1.
“La
tarde empezaba a adolecer. En el cristal turbio del ocaso, atisbé la silueta de
un varón que caminaba tambaleándose”.
2.
“El
otoño estaba siendo lluvioso. Las nubes cubrían el espacio un día y otro, sin
dar tregua a la bonanza ni al brillante colorido de las jornadas de sol. La
lluvia traía frío y humedad y en las viviendas teníamos goteras”.
3.
“El frío se afianzaba en el entorno y las
horas de luz solar eran cada día más escasas. Cuando el cielo estaba nublado,
el ocaso se precipitaba sobre el pueblo al poco de salir de clase y nos abocaba
a recluirnos en el hogar”.
4.
“El
frío empezó a instalarse en el pueblo. El viento del cierzo soplaba con su
gélida canción de inclemencia y helaba el vaho. Hubimos de recurrir a las
prendas de abrigo”.
5.
“La
Nochebuena llegó con cielos descongelados, ausentes de nubes y llenos de estrellas.
Un frío glacial, aliado con el viento gélido, desolaba el pueblo y calaba los
huesos. Había que abrigarse para salir de casa”.
6.
“Los días de invierno tocaban a su fin. La
primavera empezó a hacer sus pinitos en el aire dulce de la tarde de marzo”.
7.
“El sol brillaba en lo alto del cielo esa
tarde, como una incipiente brasa que aún no posee el vigor necesario para
calentar en claves de plenitud, mas no hacía frío. El aire era agradable y
acariciaba el rostro con su etéreo aliento”.
8.
“Los rayos del sol no acertaban a posarse
sobre los nichos; tan sólo lograban acariciar los rojos tejadillos que
resguardaban el lúgubre aposento de los muertos. Además, delineaban la
verdinegra figura de los cipreses, que parecían silenciosos guardianes del
cementerio”.
9.
“El
sol continuaba su recorrido hasta el poniente y encendía de tintes escarlata
las nubes caprichosas halladas a su paso. Al astro, aún le quedaba un buen
tramo para besar las montañas”.
10.
“El
sol rozaba los cerros por el poniente. La tarde empezó a apagarse con destellos
de tristeza”.
11.
“La noche extendía su toga de sombras por
las calles del pueblo. El escaso alumbrado existente no alcanzaba a iluminar el
espacio”.
12.
“Era noche cerrada y el cielo lucía un
precioso manto estrellado”.
13.
“La
luna menguante surgía por el este. Su amarillenta luminosidad atenuó mis
miedos”.
14.
“La lluvia había cesado. Pero,
transcurrido un rato, el cielo comenzó a ensombrecerse de nuevo y por las
ventanas apenas entraba luminosidad”.
15.
“La
tarde se estaba apagando y el ocaso se afanaba por teñir las calles de
oscuridad. Desde las montañas cercanas soplaba un viento fresco. El cielo se
había nublado con tupidos nubarrones que amenazaban con desgarrarse en una
cortina de agua”.
16.
“Me
acerqué a la ventana y pude comprobar a su través la amable visión de una
lluvia sosegada. Pronto dejaría de hacerlo, porque se estaban abriendo
incipientes claros por los cuales se atisbaba el fulgurante resplandor de las
estrellas. El viento arrastraba las nubes y éstas parecían disgregarse en la inmensidad
del cielo”.
17.
“Ya ha amanecido. La luz del alba, con su
impulso estelar y milenario, penetra por las rendijas del balcón. Entre las
sombras me encuentro mejor que a pleno día. Ellas me protegen y ocultan mi
dolor en sus turbias brumas”.
18.
“La
tarde era un latido de sosiego y el sol, una pincelada rojiza anhelando
confundirse con la línea del horizonte. Un airecillo helado comenzó a soplar
desde la sierra”.
19.
“A
través de la ventana, se sentía el peso febril de las sombras. La noche cubría el
ancho espacio con sus tenebrosas olas de negro raso. Algunas estrellas
competían en esplendor con la placidez de la luna, que surgía con timidez por
la cima de una montaña y empezaba a esclarecer el cielo”.
20.
“El
cielo estaba ceniciento. Por el sur comenzaron a abrirse claros que dejaban ver
el intenso añil lucido por el manto celeste”.
21.
“La
tarde se apagaba. El sol había superado ya la línea del horizonte, pero aún
lograba pintar de grana los escasos celajes que cubrían el lado del poniente.
Lucía un sugestivo arrebol que invitaba a la nostalgia”.
22.
“El
ocaso se desplomaba sobre el pueblo, colmando las calles de luz grisácea y mi
alma, de pesadillas”.
23.
“La
tarde se esfuma en la dependencia como la niebla en las manos del aire. La luz
que entra por el balcón comienza a ser escasa”.
24.
“Al
atardecer, mientras el ocaso desdibujaba la luz del sol y la noche intentaba
precipitarse por los callejones, tía Leonor llegó a la casa muy apenada”.
25.
“Densos nubarrones vagan por la atmósfera,
igual que ovejas descarriadas a las que no busca ningún pastor. Yo soy una de
ellas. Estoy perdida en el bosque de mi existencia, en el paisaje árido de un
desierto interno de grandes dunas”.
26.
“La
tarde primaveral reflejaba en el aire el perfil de las colinas y el cielo lucía
un añil tan intenso que alegraba el alma. Nos quedamos un rato disfrutando de
la placidez y de la tranquilidad del paisaje”.
27.
“El
azul del cielo comenzó a llenarse de esponjosas brumas, a modo de algodones,
que se extendían presuntuosas restándole intensidad a la luz del sol”.
28.
“La
tarde se debilitaba para dar vía libre al ocaso. Su luz se escapaba por los
poros del aire. Se oscurecía la capa celeste y aparecían las primeras
estrellas”.
29.
“La
noche se apoderaba del espacio y las estrellas lucían todo su esplendor.
Palpitaban jubilosas atrapando mis sueños entre sus brillantes manos”.
30.
“Unos tupidos nubarrones comenzaron a
oscurecer el cielo y la noche se precipitó por las calles del pueblo. De
improviso, una luz deslumbrante penetró por la ventana, que aún no estaba
cerrada. A continuación, un estrepitoso trueno retumbó en nuestros oídos. Una
descomunal cortina de agua inundó el espacio. A través del cristal, mi padre y
yo contemplábamos la lluvia”.
31.
“Una luz desgarradora, el deslumbramiento
cruel de un relámpago, penetró por una ventana alta”.
32.
“La
mañana era tibia y agradable. El sol primaveral extendía sus brillantes rayos
por las alturas y hacía guiños jubilosos en las riscas de las montañas.
Resultaba un incipiente borrón granate, empezando a caldear el aire”.
33.
“Eran las seis de la mañana, pero la oscuridad
aún reinaba en las calles. En el contorno de las montañas, se perfilaba ya una
sutil línea amarillenta que anunciaba el alba. Pronto la blancura de la aurora
extendería su manto de claridad en el aire”.
34.
“Desde primera hora de la mañana, tras las
sierras contiguas al Almadén, situadas al este, apareció un sol anaranjado que
desparramaba sus rayos por el cielo con total ausencia de reserva”.
35.
“Me
levanté y me asomé a la ventana iluminada por una luna gigantesca, que pintaba
trazos febriles por los tejados y reducía el brillo de los luceros. La noche
primaveral palpitaba con ritmo sereno y transcurría con lentitud en un cielo de
sutiles transparencias. El sosiego astral logró apaciguarme”.
36.
“La
tarde palidecía sumergida en livianas sombras, que oscilaban en el aire dulce
de la penumbra. Las estrellas empezaban a perfilarse en el gris plateado del
cielo”.
37.
“En
el cielo de la primavera despuntó la alborada. Luego se vislumbró un sol
ambarino que deslumbraba los ojos infantiles. Sus tibios rayos inundaron las
calles del pueblo”.
38.
“La
tarde empezaba a abrir cauces hacia el declive de la luz y las sombras se
aproximaban con paso seguro”.
39.
“El
sol escapaba por el oeste. Parecía tener prisa para abandonar nuestras
latitudes. La Charca estaba llena. Sus aguas transparentes reflejaban el añil
del cielo y la vaporosa aglomeración de celajes”.
40.
“Los días continuaron pasando deprisa. El mes
de mayo siguió floreciendo en intensidades y reflejándose en las perfumadas
rosas de los jardines que rodeaban la Charca. El mes de junio entró tímido. El
tiempo era dulce y agradable y las jornadas largas y soleadas, pero aún no se
dejaba sentir el calor”.
41.
“Eran ya cerca de las doce de la mañana. El
sol se propagaba por las cumbres celestes. Sus ardientes rayos vertían tintes
cobrizos por las calles del pueblo. La primavera finalizaría en breve. Mientras
tanto, el verano llamaba a las puertas del tiempo febril de las calimas.
Nosotras buscábamos la sombra”.
42.
“La
luz nacarada del alba anunciaba la llegada del sol, iluminaba los objetos con
su tenue claridad y restaba intensidad a los colores”.
43.
“El
domingo amaneció triste. El pueblo despertaba del sueño nocturno despacio y las
gentes reanudaban sus tareas cotidianas. Con una grotesca melodía y arrastrando
remolinos de polvo, el viento extendió por el cielo unos nubarrones oscuros
que, en poco tiempo, lo cubrieron. No llovió en toda la mañana”.
44.
“De
pronto, una ráfaga frenética de aire nos hizo refugiarnos en el portal de mi
casa. El viento continuó soplando con su lastimera canción de furia. Enseguida
empezó a chispear y después a llover con fuerza”.
45.
“Cansada de aguantar la lluvia, de ser bamboleada
por el viento atroz y de atisbar la desgracia, la tarde se apagaba. Adolecía
con dolientes gemidos de muerte y con espantosos ladridos de perros lejanos y
rabiosos, que parecían vislumbrar la tragedia”.
46.
“Salgo a la terraza. El cielo luce un azul esclarecido
en el cual apenas se divisan las estrellas, porque la luna creciente proyecta
blancos rayos en todas las direcciones”.
47.
“El
mes de junio tenía prisa por desaparecer del calendario. Las clases terminaron
y dieron paso a las vacaciones. El calor, como una bocanada de bochorno y de
celo, se instaló entre nosotros. Los días llegaron a su plenitud en horas de
sol y luminosidad, y comenzaron a decrecer en beneficio de la noche”.
48.
“Durante todo el día, el calor se hizo sentir
con insolencia. Llegada la tarde, empezó a soplar una suave brisa desde el
Moroche y las sierras del sur, refrescando el ambiente estival”.
49.
“El
aire era cálido y sofocante esa tarde. El sol se resistía a ocultarse tras las
lejanas montañas. Se situó en las proximidades de la Serrezuela y lanzaba sus
febriles rayos en todas las direcciones”.
50.
“Una luna grande y blanca, tan lustrosa como
una hogaza de pan caliente, recién salida del horno, apareció cautelosa por los
contornos de las montañas de Bercho. Con generosidad,
tendía hilos de plata por las crestas rocosas”.
51.
“Dimos varias vueltas alrededor de la Charca,
que estaba repleta de transparencias. La luna se reflejaba en su tranquila
superficie y nos regalaba sonrisas mágicas con sus brillos luminosos”.
52.
