He visto la
soledad llorar bajo tu ventana.
Era una sutil llovizna de perlas
sobre el tibio asfalto de tu piel.
Como un
caudaloso río,
tu llanto se
derramaba
por tu cuerpo
de silenciosa sirena,
enamorada y hundida en la gélida
profundidad del océano.
Mírate en el
espejo del tiempo,
él te
mostrará las huellas
que el dolor
dejó en tu alma,
la colmena demencial de soledad
que dibujan tus pupilas.
Mas, no te
dejes abatir
por la
tristeza que brota en tu lagrimal.
No des luz a
la melancolía
que destiñe
los diamantes del poniente.
Despliega tus
blancas alas
—pétalos de
jazmín florecido
en los
jardines del corazón—
y sobrevuela
los vientos antagónicos
como una
grácil paloma mensajera
que huye de la tempestad y de la niebla
a lomos de una incipiente burbuja
de espumas centelleantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario