Este es el artículo de mi autoría publicado en el periódico IDEAL SIERRA MÁGINA, para el mes de septiembre de 2022. Abajo lo cuelgo en letra grande para que podáis leerlo.
Todos los años, cuando llega el verano, y se disparan los calores del estío, empiezan a incrementarse los incendios. A quienes amamos la vida, respetamos la naturaleza y queremos conservar el planeta Tierra en condiciones óptimas para las generaciones venideras, el corazón se nos llena de inquietud y el alma, de indignación cuando vemos estas noticias en los telediarios. Ver los bosques arder es para muchos un suplicio, una herida que nos lastima. También nos inquietamos cuando vemos desalojar a las gentes de sus casas para librarlas de ese posible peligro que puede o no llegar a sus viviendas, pero que hay que tomar medidas preventivas.
Algunos
incendios son provocados por las tormentas, por los rayos que despiden las
nubes al colisionar unas contra otras, o por despistes humanos, hechos que
sentimos. Nos compete cuidar el entorno campestre, porque perderlo o que se
deteriore, causa al planeta Tierra y a sus habitantes un daño irreparable. Cualquier
despiste, sobre todo, de los fumadores o de la quema de restos de plantas y de
rastrojos, puede ocasionar una catástrofe incendiaria que lo arrase todo,
porque el campo está muy seco por la ausencia de lluvias, durante tantos meses,
y por las olas tan terribles de calor que hemos sufrido y que, aunque alguna
semana gocemos de un clima más benigno, amenazan con volver a flagelarnos con
sus malditas subidas de temperatura.
Sin embargo, lo que no se puede tolerar ni
podemos comprender es que haya gentes que quieran quemar el mundo. Sabemos que
muchos incendios son provocados por los pirómanos, porque se descubren varios
focos de inicio. ¿Por qué prenden fuego a los montes, a los bosques, a las alamedas
y a los campos? Es algo que no podemos entender. Destruir el planeta en el que
vivimos en detrimento de todos es un delito que debe pagarse con cárcel. Los
pirómanos también saldrán perjudicados por la quema del campo y del monte. Nos
quedamos sin flora y sin fauna, porque los animales que logran escapar del
fuego tienen que marcharse a otros lugares donde haya vegetación. Los montes y
los campos se quedan desolados.
En
esto de evitar los incendios y mantener el territorio libre de fuegos y de
desastres naturales, también juegan un papel importante las administraciones,
las autonomías y los ayuntamientos. Muchos montes, pinares, bosques o arboledas
se ven llenos de broza, hierba seca y de ramas caídas. Esto es muy peligroso.
En un terreno con esas características, los incendios se propagan con gran
facilidad. Antes, cuando había ganado pastando por los montes, estos se
mantenían limpios de forma natural, porque los rebaños se comían todo lo que
hallaban al paso. Ahora, con la
despoblación de las zonas rurales y la ausencia de rebaños, hay que limpiar las
zonas montañosas para que, si se prende el fuego en aquel entorno, pueda
sofocarse pronto y no se propague por doquier. También hay que hacer cortafuegos
en los montes y limpiar de brozas los existentes, con objeto de que, si se
producen incendios, se obstaculice la propagación y se apaguen con rapidez.
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