“La
noche avanzaba con paso sereno. La luna, en lo alto del cielo, con su luz
anaranjada, lanzaba sus rayos por los rincones sombríos”.
53.
“La
tarde era diáfana como el agua de la Charca, que nos regalaba su frescor en las
minúsculas partículas acuosas que cabalgaban en las manos del aire”.
54.
“La
oscuridad comenzó a extender su manto negro por doquier. Era el momento de
regresar a casa”.
55.
“La
suave brisa que soplaba desde las huertas nos refrescaba el rostro y nos daba
aliento para cobijar las ilusiones que albergaban en nuestro pecho”.
56.
“El
estío le daba un tinte festivo y gratificante a los días. El aire era más
cálido y podíamos andar ligeras de ropa y de calzado. La vida cambiaba de color
en ese periodo estival. Del verde primaveral de las plantas y de la variada
gama cromática de las flores, pasábamos a los tonos rojizos y anaranjados
intensos del verano. El sol era una fogata que calentaba los hornos de la
calurosa estación y daba vigor a nuestros sueños infantiles. Los baños en la
alberca de Dorotea resultaron fantásticos”.
57.
“Las primeras jornadas de aquel otoño fueron
una prolongación del verano. Durante el día, el sol era una hoguera caldeando
los campos con la fogosidad de sus rayos, pero las noches eran llevaderas. En
el aire se respiraba un grato olor de productos hortícolas: pepinos, pimientos,
tomates, berenjenas, calabacines y otras hortalizas que los agricultores
cultivaban en las huertas, regadas con las aguas de la Charca, que corrían a
través de las acequias y fertilizaban las tierras.
Los
húmedos maizales aportaban un soplo de frescura y una nota de intenso verdor a
quienes compartían la brisa propiciada por sus matas. A finales de septiembre,
los calores veraniegos cedieron. Llegaron las lluvias con gratas cortinas de
agua y refrescaron el ambiente. Octubre siguió la trayectoria de su precursor.
El otoño, con sus tintes de oro y grana, acabó imponiéndose en el ambiente del
pueblo”.
58.
“Al
salir a la calle, vislumbramos la dulce magia de un magnífico atardecer de
otoño. El sol ya se había ocultado y sus dorados rayos encendían la sutil
esponjosidad de unas nubes elásticas que corrían presurosas hacia el poniente,
dibujando en el cielo graciosas formas. Respiramos con ansia el aire fresco del
crepúsculo y nos impregnamos del deleite singular propiciado por el anochecer”.
59.
“Al
pasar por el parque, nos sorprendió una fresca ventolera que desprendía las
primeras hojas secas de los árboles y las impulsaba a volar por el aire,
ofreciendo un bello espectáculo y entonando una canción de melancolía. La
Charca era un cristal esmerilado que tejía sutiles ondas en la superficie del
agua, impelida por la furia del viento”.
60.
“Me
levanté con sigilo y fui a la ventana. El viento continuaba silbando una
canción siniestra que traía malos presagios en su textura. Las nubes eran tupidas
y oscuras, dejaban claros al descubierto por los que se divisaban las
estrellas, cuyo brillo resultaba deslucido y triste”.
61.
“El
día era tristón. Unos densos nubarrones cubrían el cielo. Las nieblas
comenzaron a descender y nos humedecieron la indumentaria”.
62.
“El
corazón de la noche era un músculo patético y oscuro igual que un pozo sin
fondo. Las nubes cubrían el espacio formando terroríficas figuras de seres
deformes, tarados o monstruosos, que se agitaban con furia y parecían acelerar
la siniestra canción del viento que soplaba en las alturas con su trágica
danza”.
63.
“La
tarde comenzó a menguar su luz para dejarse vencer por las sombras de la noche.
Entonces comprendimos que era la hora de irnos”.
64.
“El
sol acababa de rebasar la línea del horizonte, se escondía detrás de las
sierras cercanas e iluminaba el aire con un pálido resplandor de ocaso. El
ambiente resultaba fresco, soplaba un vientecillo alegre y frío que arrancaba
las últimas hojas de los árboles y las hacía danzar al ritmo febril del crepúsculo.
La Charca parecía un espejo brillante que se agitaba formando graciosas olas.
Sus aguas eran una superficie ondulada, reflejando un cielo azul en continuo
movimiento”.
65.
“A
través del cristal pude ver un cielo negro cuajado de multitud de estrellas,
cuya luz parpadeante me llenaba de inquietud y, a la misma vez, de una paz
interior, difícil de cuantificar. Los astros me hablaban de un mundo
extraordinario, de un universo sin límites, sin cotas y sin trabas y de la
grandeza de su Creador.
Me conmoví
con estos pensamientos y consideré la pequeñez de la persona comparada con
tanta inmensidad. Vislumbré la insignificancia de mi yo y me estremecí”.
66.
“El
día era gris y oscuro. El cielo estaba cubierto por unos nubarrones negros que
incitaban a la melancolía y al miedo a los hechos trágicos”.
67.
“Aquella tarde no brillaba el sol. Los tupidos
nubarrones que cubrían el cielo continuaban inamovibles. El viento no fue capaz
de arrastrarlos. Seguían amenazando lluvia y frío, tragedias y sorpresas”.
68.
“Al
salir a la lonja, seguimos apresurándonos porque estaba diluviando. Los
sombríos celajes que durante el día nos impidieron ver los rayos del sol se
desgarraron en una colosal cortina de agua. Soplaba un viento frío que nos
helaba el cutis”.
69.
“Adela y yo teníamos los pies mojados y
los zapatos llenos de barro. La lluvia fue cejando en su empeño de empaparlo
todo. Escampó poco a poco. Mientras el viento arrastraba a las nubes hacia
otras latitudes, entonaba una canción de melancolía. Se abrieron varios claros
en el cielo, que mostraba un azul oscurecido y anunciaba la proximidad de la
noche”.
70.
“El
cierzo traía en su tesitura bocanadas de aire congelado, que helaban hasta el
aliento, y ecos de melancolía y congoja. En el frío seco de la oscura
madrugada, los ladridos de los perros callejeros sonaban como ecos demenciales
de ultratumba y acarreaban turbadores vaticinios”.
71.
“Nos quedamos un rato calladas y dando vueltas
alrededor de la Charca. El agua era una balsa de sosiego en la que se miraban
los últimos rayos del sol y las vaporosas nubes que jugaban en el cielo. Los
árboles, desnudos de hojas, extendían sus ramas peladas, llenas de enlaces y
conexiones, en el aire frío de la tarde. Aquellos ramajes se parecían a los
dedos largos y delgados del esqueleto humano que teníamos en la escuela”.
72.
“El
sol, cansado de alumbrar, desapareció del cielo. La tarde le hacía guiños al
ocaso. Era la hora de recluirse en el hogar”.
73.
“La
bombilla de la escuela proyectaba una luz amarillenta y débil, la cual no nos
permitía ver la letra pequeña con precisión. A través de las ventanas,
observamos cómo estaban cayendo pequeños copos de nieve, que poco a poco
comenzaron a engrosar. Caían con lentitud, ingrávidos, danzaban unos segundos
en el aire frío y se posaban en el suelo como blancos algodones. Los cristales
acabaron empañándose”.
74.
“Al separarnos, advertimos que estaba
anocheciendo y tuvimos que apresurarnos. Las sombras se desplomaban sigilosas
por los tejados de las viviendas. Al pasar por el parque, comprobamos que los
árboles, desprovistos de hojas, agitaban sus ramas leñosas, repletas de nudos
grises al ritmo de nuestros anhelos.
La
Charca reposaba tranquila. Las aguas ahogaban en su interior las penas y
sinsabores de los vecinos que depositaban la mirada en el ingente caudal para
verter los sentimientos adversos. Aunque estuviéramos tristes, era una delicia
contemplar su placidez y hermosura”.
75.
“El
mes de febrero se estableció en la comarca de Sierra Mágina. Entró con frío y
heladas, pero conforme avanzaba, iba dando aliento a mejores temperaturas”.
76.
“La
noche se precipitaba por las calles lo mismo que una riada cruel de sombras
gigantescas, convocando a la reclusión en el hogar. Las míseras bombillas de
las esquinas no acertaban a iluminar el espacio”.
77.
“El
mes de marzo se instaló en la localidad. El invierno cejó en su empeño de frío
y heladas, dando paso al tiempo húmedo. Algunos días, un rato antes de que
llegara la lluvia, el viento, con sus necias ventoleras, zarandeaba las ramas
de los árboles, repletas de yemas, que esperaban la bonanza de la primavera
para abrir la sutil floración”.
78.
“Las tres amigas juntas nos fuimos al parque.
El tiempo era apacible. Había mucha gente jugando y comiendo chucherías. La
Charca lucía un espléndido azul turquesa, reflejo del sol sobre la plácida
superficie de las aguas.
Los
árboles cuajaban despacio su efímera floración; las ramas estaban cubiertas del
llamado en estas tierras, pan de pastor; la savia, aliada con el viento, pronto
impulsaría el desprendimiento de los pétalos y el advenimiento de las hojas,
que los adornarían durante algunos meses”.
79.
“En
el cielo de la tarde, danzaban algunas nubes etéreas, que se teñían de oro y
granate con el escurridizo sol de poniente”.
80.
“Cuando salimos a la calle, la noche se había
adueñado del espacio. La oscuridad sólo se atenuaba con las débiles bombillas
amarillentas ubicadas en las calles principales. Las sombras danzaban por los
rincones jugando al escondite con las dudas que nos atoraban el pecho”.
81.
“Llegadas a la huerta, atisbé el amarillo de
los jaramagos como una dinámica de rayos solares penetrando mi retina; el verde
intenso de la hierba era una sucesión de esmeraldas a ras de tierra; el azulado
de las campanicas, trozos de cielo agitándose en el aire y el rojo de las
amapolas, una ristra de corazones meciéndose al compás de la brisa.
Los
olivos resultaban gigantes, sacudiendo sus ramas en el contraluz febril de la
tarde primaveral. Para mí y mis cálidas ensoñaciones, aquel entorno agreste era
mágico y peculiar”.
82.
“Di
a Juanita trozos de piedras porosas para jugar y me senté con ella sobre las
toscas que formaban parte de una acequia. Por la misma corría un brazo de agua,
que venía de la Charca, cuyas compuertas abrían cada día los regadores para
refrescar los terrenos situados bajo su nivel. Olía a musgo, a hierbabuena y a
ovas. El suave perfume de las plantas me abocó a permanecer soñando”.
83.
83.- “Los paisajes en escalera de las
huertas, sembradas de habas o de cebada, con sus olivas de troncos retorcidos,
adornadas de una incipiente floración e inclinadas sobre el poyato de abajo,
desde aquella altura, se veían mejor”.
84.
84.- “Me asomé a la ventana y divisé una
noche bella y oscura. Mirando hacia arriba, percibí el pálpito del mundo,
latiendo en aquel bebé recién nacido que llevaba mi sangre, y vislumbré en el cielo
un montón de radiantes estrellas, que me hacían guiños de felicidad y
desplegaban sus rayos al compás de mi pecho”.
85.
“La
noche lucía tintes sombríos. Las nubes, arrastradas por una
fuerte ventolera, mostraban la apariencia de escurridizos fantasmas que
deambulaban por un cielo turbio, ocultando en su interior espantosos
presagios”.
86.
