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Pegalajar, Jaén, Spain
Gracias por venir a recorrer estos senderos literarios que han brotado de una fontana silenciosa, sedienta de emoción y de calma. Gracias por leer estos poemas, por beber su aliento, por respirar su aroma, por destilar su esencia, por libar su néctar. Sabed que han brotado de un corazón anhelante que sueña con ser luz y ternura, primavera y sueño, calidez y verso. Mientras lo consigo sigo escribiendo, soñando, amando, enseñando, viviendo y cantando a la vida y al amor, al mar y a la tierra, a la tristeza y al llanto, al suspiro de la brisa y al deseo de los espejos, a la melancolía y a la nostalgia. La vida es como un poema que, en unas ocasiones, nos abre las puertas de paraísos ignotos, de hermosas praderas cuajadas de florecillas silvestres, de exóticos jardines, de luminosas estancias donde germinan los sueños y donde se gesta el amor, pero en otras nos aboca al temblor de los fracasos, al dolor de las heridas, al vacío de las ausencias, al llanto de las tormentas, al furor de las ventiscas, al horror de las contiendas y a la tupida oscuridad de una noche sin luceros. Espero que seas feliz mientras bebes agua de los manantiales de la poesía, de las fontanas del verso.

jueves, 10 de junio de 2021

FINAL DEL ESTADO DE ALARMA

 Este es el artículo de mi autoría publicado en el periódico IDEAL SIERRA MÁGINA, para el mes de junio de 2021. Abajo lo cuelgo en letra grande para que podáis leerlo. 


FINAL DEL ESTADO DE ALARMA  

Jamás podíamos pensar que el final del estado de alarma, previsto para el 9 de mayo del año en curso, iba a ser tan sonado, tan irresponsable y tan ausente de control. La noche del sábado, los jóvenes se tiraron a la calle con gran alegría, y pasaron varias horas cantando, bailando, bebiendo y divirtiéndose de manera descontrolada. Acudieron con sus mascarillas, pero una vez que se juntaron y empezaron a beber, se las quitaron. Si alguno de esos jóvenes era portador del coronavirus, sin saberlo —podría ser asintomático— aunque estuviera al aire libre, podía contagiar a sus compañeros de juerga.

Todo el país se ha hecho eco de ese desbordamiento de alegría y de euforia que se ha producido en todas las ciudades y en muchos pueblos, incluidos los de Sierra Mágina, que no han sido una excepción. Verdaderamente, todos estamos hartos de pandemia y tenemos muchas ganas de salir y de volver a la normalidad, pero, señores las cosas no pueden hacerse de esa manera. Los jóvenes que supuestamente hayan podido contagiarse en esas desenfrenadas fiestas, volverán a sus casas, sin saber que son portadores del covid, y contagiarán a sus padres y a sus abuelos; personas mucho más vulnerables que ellos por padecer otras patologías, que les hacen ser más débiles para combatir tan peligroso huésped de los pulmones, objetivo último del viaje que ese maligno virus realiza por nuestro organismo. Quiera Dios que pasados quince, veinte o veinticinco días, no empecemos a sentir los efectos de la 5ª o la 6ª ola de la pandemia y entonces, quizá hubiera que volver a desandar el camino. Semejante medida no sería nada atractiva ni recomendable para la época estival que se nos aproxima. Comencemos a ser sensatos desde este mismo instante.  

Los profesionales de la medicina están cansados de la presión en los hospitales y en las UCIs, del trabajo tan enorme que tienen que desarrollar, de ver a los enfermos agravarse y no poder salvarles la vida, de atender, sin descanso, a tanto contagiado por este maligno virus, que está dejando su huella por doquier y se va a llevar una buena parte de la población mundial.

Ahora, en España, se culpa al gobierno de haber dado paso al final del estado de alarma y de dejar el peso de las restricciones en manos de las Comunidades Autónomas. Pero antes se decía lo contrario. Se aseguraba que cada comunidad conocía los datos de la pandemia en su tierra mejor que el gobierno central, y sabía cómo actuar para que la economía de sus gentes no se hundiera. A ver si nos vamos aclarando. Si los gobiernos abren la mano, es para salvar la economía del todo el país, tan perjudicada en los últimos tiempos, pero apelan a la responsabilidad de cada institución, de cada empresa, de cada local comercial y, sobre todo, reclaman la responsabilidad de todos y cada uno de nosotros, porque, aunque el final del estado de alarma es una realidad, la pandemia no se ha acabado y el virus está ahí, esperándonos para hacer blanco en nuestras vías respiratorias y llenárnoslas de ese miasma que puede acabar con nuestra vida. Y si logramos curarnos, nos pueden quedar muchas secuelas físicas del orden de: fibrosis pulmonar, fuertes dolores de cabeza, punzadas musculares, cansancio corporal, febrícula, molestias respiratorias, tos persistente o residual, disnea, astenia o fatiga, hongo negro y malestar general, amén de otras muchas. Y en cuanto a las secuelas psíquicas, las peores son la depresión y la falta de ánimo y de proyectos de vida. Algunas afecciones residuales no parecen tener una predilección por sectores específicos de población, y aunque hay personas mayores afectadas, últimamente, se está viendo enfermar a personas más jóvenes —de 40 años y aún menores— en los que persisten las taquicardias y muchas molestias.

La covid-19 no es una enfermedad conocida y tampoco lo son sus potenciales secuelas. Además, no sabemos cuánto tiempo va a quedarse con nosotros; aunque intuimos que no podremos erradicarla por lo pronto.

Tengamos en cuenta que en el mundo se han contagiado cien millones de personas y ya van cerca de tres millones de fallecidos. Esta pandemia está dejando a sus espaldas una gran riada de muertes, de enfermos, de dolor y de quiebra económica y laboral, difícil de cuantificar.

Ahora se está hablando del covid persistente, ese que algunos enfermos no logran eliminar y que los está torturando a diario, originándoles mucho sufrimiento y bastante merma en su calidad de vida y en sus proyectos de futuro. Entre estos enfermos no solo se encuentran los mayores, sino también los de mediana edad y los jóvenes. Son personas que han padecido la enfermedad y no acaban de curarse de la misma, presentando manifestaciones o secuelas persistentes una vez pasada la infección, con síntomas graves o leves. Este hecho es una realidad cada vez más común a medida que la pandemia avanza.

Seamos muy prudentes para no contagiarnos, y pongámonos la vacuna cuando nos corresponda, a ver si logramos pronto alcanzar la inmunidad de rebaño. Aunque algunos tengan ya puesta la vacuna, deben continuar guardando todas las medidas preventivas para evitar contagiarse y contagiar a los demás, porque, aun protegidos por la vacuna, es posible esa eventualidad. Evitemos que en nuestro país ocurra lo que está sucediendo en la India, en la cual los contagios son muy abundantes y los fallecimientos, también. Además, están muriendo los profesionales de la medicina, que tanta falta hacen. Los hospitales están desbordados y les falta oxígeno y medicamentos para atender a los enfermos. Muchos países ya les están enviando productos de este tipo para ayudarles a combatir el virus. Esperamos que pronto podamos todos superar la pandemia.

 




 

 



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