Llega el otoño,
a los
parques de mi pueblo
a los
valles de mi pecho.
Viene,
con sus jirones de niebla,
con
sus tardes amarillas, soleadas,
esponjosas,
ambarinas, macilentas,
con su
abanico de ausencias.
Llega
con sus misterios de calma,
de
pesadillas, de fobias, de tempestad,
de
incógnitas, de ventoleras
de
pena en el lagrimal
y
agonía en la garganta.
Con
sus tonos encarnados
enajena
mis pupilas y mis sueños
y da
vigor a la nostalgia.
Este
otoño
se
adueña de nuestras almas
con sus
colores cobrizos,
caquis,
tostados, rojizos y amarillentos,
llenos
de melancolía y repletos de añoranza.
Nos
trae un mosaico de tonalidades ocres,
en sus
sedientas mañanas,
en sus
prolongadas noches
con
sus visos escarlata.
Iluminado
por la tibieza sutil
de un
sol, pálido y escurridizo,
va
transcurriendo despacio
por
las vides de septiembre,
por los
lagares de octubre,
por los
mostos de noviembre,
por los
vinos de diciembre.
Este
otoño
se
arremolina en mi pecho,
busca
cobijo en mi alma,
se
interna en mi corazón
se
detiene en mi garganta
para
arañarme las vísceras
y
desgarrarme la entraña.
Este
otoño,
desarraigado
y versátil,
se
derrumba en mi memoria
con
aire de fríos vientos
y con
ausencia de agua.
Encarna
Gómez Valenzuela
http://trabajosdeencarna.blogspot.com
En CasaRosada 5 de octubre de 2022
Precioso, como todo lo que escribes. Te quiero
ResponderEliminarGracias. Yo también te quiero.
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