“Aquella tarde vino Valeria a buscarme.
Salí con ella y nos fuimos a pasear por el parque, cuyos jardines estaban
llenos de rosales y éstos, cuajados de bellas flores que aromatizaban el
ambiente y le daban al lugar calidad de paraíso. Había rosas de varios colores:
amarillas, rojas, granates, blancas y sonrosadas.
En
este entorno, yo me sentía igual que si estuviera en el Edén. Por el contrario,
en el alma de mi amiga existía una tristeza de velatorio, que no lograba
eludir”.
87.
“La
tarde empezó a apagarse con visos ocres y cobrizos. El ocaso cubría nuestro
corazón. Era la hora de volver”.
88.
“El
sábado amaneció un día espléndido. Un sol brillante derramaba tintes
resplandecientes sobre los campos. A medida que transcurrieron las horas, el
cielo se cubrió de negras nubes impidiendo el paso de la luz y apagando mi
corazón”.
89.
“Sentadas, vimos desfallecer la tarde. El sol
ya había rebasado la línea del lejano horizonte. La Charca era una balsa de
aceite. Observé el agua y atisbé en aquella superficie en calma un ingente
demonio con cuernos, rabo y tridente. Las caprichosas nubes rojizas extendidas
por el cielo, a modo de sutiles gasas, eran las responsables de la espantosa
imagen. ¿A qué protagonista de tan lamentable historia representaría? Sería a
mí, que conduje a un deficiente mental a una terrible trampa que podía resultar
mortífera”.
90.
“En
los árboles del parque, los pajarillos entonaban alegres gorjeos y ejecutaban
nerviosos revuelos para despedir la luz del sol. Sin embargo, yo no estaba para
cánticos celestiales ni para cadencias de felicidad”.
91.
“El
apagón duró toda la noche. Tuvimos que cenar y acostarnos con la luz de la
vela. En el momento de irme a dormir, miré a través de la ventana. La oscuridad
era absoluta y el cielo estaba cubierto. Siquiera existía un diminuto hueco por
donde pudieran asomarse las estrellas. Los perros ladraban en la lejanía de las
sombras. Sus horribles aullidos presagiaban crueles venganzas y terribles
catástrofes”.
92.
“La
escasa luminosidad crepuscular sembró mi alma de dudas y de sinsabores y mi
corazón, de miedo, resentimiento y malos augurios”.
93.
“La
tarde exhibía un viso turbio y mostraba imágenes borrosas en su nebuloso
cielo”.
94.
“La
tarde parecía un balcón cerrado a la luz del día y abierto al ocaso, a la
melancolía, al pánico y al llanto”.
95.
“A
través de la ventana abierta, escuchamos tocar las campanas. Su sonido resultó
un quejumbroso lamento para llorar la muerte de las hijas del pueblo y para
convocar a los habitantes de la localidad al respaldo a la familia de las
difuntas, a la reflexión y al rezo”.
96.
“Un
sol ambarino asomaba por la montaña. Sus rayos vertían tintes dorados por el
lejano horizonte y ensangrentaban los nubarrones que se extendían por el
cielo”.
97.
“La
luz difusa del ocaso penetraba a través de los visillos de la ventana”.
98.
“Cuando salimos a la calle, la noche se
descolgaba desde las alturas para dar aliento a la oscuridad. Las sombras nos
envolvieron con sus brumas tenebrosas. En lo profundo del alma percibí el sello
deprimente del vacío, la huella de la muerte y una sensación de fracaso en mi
propia existencia”.
99.
“La
tarde se oscurecía cubierta por opacos nubarrones. El ocaso se precipitaba en
el pueblo y engrandecía las sombras en las laderas de mi pecho”.
100.
“La noche era dulce y placentera. Las
estrellas brillaban en el cielo con gesto de complicidad para mi causa. Con sus
acompasados movimientos, la brisa abanicaba mi alma. Su silbido suponía para mí
una melodiosa nana, que sonaba en mis oídos en clave de armonía”.
101.
“La
noche era plácida. Por la ventana abierta, entraba una brisa suave que
refrescaba el rostro e invitaba a la calma, pero yo no podía sumarme a esa
serenidad. Tardé bastante en sosegarme. Los minutos sin descansar fueron para
mí tan patéticos y dolorosos como alfileres clavados en el alma”.
102.
“En la trayectoria de las jornadas
hostiles, el otoño empezó a gestar su orgía de desapacibles ventoleras y de
frescas lloviznas. Tocó los árboles de los parques con su soplo helado y cambió
los tonos verdes de sus hojas por dorados opacos, rojizos apagados, ocres
tristes, grisáceos deslucidos y marrones sin brillo.
103.
Los paisajes, ausentes de calidez y de
luminosidad acrecentaban el sabor agrio del tedio que me inundaba y daban vía
libre a la melancolía”.
“Las hojas de los árboles mostraban
tonalidades rojizas, amarillentas y ocres. Estaban a punto de desprenderse de
las ramas y comenzar la danza del otoño. Los gorriones se apresuraban en la
ejecución de sus últimos gorjeos para despedir el día”.
104.
“La
tarde empezó a desangrarse tildando de rojo las nubes del poniente. De súbito,
una ráfaga de viento silbó en las alturas y descendió vertiginosa hasta el
parque de la Victoria entonando una destemplada melodía otoñal que arrastró
muchas de aquellas hojas doradas, las cuales se desprendían presurosas y
dolientes de las ramas de los frondosos árboles”.
105.
“El
sol estaba a punto de rebasar los límites del horizonte, hacía espejuelos desde
su posición actual y tildaba de carmesí unas nubes decorativas que adornaban el
cielo. El aire daba vía libre al crepúsculo. Empezaba a atardecer”.
106.
“La noche se precipitó en el espacio con
el ánimo de encerrar la luz del sol en el baúl gigantesco de la oscuridad. En
lo alto del cielo, las estrellas me hacían guiños y me inculcaban aliento”.
107.
“La
oscuridad empezaba a precipitarse en los edificios igual que la ola gigantesca
de un tsunami sobre la playa. Hacía mucho frío. La nieve cuajó en los rincones
y en los tejados. Las calles estaban mojadas y escurridizas. La despedida fue
tan triste como el reflejo de un rayo de luna enredado en las húmedas gasas de
una noche antojadiza, porque ignorábamos cuándo volveríamos a vernos”.
108.
“A
través de la ventana, vislumbré cómo agonizaba la tarde. Estaba repleta de
brillos encarnados y trazos de dolor y llanto. La noche empezó a desplomarse
sobre la ciudad como un costal repleto de pesadas sombras”.
109.
“Durante el viaje, miraba a través de las
ventanillas. La magia del paisaje me estimulaba a sentir la vida en colores: el
azul profundo del cielo, el verde penetrante de la vegetación en sus diversas
tonalidades, el amarillo, el violeta, el anaranjado y el rojo de las
florecillas silvestres me incitaron a soñar con Marcos”.
110.
“El
sol se ocultaba por el horizonte y la tarde bordaba nubes púrpuras de
terciopelo en la cúpula celeste”.
111.
“La
tarde empezó a vestirse de sombras. La noche, agazapada en los callejones,
anhelaba adueñarse del espacio”.
112.
“El
estío aún encendía sus hornos para desparramar luces y calimas por esas
latitudes. Agosto apuraba sus jornadas veraniegas”.
113.
“La
tarde nos regala la plata de su luz en declive. El sol se ocultó hace un rato
detrás de las montañas. Ahora delimita los contornos con su lápiz encarnado”.
114.
“El
ocaso ha desvanecido la luminosidad de la tarde. Vemos las casas y las calles a
través del velo opaco del anochecer. En su fuga hacia la oscuridad, la luz
acapara las sombras, las emborrona, las agranda y se pierde en ellas para dar
vuelos a la noche”.
115.
“A
través de la ventana, veo la noche derramarse por las calles con la misma
presteza con que el agua de la Charca se vierte en las acequias para regar las
huertas y los olivares”.
116.
“El
cielo, cuajado de misteriosas brumas, es tan inmenso y enigmático como el mar
de olivos de nuestra tierra. La suave brisa de finales de primavera refresca mi
rostro. Los edificios duermen tranquilos. El silencio se interrumpe con el
ulular de una lechuza en la lejanía. Atisbo los revoloteos de los murciélagos
trazando líneas invisibles en el aire opaco de la noche”.
117.
“Por el naciente se recortan las siluetas del
Almadén y de las sierras colindantes en tonos azafranados. La luz blanca de la
mañana me produce un sucinto bienestar; es una claridad frágil acompañada de un
aire fresco que estimula el ánimo y elimina la pereza”.
118.
“En
los corazones de mis amigos late el deseo de pasear por el parque. Durante el
trayecto, recordamos los tiempos de nuestra infancia: en la época estival, y a
estas horas de la mañana, los labradores con sus bestias volvían de regar y de
cultivar la huerta y las olivas.
Despedían
un aroma intenso a hierbas silvestres, a hortalizas y a esfuerzos corporales:
respirando el olor dejado a su paso, parecía que uno mismo se encontraba
inmerso en ese lugar”.
119.
“Los árboles, testigos de nuestros juegos
infantiles, están aquí. En sus ramas revolotean felices los pajarillos y
entonan alegres trinos para saludar al nuevo día, cuyo sol nos hace guiños
entre las hojas verdes. La Charca está llena de agua”.
120.
“Paseamos alrededor de la Charca sin dejar
de contemplarla. Es un espejo sosegado que refleja el cielo, una desbordante
claridad líquida que nos cautiva. Luce un turquesa tan penetrante que enamora”.
121.
“Los rayos del sol penetran en el agua e
irradian brillos amarillentos en la superficie ondulada. Una brisa amable
empieza a soplar peinando con suavidad las ramas de los árboles y
acariciándonos el rostro”.
Después de esta larga introducción
sobre las preciosas descripciones anteriores, es mi deseo opinar sobre algunos
de los aspectos, llenos de sencillez y de una gran humanidad, que he encontrado
en “La furia del viento”. Al final, intentaré realizar un breve resumen de
importantes valores encontrados en los distintos capítulos de tu novela.
1.-
Nuestro pueblo
Hay un poema de Francisco Almagro,
titulado “La fuente”, que me gusta muchísimo y he recitado continuamente, a
tiempo y a destiempo, tanto en el colegio, como en el instituto y en el centro
cultural con motivo de las “semanas del mayor” organizadas por el equipo de
Cáritas de la parroquia.
También
me lo he recitado a mí mismo en distintos momentos de mi vida, recreándome en
la verdad de su contenido. El poema, tras comparar los ríos con las fuentes,
dice primorosamente sobre estas últimas:
“La
fuente es donde nacimos
y
vimos la luz primera,
donde
cien veces reñimos
en
la calle y en la escuela
para
seguir siendo amigos.
Yo
a mi fuente volveré
cuando
se acerque el final,
porque
allí canté y lloré
y allí
quiero terminar
la vida
que allí empecé.
Nada
me importan los ríos
que van
corriendo hacia el mar.
yo
me iré junto a los míos,
cuando
para caminar
me estén
faltando los bríos”.
