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Pegalajar, Jaén, Spain
Gracias por venir a recorrer estos senderos literarios que han brotado de una fontana silenciosa, sedienta de emoción y de calma. Gracias por leer estos poemas, por beber su aliento, por respirar su aroma, por destilar su esencia, por libar su néctar. Sabed que han brotado de un corazón anhelante que sueña con ser luz y ternura, primavera y sueño, calidez y verso. Mientras lo consigo sigo escribiendo, soñando, amando, enseñando, viviendo y cantando a la vida y al amor, al mar y a la tierra, a la tristeza y al llanto, al suspiro de la brisa y al deseo de los espejos, a la melancolía y a la nostalgia. La vida es como un poema que, en unas ocasiones, nos abre las puertas de paraísos ignotos, de hermosas praderas cuajadas de florecillas silvestres, de exóticos jardines, de luminosas estancias donde germinan los sueños y donde se gesta el amor, pero en otras nos aboca al temblor de los fracasos, al dolor de las heridas, al vacío de las ausencias, al llanto de las tormentas, al furor de las ventiscas, al horror de las contiendas y a la tupida oscuridad de una noche sin luceros. Espero que seas feliz mientras bebes agua de los manantiales de la poesía, de las fontanas del verso.

domingo, 14 de diciembre de 2025

RESEÑA DE LA NOVELA CONDENADOS AL DRAMA DEL SILENCIO DE LA ESCRITORA ENCARNA GÓMEZ VALENZUELA, A CARGO DE LA AUTORA LIBRADA OLIVARES.


Hay historias que no necesitan levantar la voz para conmover: basta con seguir el rastro de lo que duele en silencio. Y a veces, ese silencio pesa más que cualquier palabra.

La novela de Encarna Gómez nos adentra en un mundo donde las emociones no se pronuncian, se esconden; donde la guerra no solo arrasa ciudades, sino también vínculos; donde la familia, lejos de ser un refugio, puede convertirse en el escenario más íntimo y cruel de las batallas que nadie confiesa, pero todos sienten.

Lo sobrecogedor de Condenados al drama del silencio no es únicamente lo que sucede, sino cómo sucede: en la penumbra de una casa, en la respiración contenida de sus mujeres, en las pequeñas tragedias de lo cotidiano que estallan como si la vida tuviera un límite para lo callado. Es una novela histórica escrita por un narrador en tercera persona,  omnisciente.

Elena, la protagonista, podría encarnar la historia de tantas mujeres silenciadas por la época, por la moral, por el miedo. Ella vive dividida: entre el amor y la angustia, entre la necesidad de proteger a los suyos y el peso de una verdad que nunca pidió llevar. Su vida es un puente frágil entre lo que quiere y lo que le dejaron ser.

Y junto a ella, María, la figura silenciosa que representa la dignidad de quienes sostienen los hogares desde la sombra, cuidando, sufriendo, obedeciendo… sin que nadie repare en sus heridas.
Ambas son el espejo de una generación de mujeres que sobrevivieron a base de coraje y renuncia. 


La novela alcanza uno de sus momentos más desgarradores en la caída del niño al pozo. Ese instante detiene el mundo y desnuda a los personajes: sus miedos, sus culpas, su humanidad.
Ahí comprendemos que a veces la vida se rompe no por un gran estallido, sino por una sucesión de silencios que nunca encontraron salida.

Porque en esta historia, la verdadera tragedia no es la guerra, sino lo que la guerra dejó dentro de las personas: secretos, verdades ocultas, hijos no reconocidos, amores desplazados, identidades quebradas.
Encarna Gómez nos recuerda, con una claridad que hiere, que la familia puede ser un refugio o una condena, y que en muchos hogares españoles de la posguerra convivieron ambas cosas.

Lo devastador de esta novela es su verdad emocional.
Lo que destruye no es lo que ocurre, sino lo que no se dice.
Ese silencio que se hereda, que se convierte en forma de vida, que marca a niños y adultos por igual.

La autora escribe con una honestidad que atraviesa. Sin adornos, sin atajos. Desvela el alma de unos personajes que, al final, podrían ser cualquier familia marcada por el peso de su propio pasado.

Leer Condenados al drama del silencio es acercarse a nuestras raíces, mirar de frente una época que todavía respira en nuestra memoria colectiva y reconocer la fortaleza de quienes sobrevivieron —muchas veces en silencio— a las tempestades del alma.

A veces, para entender una historia así, basta escuchar el temblor que deja en el pecho.
Condenados al drama del silencio es eso: la memoria de lo que no se dijo, la verdad que nunca encontró su sitio, el eco de quienes hicieron de la resistencia su única forma de vivir.

Al cerrar el libro, uno no piensa en la guerra ni en la época.
Piensa en las personas.
En sus miedos.
En sus pequeños actos de amor.
En lo que hicieron para seguir adelante cuando la vida no les permitió ser otra cosa.

Y ahí, en esa humanidad rota y hermosa y en el tiempo de la posguerra española, es donde esta obra sucede y realmente toca el alma.

                                       
                                                          
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Gracias, Librada, has hecho una reseña estupenda. Se ve que eres diestra en la tarea de leer y de analizar el contenido de un texto literario. Gracias.


                                Libros de narrativa de Encarna Gómez Valenzuela 

 











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