de tanta comodidad, de poseer lo mejor, por no conservar el mundo limpio y sano de polución.

¿Verán las nuevas generaciones la belleza de la Tierra? ¿Podrán vivir en el mundo sin carencias ni miserias?  ¿Cómo será el firmamento cuando la Tierra sucumba, herida por esa llaga profunda que es la contaminación?

Cuidemos nuestro planeta porque es la casa en donde vivimos.





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