¡Qué bien describes tú esta misma
verdad al comienzo del segundo capítulo! (sin duda alguna uno de los fragmentos
que más me ha gustado de todo el relato):
“Los lugares donde vislumbramos la luz
primigenia del alba, en donde abrimos los ojos por primera vez al mundo y en
los cuales vivimos la infancia, siempre habitan en nuestro interior,
alimentando la vida, los deseos y la nostalgia amable.
Se ocultan en los recovecos del
corazón y van dando alientos a la existencia cotidiana. Son el motor de la
misma, unidos a otros que revistieron de ilusiones la adolescencia y la
juventud.
Nos dejan recuerdos cordiales de
juegos, amores, afectos, experiencias, rutinas, anhelos y travesuras
infantiles, de los sueños que un día despertaron en el pecho y nos afanamos en
perseguir, de las amistades con quienes compartimos las vivencias, de los
triunfos y de los fracasos pueriles y, en definitiva, de las heridas del alma
que aún necesitan remedios paliativos”.
¡Imposible definir mejor nuestro
pueblo, nuestra fuente! He aquí el primer aspecto de tu novela, que aparece en
todos y cada uno de los momentos del relato, llenando de recuerdos mi alma y la
de todos los que hemos tenido la suerte de nacer pegalajeños. ¡Gracias de
nuevo!
2.-
La familia
Totalmente entrañable la familia de
Elvira, formada por los seis miembros que tan acertadamente describes:
“Papá, un campesino que cultivaba los
olivares de sus progenitores y tenía a su cargo varios jornaleros; mi madre,
ama de casa; el abuelo y tres niñas: Claudia, la mayor; Juanita, la más
pequeña, y la mediana, una servidora, Elvira”.
Quiero detenerme, de manera muy especial,
en cuatro miembros de la familia:
– Elvira.
– Juanita.
– Claudia.
– El abuelo.
Las figuras del padre y de la madre
aparecerán dibujadas en los retratos de sus tres hijas e incluso en la del
abuelo.
3.-
La escuela
La escuela unitaria y sexista a la que
asisten Elvira y sus amigas está presente durante toda la narración. ¡Cómo me
he visto transportado a la que asistimos mi hermano y yo! ¡Cuántas vivencias
comunes, coincidentes con las que narras con todo lujo de detalles, vividas por
mí antes de marcharme al Seminario!:
Las
jornadas, cantando villancicos para acompañar a María y José camino de Belén;
las “flores” dedicadas a la Virgen durante todo el mes de mayo; la leche
americana que bebíamos en nuestros jarrillos de lata durante las mañanas de
invierno; las lecciones aprendidas en la enciclopedia Álvarez; los juegos
diarios con la comba (a la barca y al duble) y otros entretenimientos diarios
como el pañuelo, el corro, el colache, la pita, el plumero, el trompo, las
bolas, etc.
¡De
nuevo mi agradecimiento sincero por hacerme recordar aquellos años felices de
mi infancia!
He aquí dos fragmentos sueltos de esta
escuela, dirigida por una gran maestra, a la que has dedicado muchos momentos
del relato:
“La
mayoría de las niñas asistentes a la escuela se marchaba a los doce años para
ayudar a sus padres en las tareas domésticas y en la recolección de la
aceituna. Otras se iban a los diez: tenían que cuidar de sus hermanillos y de
los ancianos de la familia o entrar de aprendizas en un taller de costura. A
otras las ponían a servir en casas de los pudientes, aunque sólo fuera por la
manutención. La escasez de recursos en muchos lugares del pueblo era
desoladora”.
“La mayoría de las alumnas de la
escuela procedía de familias muy humildes. En sus domicilios se malvivía de
forma habitual. Algunas compañeras iban a clase sin tomarse el desayuno, a
causa de la gran escasez habida en los hogares. La maestra, a la hora del recreo, daba a varias niñas alimentos
que cogía de su propia despensa”.
Basten los dos fragmentos anteriores
para dejar retratadas las circunstancias de la escuela que vivimos mis
hermanos, yo y tú misma. Podía haber escogido otros muchos, pero baste con
éstos.
Sólo
deseo dejar constancia de la figura serena de doña Lola, la maestra, preocupada
siempre por sus alumnas, a algunas de las cuales, como ha quedado reflejado
anteriormente, alimentaba durante el recreo, dada la miseria reinante en el
pueblo.
Doña Lola deja en buen lugar al docente
de aquellos años de posguerra, distanciándose muy mucho de algunos maestros de
niños de aquel entonces, convencidos de la necesidad de llevar a la práctica el
dicho popular de que “la letra entraba con sangre”.
De
todos modos, honor a todos aquellos maestros y maestras de nuestra infancia que
nos educaron y nos enseñaron a leer y a escribir, a pesar de las circunstancias
adversas y de las dificultades que entrañaban las escuelas unitarias.
4.-
Las amigas
Primera descripción de Dorotea, Adela y
Valeria:
“En la escuela encontré a mis
mejores amigas: Dorotea, la hija del médico del pueblo. Su atuendo y sus
enseres escolares causaban admiración y envidia a las alumnas de mi clase,
incluida yo. A mí me hubiera gustado poseer sus juguetes, lucir sus vestidos,
calzar sus zapatos y leer todos sus libros.
Después,
Adela, la hija de una familia pobre. Su madre estaba sirviendo en la morada de
unos señores ricos de la localidad para sacar a los suyos adelante y su padre
trabajaba en el campo cuando le avisaban.
Y
Valeria, una niña prudente y singular, hija de un empleado del ayuntamiento y
de una mujer con bastantes recursos y habilidades humanas”.
Las
cuatro amigas aparecen desde el principio hasta el final de la narración,
llenando el relato con sus diarias aventuras. Quiero detenerme en Elvira y su
relación con Marcos, y sobre todo en la figura de Adela, perfectamente
caracterizada por ti, dado su especial temperamento y las difíciles
circunstancias económicas vividas por ella.
Aparco
un poco a Dorotea y a Valeria, aunque también ellas serán protagonistas en
algunos de los fragmentos que aparecen más adelante.
5.-
Marcos y Elvira
En primer lugar, detengo mi atención en
el gran amor vivido entre Elvira y Marcos:
“En París comencé una segunda vida,
viviendo en plenitud el amor con mi querido Marcos, que me amaba con locura, de
la misma forma que yo lo amaba a él”.
Pero, en las relaciones amorosas de
todos los matrimonios, surgen a menudo momentos de discordia:
“Aquella etapa de paz dio vía libre
a otra menos pacífica en la que debíamos abordar muchos problemas cotidianos.
Entonces aparecieron las brumas de la discordia, con altercados y discusiones
diarios”.
El amor, en su pureza más genuina,
queda redactado por ti en el momento del accidente de Marcos y muy
especialmente tras su sentida muerte.
¡Qué bien recoges los sentimientos de
Elvira al perder a Marcos!:
“Me siento desligada del universo,
sola y hueca por dentro. Soy una rama desprendida de un árbol que ha perdido
sus vínculos con la naturaleza, porque ya no corre por sus venas la savia que
la unía al tronco para mantener las hojas verdes e impulsar nuevos brotes”.
“Los días son para mí un suplicio,
una corriente continua de aguas turbias, un caudaloso río arrastrando, en su
vertiginoso fluir, lo que soy ahora, mis penas, mis desencantos y mis fracasos.
Ya no
tengo alegrías ni anhelos de prosperidad ni sueños. Los tuve cuando Marcos
estaba conmigo y éramos felices. En este tiempo cruel, la existencia se me ha
convertido en una pendiente demasiado empinada, la cual me cuesta subir”.
Y, junto al recuerdo permanente de
Marcos, el de su familia:
“El
recuerdo de Marcos da vueltas en mi cabeza y se mezcla con otros de mi
infancia. Mi familia aparece en la película que visualizo ahora. Sus miembros
desfilan ante mis ojos con una gracia singular. Deseo continuar al lado de
todos ellos porque iluminan mi vida de una manera muy especial”.
También hay otros amores que quedan
reflejados a lo largo y ancho de la narración: el de los padres de Elvira y el
de la tita Leonor con Enrique, que nos hacen reflexionar sobre este aspecto tan
importante de la vida humana.
6.-
Adela
Perfectamente caracterizada, se
convierte en una de las figuras principales de todo el relato.
La escasez de recursos y de miseria
auténtica queda reflejada muy bien en esta especial amiga de Elvira, que vivía
en una de las muchas cuevas del pueblo junto con sus padres.
– “Te he traído estas perras gordas
para que puedas comprarte el cuaderno y los lápices que necesitas”.
– “La familia de Adela es pobre, la
mujer está sirviendo y cobrará una miseria.
El hombre está siempre en la taberna”.
“Yo sabía que Adela era una niña
problemática, a veces descarada, arisca y agresiva, pero ostentaba una potencia
interior y una desenvoltura de las que carecíamos las demás. Su vida resultaba
más difícil que la de todas nosotras. Sus circunstancias familiares eran muy
complicadas”.
Doña Lola me decía:
– “Adela está pasando un mal trago y
tenemos que ayudarle a superarlo. Tú eres su mejor amiga. No la dejes y sé
comprensiva con ella. Si notas algo raro en su conducta, infórmame para poder
socorrerla”.
“Aseveré con la cabeza. Yo también
me preocupaba por Adela. Era desenvuelta y hábil, pero su situación familiar
resultaba complicada. Siempre parecía enfadada por algo, como si la existencia
para ella fuera como un continuo resbalón en el fango y, en algunas ocasiones,
cayera y se llenara de lodo.
Miraba
la vida y los sucesos con aires de indiferencia y cotidianidad, igual que si
tuviera experiencia en todo o estuviera de vuelta de esas vivencias. Andaba
buscando pelea con las compañeras a menudo. ¿Sería esa actitud una respuesta y
una vía de escape a sus problemas? ¿Qué le estaría sucediendo?”
“Adela, con su astucia y su gran curiosidad
de siempre, lograba enterarse de todo. Andaba por el pueblo y recogía
chismorreos de acá y de allá y, como era tan sagaz, acababa averiguando los más
enrevesados sucesos. Luego los cotilleaba por doquier para dárselas de
importante. Tal vez eso lo utilizaba a modo de recurso de defensa eficaz para
salvaguardar sus múltiples carencias y penalidades”.
“Cuando el facultativo entró en la
cueva de Adela, observó manchas de sangre oscurecidas por la humedad. El cuerpo
de su madre, sin vida, estaba tirado cerca de la entrada. La hija se abrazó a
ella hecha un mar de llanto, de gemidos y de descontrolados gritos. Al padre,
huido, no lo vieron por ningún sitio” (después será encontrado muerto tras
un accidente).
“El pueblo se hallaba revolucionado
con este suceso. Las gentes hablaban con mucha pena de esa niña, casi
adolescente, que había perdido a su madre de una forma tan dramática, mientras
el padre huía de su hogar”.
“La vida había lanzado a Adela a la
oscuridad más absoluta, al temporal más turbulento y al abismo más profundo.
Quienes la amábamos debíamos conseguir que se abrieran las ventanas de su pecho
y que la luz iluminara de nuevo su existencia. No obstante, habría de pasar
algún tiempo para que cicatrizaran sus heridas y sanaran sus llagas”.
7.-
Juanita
La niña, inocente y desvalida, ocupa
muchos momentos de la novela. La preocupación de toda la familia, para que
fuera feliz y no sufriera, constituía el principal anhelo de sus padres,
hermanos y abuelo.
