Este es el lavadero de
Pegalajar, donde las mujeres iban a
lavar la ropa, cuando no había agua corriente en las viviendas. Yo iba a
ayudarle a mi madre a lavar, a tender, a solear los trapos blancos y a
transportar la ropa lavada a casa. A veces, antes de irme a la escuela, a la
que yo no quería faltar por nada del mundo, mi progenitora me enviaba a lavar
los culeros de mis hermanos. Tenía que apresurarme para hacerlo, e ir y venir
corriendo, para no llegar tarde a la escuela. Fueron unos tiempos muy difíciles
en los que los niños teníamos que colaborar en los quehaceres domésticos y
realizar trabajos de adultos. Pero con tesón, fuerza de voluntad e ilusiones
superamos todos los contratiempos.
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Acerca de mí...
- Encarna Gomez Valenzuela
- Pegalajar, Jaén, Spain
- Gracias por venir a recorrer estos senderos literarios que han brotado de una fontana silenciosa, sedienta de emoción y de calma. Gracias por leer estos poemas, por beber su aliento, por respirar su aroma, por destilar su esencia, por libar su néctar. Sabed que han brotado de un corazón anhelante que sueña con ser luz y ternura, primavera y sueño, calidez y verso. Mientras lo consigo sigo escribiendo, soñando, amando, enseñando, viviendo y cantando a la vida y al amor, al mar y a la tierra, a la tristeza y al llanto, al suspiro de la brisa y al deseo de los espejos, a la melancolía y a la nostalgia. La vida es como un poema que, en unas ocasiones, nos abre las puertas de paraísos ignotos, de hermosas praderas cuajadas de florecillas silvestres, de exóticos jardines, de luminosas estancias donde germinan los sueños y donde se gesta el amor, pero en otras nos aboca al temblor de los fracasos, al dolor de las heridas, al vacío de las ausencias, al llanto de las tormentas, al furor de las ventiscas, al horror de las contiendas y a la tupida oscuridad de una noche sin luceros. Espero que seas feliz mientras bebes agua de los manantiales de la poesía, de las fontanas del verso.
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