“A Juanita la cuidábamos entre todos.
Al salir yo de la escuela, debía encargarme de ella y sacármela a jugar”.
“Todos
tratábamos a la niña, como solíamos llamarla en la familia, con un cariño
exquisito, que yo solía imitar, no por imposición ni por miedo a los regaños,
sino porque Juanita era un ser muy entrañable para mí.
Cuando
estábamos en casa y me tocaba cuidarla, me dedicaba a enseñarle canciones,
retahílas, adivinanzas y juegos, que ella asimilaba despacio y acababa
aprendiendo”.
“Yo disimulaba en la escuela para que
mis compañeras no advirtieran que Juanita era un caso especial, aunque ellas lo
sospechaban. En mi casa no decía nada, con la idea de que mi familia no
sufriera”.
“Doña Lola, la maestra, le comentó
al inspector que mi hermana padecía retraso mental, de ahí sus dificultades
para asimilar las enseñanzas. Él le aconsejó sobrellevarla y respetar su ritmo
de aprendizaje, sin hacerle imposiciones”.
“Juanita corría alrededor del
banquillo donde estábamos sentadas. Su rostro era el vivo retrato de la felicidad.
En su inocencia, ella era quien más se divertía”.
“La vecina trajo a Juanita nada más a
entrar en casa. La pequeña empezó a repartir besos y abrazos, risas y gestos
graciosos a diestra y siniestra. Su alegría nos ayudó a obviar por un rato las
penas que nos oprimían; su inocencia y su candor nos cautivaron”.
Al final daré mi opinión sobre el
cariñoso trato que recibe Juanita por parte de los distintos miembros de su
familia.
8.-
Claudia
Las especiales
relaciones entre Elvira y su hermana Claudia están magníficamente retratadas.
Sobre todo, llama la atención la perfección con la que dejas escrito el
carácter de esta última.
“Quise responder a
la opresora, pues no soportaba ya su tiranía. Estaba harta de sus
intransigencias y del despotismo con el que me trataba. Sus exigencias no podía
ya soportarlas”.
“Aunque lo mejor sería obedecerla
para evitar discusiones, me atrevía a enfrentarme a Claudia, insultándola. Eso
era demasiado. En posición fetal esperé temerosa su réplica, que no tardó en
llegar. Me dio un codazo en la espalda que me cortó el hálito, mientras
rezongaba”:
– “Niñata, no me insultes ni me
desafíes, que lo puedes pagar muy caro”.
“Claudia no quería ni salir con
Juanita ni quedarse con el abuelo. Prefería irse con sus amigas. A mí me
gustaba más irme, pero si tenía que cuidar al abuelo, me resignaría. Lo echamos
a suerte y me tocó salir. Mi hermana gruñía y maldecía sin parar”.
“El dinero había desaparecido y pensé
decírselo a mi madre, pero recordando las amenazas proferidas contra mí tantas
veces, desistí de mi propósito.
Si
ella las ponía en práctica, aunque yo me chivara de lo suyo, saldríamos las dos
perdiendo. Reflexioné acerca de la manera de vengarme de la tirana. Por el
momento, no hallé ninguna”.
“Escuché a mis padres susurrar
bajito, resaltando el mal comportamiento de Claudia desde que tenía uso de
razón, su carácter fuerte y en ocasiones violento, lo desobediente y despótica
que se mostraba.
Mi madre afirmó que era un castigo por
no haber advertido, en su día, las malas intenciones de aquel malvado, cuyo
espíritu estaría achicharrándose en el infierno” (al final
descubriremos que Elvira y Claudia sólo eran hermanas de madre).
9.-
El abuelo
Totalmente entrañable la figura del abuelo,
tratado con mimo y cariño por toda la familia, muy especialmente por Elvira.
“El abuelo nos contaba cuentos e
historias de su vida para distraernos. Sus relatos despertaban mi curiosidad
infantil y me ayudaban a soñar en un mundo de fantasía donde el débil vencía al
fuerte valiéndose de su habilidad y de su experiencia, y los animales hablaban
y tenían propiedades humanas. Al final, siempre ganaba la bondad y la
clarividencia”.
“El abuelo nos incitaba a aprovechar
el tiempo de la escuela y a aprender lo que la maestra nos enseñaba”.
– “Vengo a cuidarte, abuelo. Mi
madre no puede subir ahora – susurré, antes de estamparle en la mejilla un beso
que él correspondió con otro”.
“Le di un analgésico y un vaso de
agua. Apagué la luz, me puse a su lado y le cogí una mano para manifestar mi
presencia. Estuve allí hasta que se durmió”.
“Juanita y yo nos dirigimos a la
escuela y Claudia se fue al taller de costura. El abuelo se encontraba mejor y
se quedó levantado. Mi hermana y yo le ayudamos a vestirse y a sentarse en el
sillón”.
“Transcurrido el verano, la salud
del abuelo se deterioró. Algunos días no quería levantarse y cuando lo hacía,
se negaba a salir a la calle. Pasaba el tiempo sentado en su sillón. Con el
avance del otoño, fue debilitándose aún más. Se volvió dependiente en cualquier
actividad. Algunas veces, yo me quedaba con él haciéndole compañía”.
“Me abracé al abuelo llorando y
permanecí con la cabeza en su hombro un rato. Oía el ritmo lento de su
respiración y notaba el pálpito de su pecho. Tales percepciones llenaban mi
alma de paz”.
“Comprendí que la vejez es muy
triste y que a nuestros ancianos debemos darles mucho cariño. Si tienen familia
o alguien para cuidarlos y atenderlos, toleran mejor su situación. Pero, si
están solos y no hay nadie para ocuparse de ellos, el tema es mucho más
patético y desolador”.
“Llegué a la conclusión de que las
tristezas y las alegrías son entidades opuestas que las personas experimentamos
a diario, forman parte de la misma esencia individual y están integradas en la
legítima identidad humana.
No existe ni la felicidad plena ni la
melancolía continua. La vida es la imagen de la plenitud en este mundo y la
muerte, la carencia de todo. A las agujas del reloj de mi abuelo le quedaban
aún bastantes vueltas que dar por su esfera, aunque estuvieran ya un poco
oxidadas”.
“Al conocer la muerte del abuelo, me
quedé paralizada y mi corazón se estremeció. Las lágrimas acudieron a mis ojos
y los inundaron como una riada adversa.
Intenté recordar al abuelo vivo y
conversando con nosotras, contándonos historias y cuentos que nos hacían reír,
soñar e imaginar mundos mágicos y fantásticos y sucesos maravillosos. Entonces
una sonrisa amable anidó en mis labios. Procuré que este recuerdo feliz llenara
mi corazón, para que Juanita estuviera contenta y no advirtiera nada raro.
Después no pude evitar las lágrimas y la pena inundó mi alma”.
“Mirando al abuelo inerte y
desprovisto de aliento, entendí que la vida era un camino árido que nos conducía
a la muerte sin remedio: nacer, crecer, reproducirse y morir. Ésas eran las
características de los seres vivos, que estudiamos en la escuela a principios
de curso. Entonces no comprendí el mensaje que encerraban esos verbos en todo
su significado y amplitud.
Mi abuelo ya había hecho ese recorrido.
La muerte lo había apresado con sus siniestros dedos de sombra y ya había
acabado su trayectoria en este mundo”.
“Para su bien, el abuelo sólo
atesoró cariño. Él seguiría viviendo en nuestro corazón mientras nosotros
conserváramos la vida”.
10.-
Josele
La figura de Josele aparece en muchas
ocasiones a lo largo del relato. Su carácter y su manera de ser están muy bien
reflejados y son otro importante logro de tu novela que quiero valorar.
Precisamente, el joven afeminado,
denostado por todos, es la persona sensata que prestaba siempre su acertado
consejo a Elvira, que se desenvolvía con soltura en todas las materias, y
ampliaba diariamente sus conocimientos, su madurez y su formación leyendo
cualquier libro o periódico que cayera en sus manos.
En ocasiones se burlaban de él,
tratándolo de marica.
“Me contó papá que, cuando Josele se
fue de la barbería, empezaron las risitas, las burlas, los comentarios y los
cotilleos sobre el muchacho. La mayoría de los presentes lo despreciaban por
ser afeminado. Unos decían que era una enfermedad; otros, una inclinación
morbosa o una manera de ser, de pensar y de actuar viciada. También se
atrevieron a aconsejar a mi padre que no me permitiera juntarme con él, pues
podría perjudicarme”.
Mi padre, sin embargo, me decía:
– “Este joven nació así y hay que
aceptarlo y quererlo como es”.
“Agradecí a papá su opinión sobre
Josele. Añadí que era comprensivo, amable y generoso y siempre estaba dispuesto
para arrimar el hombro.
Conmigo
actuaba de ese modo desde que le conocí. Me ayudó muchas veces. Mi padre lo
comprendió enseguida y me aconsejó hacer yo otro tanto”.
“Noté
la necesidad que tenía Josele de hablar conmigo y me dispuse a escucharlo. Me
contó que tenía problemas en la escuela con algunos niños, que siempre estaban
burlándose de él por su inclinación sexual. Le aconsejé no dar curso a esas
burlas y, si los compañeros seguían molestándolo, comunicárselo al maestro, que
era el encargado de poner orden en la clase”.
“Desde
el momento en que Josele me contó que tenía dificultades en la escuela, yo
andaba inquieta por él. Siendo un muchacho tan generoso y comprensivo con los
demás, sus camaradas no tenían compasión de él.
Era
un amigo entrañable que siempre estaba ahí para ayudar. Hacía reír al grupo y,
por si esto era poco, era muy inteligente y estudioso. A todos los que nos
juntábamos con él nos daba vueltas en conocimientos, en prudencia y en madurez.
Era un adulto encarnado en un adolescente. Él no merecía el trato vejatorio y
las bromas pesadas de sus compañeros”.
“El
mundo es injusto. Deja que los que siembran la paz, el amor, la amistad, la
generosidad y tantas virtudes sufran la incomprensión y el desdén de sus
semejantes y sean ignorados por los adultos, que deberían salir en su defensa.
Aquella sociedad permisiva, machista y selectiva tenía mucha culpa de esas
conductas nocivas y absurdas que la población infantil y adolescente
desarrollaba”.
“Tumbaron
a Josele en el suelo y lo amarraron por las manos a un pino. Cuando intentaba
moverse o forcejeaba para escaparse, alguno de los sayones le ponía un pie en
el estómago y apretaba hasta hacerle gritar de dolor.
Le
abrieron la bragueta y procedieron a restregarle ortigas en sus partes íntimas
y a burlarse del tamaño de su pene. Mostraron los suyos, que se estiraron al
manipularlos. Desinhibidos, se masturbaron y eyacularon sobre la víctima.
Luego, le echaron varios puñados de tierra en los genitales y algunos se mearon
encima.
No contento
con lo hecho, el más chulo de aquellos bárbaros sacó una navaja y dijo que iba
a caparlo. Le taparon los ojos y la boca con unos pañuelos para que no pudiera
ver ni gritar”.
“Una
vez en casa, se cortó las venas con una cuchilla a la altura de las muñecas.
Prefería morir a ser capado por aquellos o por otros malhechores, de esos que
abundaban en el mundo y tanto odiaban a los homosexuales, a los que llamaban
con rencor y de manera burlesca maricones y mil nombres despectivos.
Los
padres se apresuraron en vendar las muñecas del muchacho para que no se
desangrara y lo llevaron al hospital de Jaén, donde estuvo varios días
ingresado luchando entre la vida y la muerte”.
“Cuando
Josele regresó a su hogar, la vida se transformó para él en un suplicio. No iba
a la escuela porque temía encontrarse con los que le hicieron tanto daño y no
salía a la calle por la misma causa”.
“Los
padres pensaron que su hijo debía cambiar de aires para que su espíritu se
abriera al mundo y advirtiera la existencia de otros lugares donde se podía
vivir en paz y en los cuales las gentes respetaran las diferencias
individuales. Desplazados a Jaén, Josele encontró en su nuevo instituto un
profesorado que daba ejemplo de tolerancia y de comprensión al alumnado”.
Un
dicho popular del director podía hacer cambiar su vida:
“En
la diversidad de culturas, razas, lenguas, religiones, etnias, caracteres y
rasgos personales está el equilibrio y la alegría de este mundo, en el cual no
hay dos seres iguales”.
11.-
Las titas
Entre el completo estudio de caracteres
que realizas a lo largo de toda la novela, hay que mencionar de manera muy
especial a las dos titas de Elvira (las “Vinagre”). En los siguientes
fragmentos, algunos de sus rasgos:
“Cecilia y Ramona habían desdeñado a
bastantes novios, al creerlos de inferior categoría a la suya. Los que a ellas
les gustaban ponían sus ojos en otras mujeres de clase superior. Las gentes
decían de ellas con sarcasmo: los de a pie no llegan a su altura, y los de a
caballo se pasaron de largo, y ahí están ellas solteronas, viejas, hurañas y
solas”.
Claudia, que no las tragaba, solía
comentar:
– “Por lo roñosas, lo catetas y lo
antipáticas que son, no hay ningún hombre que quiera casarse con ellas”.
“Tía Leonor estaba llorando.
Afirmaba que la pretendía un muchacho y sus hermanas no querían saber nada de
él.
Exponían
varios argumentos para rechazarlo: su clase social no se correspondía con la
nuestra, poseía un nivel cultural muy bajo y carecía de modos y maneras, era
forastero y no se conocía su ascendencia y la mayor parte del tiempo vivía en
la sierra cuidando el ganado”.
“Dos
individuos decían venir a nuestra casa enviados por Cecilia y Ramona para
llevarse los mulos, alegando que eran de su propiedad. Mi padre se oponía a
dárselos, alegando que también eran de la suya porque la herencia de los
abuelos aún no se había repartido.
La
reacción de las titas supuso un trauma para nosotros, sobre todo para papá, que
jamás esperaba tan vil reacción por parte de aquellas a quienes siempre había
respetado y querido porque eran sus hermanas mayores.
Su
rostro expresaba tristeza, desolación, pesimismo y rabia contenida. Siendo un
agricultor que vivía con desahogo de sus rentas, las tías lo desposeyeron de
las fincas rústicas para labrar y recolectar, y también de la casa para
disfrutar de la misma”.
– “Las tías son dos
brujas – farfulló Claudia, mientras su madre le contestaba”.
– “Por favor, niña,
ellas son sus hermanas. Aunque lo hayan hecho tan mal con nosotros, no debemos
criticarlas ni insultarlas”.
“Desde
que sus hermanas arrebataron los mulos a mi padre y lo despojaron de las tierras
de labor, él estaba desubicado y triste. A veces se iba al campo para ver los
olivares y comprobar cómo realizaban los arrendatarios la labranza de las
fincas. Siempre volvía decepcionado”.
“Alguien
le contó a mi padre que las tías no habían visto con buenos ojos su trabajo en
la frutería. Comentaban que estaría a las órdenes de su mujer, que era muy
dominante. Se burlaban de él alegando que, de ser el dueño de las fincas, había
pasado a ser un asalariado, un verdulero al mando de una doña nadie, dependiendo
siempre del capricho de la clientela.
Papá,
sin atisbo de rencor, se reía de semejantes cotilleos. Los juzgaba propios de
corazones enojados. Decidió no llevar cuentas de las malas palabras salidas de
la boca de sus hermanas”.
No
recojo la paliza que dieron a Enrique, ni otros momentos relacionados con
ellas, para no alargar demasiado este resumen. Resulta difícil averiguar la
razón última que pueda explicar el carácter de Cecilia y Ramona y su manera de
comportarse. Tal vez la razón se encuentre en la siguiente reflexión de
Claudia, después de haber registrado en los cajones de la cómoda:
“Las
ropas que encontramos debían formar parte del ajuar de las tías y estaban sin
estrenar porque ninguna de ellas se había casado. En el interior hallamos un manojo
de cartas atadas con una cuerda trenzada con hilos de lana”.
“La
letra de la primera carta, plagada de faltas de ortografía, hablaba de un gran
amor de tía Ramona. Un cariño pasional que deseaba llegar a la plenitud y usaba
un lenguaje íntimo y erótico. Un amor desatado y sensual que disfrutó de pocos
encuentros y de ninguna satisfacción carnal porque los novios nunca podían
estar a solas. Siempre eran vigilados por tía Cecilia, que se oponía al
noviazgo.
Impunemente,
sentía celos de su hermana y calumniaba a aquel joven delante de sus padres con
la intención de que ellos también se pusieran en contra. Era su venganza, ya
que a ella tampoco la dejaron querer al muchacho del cual se había enamorado el
año anterior”.
“En
el pasado había habido entre ellas peleas, desengaños, decepciones y
diferencias. El discurrir del tiempo, la soledad, el aislamiento y el hastío
consiguieron unirlas para protegerse ante los demás. Esa unión las hizo
fuertes, rencorosas y justicieras. Posteriormente, la vida les pasó factura por
sus fechorías y las unió en una muerte común. Ya no volverían a conspirar jamás
contra ningún miembro de su familia ni contra nadie”.
12.-
La loca
También es digna de estudio la
enfermedad mental de Engracia, tía de Dorotea, así como los efectos de la
misma.
“Pasados unos minutos, llegó Dorotea
y susurró:
– “Mi tía ha volcado un armario y lo
ha destrozado. Cuando se altera, tiene una fuerza descomunal. Mis padres están
tratando de calmarla para que pase la noche tranquila y no cometa ninguna
locura”.
“Durante el recorrido hacia mi casa,
recordé el episodio de la loca. ¡Pobrecilla ella y quienes sufrían sus
paranoias! Comprendí el sufrimiento de su familia, la cual soportaba su cruz,
personificada en una mujer demente que los traía a todos por la calle del
tormento.
En una ocasión, nos dijo Dorotea que su
tía no padecía desvaríos antes. Eso ocurrió después de un hecho frustrante que
dejó en su alma una profunda herida y aún no había cicatrizado”.
“Adela me contó que la tía de
Dorotea, eliminando todos los impedimentos puestos por el médico, se había
tirado por el balcón y se había estrellado. Unos labradores, que madrugaron esa
mañana y se dirigían al campo para realizar las tareas agrícolas, la
descubrieron muerta en la calle.
La encontraron vestida con el traje de
novia, blanco como la nieve, peinada y arreglada para asistir a la anhelada
ceremonia, con las joyas y el velo puesto. No olvidó el ramo de flores. Lo
llevaba cogido con la mano derecha y costó despojarla del mismo.
Los campesinos habían observado con
asombro que la expresión de su rostro era dulce y placentera, igual que si
acabara de besarse con su prometido o estuviera haciendo el amor con él en la
habitación nupcial de algún hotel de lujo. Pensando que iba a asistir a su
propio enlace matrimonial, se había tirado por el balcón”.
13.-
Recuerdos entrañables
Algunos recuerdos de nuestra infancia,
entrañables totalmente para mis hermanos y para mí, son recogidos en la novela.
Los acojo, tras su lectura, con el mayor de los cariños.
1.- La recolección
de la aceituna.
“A
primeros de diciembre comenzaba la recolección de la aceituna. Los adultos se
iban al campo por la mañana y no regresaban hasta el atardecer.
Los
niños andábamos descontrolados en esta época. Algunos se quedaban con sus
abuelos, y otros, con distintos familiares e incluso con los vecinos”.
2.- Las tardes y
las noches de invierno con la lumbre encendida, o sentados en la mesa camilla
junto al brasero de ascuas para no quedarnos helados, oyendo la radio o leyendo
las aventuras de José María “el Tempranillo”.
3.- La Nochebuena
con sus villancicos y aguilandos tradicionales.
“Al atardecer del día de Nochebuena
comenzaron a oírse voces de gentes que pasaban por las calles cantando
aguilandos, acompañándose con zambombas, panderos y otros instrumentos manuales.
Voceaban alegres, desentonando a veces y celebrando la entrañable festividad.
Llevaban una bota de buen vino del país para calentarse por dentro en la fría
noche de invierno. Con sus gozosos cánticos alegraban los corazones y le
conferían un encanto especial a tan sugestiva fecha”.
4.- Las películas
del oeste en el cine Morales y en el cine Mazazos.
“En
el momento de comenzar la película, nuestro corazón se llenó de gozo. Los
paisajes del oeste americano nos gustaban. Cuando los vaqueros, a lomos de sus
caballos, perseguían a los búfalos para atraparlos o se enfrentaban a los
indios, la población infantil gritaba a pleno pulmón” (mi
hermano y yo hacíamos lo propio en el gallinero del cine Morales).
5.- Las matanzas.
“Entonces
recordé el agujerillo redondo que había en el cuarto del abuelo. Daba al portal
y servía para colgar el marrano al oreo cuando, llegado el invierno y una vez
que el frío se sentía con toda su crudeza, se hacían las matanzas de los
cerdos, engordados durante el verano y el otoño con las mondas de las frutas,
las sobras de las comidas y los remanentes de las hortalizas del huerto”.
6.- Los niños de
Santo Domingo.
“Esa
misma tarde llegaban al pueblo los chiquillos del hospicio de Santo Domingo de
Jaén. Venían amigos conocidos del verano anterior y queríamos darles la
bienvenida”.
“Desde hacía varios años,
acompañados por varias monjas, algunos profesores y un sacerdote, veraneaban en
el pueblo. Se hospedaban en las escuelas de la Lonja, donde instalaban los
dormitorios, una cocina, un comedor y un salón para reunirse, dar clases y
pasar las horas calurosas de la siesta”.
Mi
hermano Juan y yo, como otros muchos niños de nuestra edad. acogimos con mucho cariño a estos niños.
Guardamos un recuerdo especial de Luis Orcera Simón, con el que paseábamos a
diario y llevábamos a comer a nuestra casa.
Marcos, amigo de Josele, era uno de los
hospicianos que llegaba al pueblo, sin vislumbrar la historia de amor que daría
comienzo aquel mismo verano entre él y Elvira.
7.- Las bodas de
nuestro pueblo con las copas de aguardiente, las tres rejas correspondientes de
bizcochos y el baile final con el acordeón como orquesta.
8.- Las fiestas de
agosto con las casetas de turrón, las dianas con la banda de música y los
cabezudos, el circo, los caballicos, las procesiones con la Virgen y los fuegos
artificiales en el interior de la Charca.
“El día cuatro de agosto se encendió
el alumbrado de la feria y empezaron las fiestas con misas solemnes,
procesiones, verbenas, actuaciones circenses, música y baile hasta el día
siete, en el cual acababa el jolgorio con los fuegos artificiales en el recinto
de la Charca. La localidad resplandeció con los festejos”.
9.- Los bancales
de la huerta y sus hormas de tosca sujetando los poyos; el riego de los mismos
por el agua de la Charca, a través de una intrincada red de acequias. Los
regaores refrescando la tierra a diario y los mulos acarreando las hortalizas
recogidas en los piojares.
¡Cuántos recuerdos de la plaza de
abastos donde trabajaba mi padre! En mi retina, la venta, en grandes cestas, de
los variados productos de la huerta, ¡verdadera despensa de pequeños
agricultores y de muchas familias del pueblo!
10.- Y, sobre
todo, los baños en la Charca y los paseos en barca. Y las preciosas zarzuelas
que escuchábamos desde las farolas (puestas por Narciso), las cuales resuenan
todavía en nuestros oídos de adultos a pesar de los muchos años transcurridos.
¡Y, como recuerdo más entrañable,
Pedro, el de la plaza, mi querido padre, ¡cobrando las entradas de los baños y
dirigiendo el tráfico de las barcas!
14.-
La dictadura franquista
En el relato aparece una clara crítica
hacia la dictadura de Franco, llamando la atención la realizada por el abuelo
de Elvira.
“Durante el mes de noviembre de 1975,
todos los días recibíamos información sobre el estado de gravedad de Franco. La
muerte del dictador español fue declarada la madrugada del veinte de
noviembre”.
“La segunda década de la posguerra fue
un periodo muy difícil de carencias y miserias, en el cual muchas familias no
tenían qué llevarse a la boca, y en el que sólo había vida para los adictos a
la dictadura militar”.
“Fue una etapa de silencio porque en
las viviendas se eludía hacer críticas del régimen y conversar sobre lo que
estaban padeciendo, por miedo a ser escuchados y delatados por los servidores
del gobierno”.
“Hubo de pasar mucho hasta que llegué a
comprender las libertades de las repúblicas y las imposiciones de las
dictaduras como la que estábamos padeciendo”.
“¿Cuántos años habrían de pasar para
que se explicara en los libros y se contara en las escuelas toda la verdad de
lo ocurrido durante la guerra civil española y la dictadura de Franco?”
“Mi padre comentaba que los libros de
la escuela estaban supervisados por el gobierno franquista. En ellos sólo se
reflejaba lo que engrandecía al sistema político, y por eso no eran fieles a la
verdad. Me rogaba no comentar nada con nadie. Corrían malos tiempos y
encarcelaban a los detractores del régimen”.
Pero es el abuelo quien tenía las ideas
más claras en relación con el régimen y con la penosa situación que se vivió en
toda España (también en nuestro pueblo) durante la posguerra:
– “Elvira, en España hay una gran
represión por causa de la dictadura franquista. Hay mucha miseria y escasez, y
los pobres sufren carencias y privaciones.
La
mayoría no tiene empleo decente para salir de esa situación tan lamentable.
Creo que tú ya conoces el problema, pues tienes amigas que pasan hambre.
También hay una gran incultura.
Bastante gente no sabe leer ni escribir. Yo aprendí con un maestro, que no lo
era, estudiando por las noches porque tenía que trabajar durante el día.
Vosotras habéis podido ir a la escuela, lo que es una ventaja sobre las
generaciones anteriores.
Es necesario contribuir a hacer una
sociedad más justa, para que los obreros disfruten de un jornal decente y
puedan cubrir con el mismo las necesidades de su familia. Hay que defender a
los pobres y a los débiles. Los poderosos y los ricos tienen el capital, el
dinero y las influencias, que son la llave maestra que usan para abrir todas
las puertas, las cuales a ellos nunca se le cierran”.
“Era el veinte de noviembre. En la
lonja de la ermita de la Virgen de las Nieves, había un grupo de falangistas
haciendo guardia a una placa de piedra, puesta en la pared exterior de la
ermita al lado de una cruz y adornada con una corona de flores. En la misma
estaban grabados los nombres de los que habían perdido la vida en el bando de
los sublevados. Todo el que pasara por allí tenía que saludarlos levantando el
brazo, que era el gesto de los golpistas, de los franquistas, ganadores de la
guerra.
Mi padre no quería sumarse a ese
homenaje y un joven falangista corrió detrás de él hasta darle alcance para
obligarlo a saludar. Como continuó negándose, lo insultaron tratándolo de rojo
y atrevido.
Acusado
de agresión a la autoridad y de oposición a las normas establecidas, pensaban
denunciarlo en el juzgado y avisar al alcalde del desacato y de la provocación
a quienes representaban el poder”.
“En el instituto había docentes en
contra del sistema político, mas nunca lo mencionaban por miedo a ser
encarcelados, a que los expulsaran del cuerpo, o a ambas cosas a la vez. En ese
tiempo de posguerra, tenías que ser muy cauto si preferías continuar viviendo
tranquilo y ocupando un puesto público”.
15.-
Noticias nacionales e internacionales
Noticias de la vida nacional e
internacional que aparecen a lo largo de la novela:
1.- Diciembre de
1973. El presidente del gobierno español, Luis Carrero Blanco, es asesinado por
la banda terrorista ETA.
2.- Mayo de 1974:
elecciones presidenciales francesas. En la segunda vuelta sale vencedor Valéry
Giscard d’Estaing.
3.- “Noviembre de
1975: Arias Navarro comunica al pueblo español, con una tristeza infinita, la
muerte de Franco. Tras la misma, es restaurada la monarquía en la figura de don
Juan Carlos I, nieto de Alfonso XIII”.
4.- “Primavera de
1.981: en las elecciones presidenciales de Francia sale elegido François
Mitterrand, primer presidente socialista de la quinta república. Su gobierno
duró dos legislaturas, desde 1.981 hasta 1.995. Durante su mandato se
realizaron importantes reformas sociales en Francia”.
5.- “Noviembre de
1989: caída del muro de Berlín. Tras el mismo se produjo la reunificación de
las dos repúblicas alemanas, la democrática y la federal, que habían estado
tanto tiempo separadas. La caída del muro produjo un gran impacto europeo e
internacional”.
6.- “Mayo de 1995:
en las elecciones presidenciales sale elegido Jacques Chirac como presidente de
Francia. Político de gran talla que antes había sido primer ministro y alcalde
de París en periodos diferentes”.
7.- “La caída de
las Torres Gemelas de Nueva York se produjo el once de septiembre de 2.001. El
atentado fue perpetrado por el grupo Al Qaeda y en él murieron más de tres mil
personas, dejando más de seis mil heridos.
Desde ese terrible suceso, la vida ha
cambiado mucho. Existe una gran desconfianza que forja terror en el mundo,
sobre todo en los países occidentales”.
8.- “Desde París
tuvimos noticias de los atentados terroristas del once de marzo de 2004,
perpetrados en la capital de España en los trenes de cercanías, en los cuales
fallecieron doscientas personas y casi mil resultaron heridas.
Al principio, aquel bárbaro atentado
fue atribuido a ETA, aunque poco después se supo que había sido llevado a cabo
por una célula terrorista yihadista”.
9.- “Me encontré
con Josele y me habló de una importante noticia de la que se había informado hacía
algún tiempo: la Asamblea General de las Naciones Unidas había aprobado, por
unanimidad de todos los estados miembros, la Declaración de los Derechos del
Niño, estableciendo diez importantes principios”.
10.- “A partir del
2008, la crisis estaba desolando la economía mundial: cierre de empresas, fuga
de capitales de los países europeos a los paraísos fiscales, despido de los
trabajadores, el paro sufrido por los obreros, la pobreza que padecían las
clases bajas y la picaresca que se producía en torno a la economía.
Culpaban de todo esto al interés
capitalista, a la globalización del mercado, a la economía sumergida y a la
corrupción en la que estaban inmiscuidos banqueros, grandes empresarios,
deportistas, gobernantes y gente de la élite”.
11.- El feminismo
comienza a hacer acto de presencia:
“¿Por qué las mujeres no podían
desempeñar los mismos oficios que los hombres si eran tan habilidosas e
inteligentes como ellos? Había maestras, médicas y enfermeras que trabajaban
para mejorar la salud de las personas, profesoras en los institutos y en las
universidades para impartir la enseñanza.
Las féminas eran capaces de cubrir
cualquier puesto con desenvoltura. Sólo debían instruirse en ese quehacer, lo
mismo que hacían los aprendices masculinos. Las niñas teníamos que estudiar
mucho para competir con el varón en la totalidad de los ámbitos: laborales,
culturales, sociales, sanitarios y científicos”.
16.-
El despertar de la sexualidad
Tal vez lo que menos me ha gustado de
la novela es la reiteración de momentos (demasiados según mi parecer) en los
que está presente lo que tú denominas como “el despertar de la sexualidad”.
Utilizas, en boca de Adela, expresiones poco agradables que, en mi opinión, no
dejan buen sabor de boca.
Siendo sincero, el buen ritmo de la
narración y mi criterio totalmente favorable sobre los aspectos anteriormente
descritos, queda “estropeado” de alguna manera por los abundantes fragmentos
que recojo a continuación.
Espero
que sepas disculpar que te lo diga tan abiertamente. He aquí dichos fragmentos,
utilizando el mismo texto que aparece en el relato:
1.- “Adela quería
contarme algo morboso e inesperado: cuando ella salió del servicio en casa de
Dorotea, vio algo insólito. Se equivocó de puerta y se encontró al médico
toqueteando a la joven que había llegado con un dolor”.
– “Yo vi eso que te he dicho y lo sé
muy bien. El médico es un putero. ¡Qué asco!”
2.- “Gervasio, el
hijo de los señores, corría detrás de las gallinas e intentaba atrapar a
alguna. Recluido en un rincón, colocó la gallina a la altura de la pelvis y
comenzó a mover el trasero. La pobre ave cacareaba con un tono lastimero”.
– “El muy putero se la está
follando. Las dos lo hemos visto manipular a la gallina y el aparato que tiene.
A veces, se le nota el paquete a través del pantalón”.
– “A ese tío imbécil le gusta tanto
joder que se tira hasta las gallinas”.
3.- “Nos pusimos
en el suelo al lado del varón con el que había pasado al cine mi amiga. Al
advertir el hombre en dónde estábamos sentadas, le propuso a Valeria colocarse
entre sus piernas, aseverando que el suelo estaba frío”.
“Advertí que algo no iba bien. Veía
que Valeria se movía incómoda y casi llorando. Me estaba pidiendo auxilio. En
la oscuridad del recinto, dejé de observar la pantalla y atisbé que aquel
hombre tenía la mano metida debajo de su falda. Sospeché que le estaba
toqueteando sus partes íntimas”.
“Valeria se movía incómoda tratando de
escapar de aquella situación tan morbosa, pero el hombre no la dejaba. La
sujetaba con una mano y la toqueteaba con la otra, agitándose complacido en la
butaca”.
4.- Al salir del
cine se encuentran con Josele, el cual es increpado por unos zagalones:
– “¡Marica, tu amiguita se junta con
el Tienta-culos! Le tocará el coñito cuando quiera. Seguro que tú también estás
en el ajo”.
– “No hagas caso de los comentarios
de esos imbéciles – manifestó Josele –. Les encanta comprometer a los
demás. Vi a ese hombre indeseable agarrarte del brazo y hablar contigo. Aléjate
de él. Se cuenta que se gana a las chiquillas para toquetearles las nalgas y lo
que le da la gana. El nombre que le han puesto le va muy bien”.
Y
después, la regañina de Claudia:
– “Niña, ¿qué hacías tú hablando con
el Tienta-culos a la salida del cine? A ese tío ni mirarlo. Con el cuento de
que te compra chucherías, te lleva al huerto antes de que te enteres”.
5.- “Según decían,
la nueva maestra era joven, guapa y presumida, vestía de forma provocativa,
tenía un busto muy desarrollado y unas curvas muy pronunciadas. La vieron
pasear por el pueblo en compañía de un hombre”.
“Unos viejos, sentados en la valla de
la Charca, no le quitaban los ojos de encima. Uno de ellos dijo que estaba muy
buena, y otro que era capaz de trajinársela allí mismo. ¡Menudos puteros!”
“La sustituta de doña Lola llevaba
un cinturón ancho que le marcaba la cintura y destacaba los senos, que eran
abundantes, en cuyo inicio descansaba un collar de perlas blancas. La falda era
estrecha y le marcaba el trasero. Escasamente le cubría las rodillas. Al sentarse
las dejaba al descubierto”.
“Según los comentarios que había
escuchado Adela, su collar descansaba en unas buenas almohadillas, el culo se
le señalaba mucho y tenía las tetas muy gordas”.
– “No te puedes imaginar lo que he
visto – decía Adela –. El
tío ese le estaba metiendo mano a la maestra. La besaba, la abrazaba,
estrujando las tetas contra su pecho y le tocaba el culo. Ahí tenemos otro
putero, y la seño, lo otro”.
6.- “Nosotras
cogimos las muñecas y empezamos a quitarles la ropa. Adela se dio prisa,
desnudó a la suya, le puso la mano entre las piernas y exclamó:
– “¡A esta muñeca y a las otras les
falta lo principal: el coñito!”
7.- “Noté una
presencia a mis espaldas. Cuando iba a girar la cabeza para ver de quién se
trataba, sentía que alguien me cogía del brazo. Era el Tienta-culos. Una oleada
de indignación recorrió todo mi cuerpo y moví el brazo con energía intentando
escapar de la presión.
– “No te asustes, chiquilla, soy yo.
¿Le has dicho a tu amiga que el domingo os espero para que entréis conmigo al
cine? Os compraré avellanas, garbanzos y caramelos. No faltéis”.
– “¿Eres amiga del Tienta-culos? –
me recriminaba Claudia –. A ti
el sinvergüenza ese te mete mano. Si te juntas con ese tío, no quiero tratos
contigo”.
8.- “Antes de
dejar la calle principal, me crucé con los jóvenes fanfarrones que se metieron
conmigo el domingo en el que Valeria y yo estuvimos en el cine. Uno de ellos se
acercó a mí con propósitos inquisidores. Me cogió de un brazo y con la otra
mano me toqueteó el pecho.
– “¿Cuándo le van a salir a esta
cría las tetas? – preguntó a sus amigotes”.
Al ser defendida por Josele, le
dijeron:
– “No nos insultes, marica. ¿Ahora
te dedicas a proteger a las tías? A ver si ésta sale de puta como las mujeres
de su familia: su madre fue con el bombo a la boda; su hermana se esconde en la
oscuridad con el novio, y las Vinagre están más calientes que el rabo de una
sartén”.
9.- “Al doblar
una esquina, nos encontramos con el Tienta-culos. Sonrió al vernos juntas y nos
impidió el paso. Dijo que nos esperaba el domingo para entrar con él al cine.
Prometió comprarnos pipas, avellanas y garbanzos tostados. En cuanto lo
perdimos de vista, suspiramos aliviadas. Volvimos la cabeza para asegurarnos de
su marcha”.
10.- “Al
aproximarme al sitio donde estaba Valeria, vi que le acompañaba el
Tienta-culos. Le hablaba de forma melosa e insistente, y ella lo escuchaba llena
de miedo, asco y zozobra. Aquel individuo nos había seguido y espiado y, en
cuanto me alejé de mi amiga, se acercó a ella. Sabía que era más débil que yo e
intentó acosarla”.
– “El tío ese es un sinvergüenza. Se
arrimaba mucho a mí y me salpicaba con su saliva. Me cogió de un brazo, me
llevó a un rincón y se puso a palparme el trasero. Quería darme un caramelo de
su boca. Yo le he dicho que no me gustaban”.
11.- Adela de
nuevo, refiriéndose a la criada de la casa de Dorotea:
– “La payasa esa, porque se acuesta
con el médico, se cree la dueña”.
12.- “Adela tomó a
Dorotea de la mano, la tumbó en el sofá, introdujo un muñeco debajo de su
vestido y le recomendó quejarse de sufrir fuertes dolores y tocarse la barriga
con gesto pesaroso”.
“Le puso la mano en el pecho y en la
frente, le tanteó el vientre y descendió hasta sus partes íntimas. Le apartó
las bragas y le tocó la vulva.
Después
intentó introducir el dedo corazón en su vagina. Al sentir la presión de aquel
dedo intruso en su intimidad, Dorotea gritó y dijo muy indignada, levantándose
de un salto”:
– “Niña, tú a mí no me tienes que
tocar eso ni meterme el dedillo. ¡Habrase visto una tía tan guarra!
– “Eso es lo que hacen los médicos:
tocarles el coño a las mujeres, y no sólo a las que van a parir, sino también a
las otras y, si son jóvenes, con más gana”.
13.- “Me extrañó
ver a Dorotea. Resultaba inaudito que la dejaran salir en una tarde
desapacible. Comentó que su madre no se hallaba en casa y su padre era mucho
más permisivo. Adela me susurró al oído, con una ironía sin límites, que se
habría quedado a solas con la criada y le estaría regando el huerto”.
14.- “Adela me
contó que el doctor, al cambiar las marchas del coche, rozaba las piernas de la
muchacha y le lanzaba miradas tiernas”.
“Me añadió después que, cuando salió
a beber agua, por la rendija de la ventana, vio al doctor encima de la criada,
haciendo lo que sabíamos”.
– “Te estoy
diciendo la verdad. Esos dos estaban follando. Esa criada es la misma moza que,
el día en que fuimos a ver la televisión, se tiraba al médico en la consulta. Y
en el coche le tentaba las rodillas y la miraba con ojillos dulces. Ese tío es
un putero como lo son otros”.
15.- “Al
acercarnos a las calles oscuras, noté que la distancia con ellos se había
acrecentado. Volví la cabeza y vi a mi hermana Claudia y a su novio abrazados,
besándose y toqueteándose”.
16.- Adela me
hacía partícipe de los cambios producidos en su cuerpo:
– “Ya tengo el periodo y mi madre ha
dicho que me va a comprar un sostén. Ya soy una mujer con tetas y vello rizado
en las partes”.
“Se estiró la blusa y pude atisbar
en su pecho que los senos se habían elevado soberbios en la altiplanicie de su
busto. Me alegré por ella, pero sentí algo de pelusilla: mi cuerpo apenas
mostraba señales de feminidad”.
17.- “Mis dulces
pensamientos se interrumpieron cuando el Tienta-culos me abordó:
– “Hola, niña. Hace muchos días que
nos os veo ni a ti ni a tu amiga. Veniros al cine conmigo el domingo. Os voy a
comprar chucherías”.
“¿Qué pretendía este hombre obsceno?
¿Toquetear las partes íntimas de las niñas? ¿Pervertirlas? ¿Tanto gozaba con
esos hechos inmorales? ¿Habría alguien que pudiera pararle los pies a ese ser
repugnante? A pesar de que sus actos impúdicos estaban en la boca de todos,
nadie tomaba ninguna iniciativa para evitarlos. Este sinvergüenza actuaba a la
espalda de los padres. Sólo ellos podrían detener sus voluptuosos episodios”.
18.- “Los brazos
de Gervasio, después haber caído tras el tropezón, estaban encima de las
piernas de Valeria. Al incorporarse, le tocó los muslos con disimulo. Dorotea
corrió para ayudarle. Se reclinó a su lado y le frotó la parte dolorida.
Fingiéndose lesionado, dejó que lo masajeara. Al levantarse, le rozó el
trasero. Yo continué impasible mirando con rabia la escena, máxime al ver que
el paquete de Gervasio aumentaba de tamaño”.
19.- “Gervasio se
acercaba tanto a mí que nuestros brazos se rozaban. Dio un tropezón y se cogió
de mí para no caerse. Me tocó el hombro, la espalda y el pecho. Noté sus ávidas
manos escurrirse por mis incipientes senos y por el trasero”.
“¿Qué hacer con él? ¿Darle de lado e
ignorarlo? ¿Tendría la audacia de abusar de una jovencita que hallara sola y
desprotegida? Me preguntaba si la justicia de este mundo imputaría alguna vez a
esas personas depravadas y defendería a las víctimas”.
20.- “Gervasio
traía de cabeza a Adela. Le lanzaba miradas lujuriosas, que ella desdeñaba. La
indiferencia era su respuesta a ese mozo impúdico”.
21.- Adela me
refería:
– “El idiota de Gervasio no deja de
molestarme. Me acecha por la casa y lo encuentro en los lugares más increíbles.
Me abraza por las espaldas y me cuesta librarme de él. Si la dueña está en otra
dependencia y no puede oírnos, se pone delante de mí en pelotas. El muy putero
quiere follar conmigo. Yo no sé ya qué hacer para espantarlo. Un día le voy a
pegar un garrotazo que se va a quedar en el sitio.
Tú también le gustas al subnormal. Lo
sé porque me pregunta por ti y dice que te invite a su casa. Te quiere pasar
por la piedra. Estoy pensando que entre las dos podríamos darle un
escarmiento”.
22.- “Recordé mis
encuentros con Gervasio. En todos estuvo presente ese deseo lascivo: fornicar
con la gallina, enseñar sus partes íntimas, manipularlas, tocar a las niñas,
rozarse con ellas e insinuarse de alguna forma. Había que darle un
escarmiento”.
23.- “Le comenté a
Adela lo de la nueva criada de la familia de Dorotea y la equivocación suya en
sus juicios sobre la otra sirvienta y el médico.
– “No, yo llevaba razón” – exclamó –. Ahora dicen las
cotillas que el doctor le va a poner un piso en Granada a esa moza para poder
ir a visitarla”.
“Yo no sabía ya qué creer acerca de
aquella situación de amancebamiento”.
24.- “Planeábamos
un escarmiento para el hijo de la señora Carmen, aquel ser disminuido en sus
facultades mentales y tan vital en las corporales, sobre todo en el terreno
sexual. Yo sabía que él estaba muy bien dotado”.
25.- “El pene de
Gervasio fue el primero y el único que yo había vislumbrado por el momento. Lo
vi dos veces: la primera, con el caso de la gallina, que lo tenía flácido y
colgandero igual que un puñado de harapos húmedos. La segunda, en la visita a
su taller, al levantarse el delantal. Entonces estaba más tieso, pero sólo lo
atisbé unos instantes y no pude calcular su tamaño.
Mi amiga me indicó que ella, en las
ocasiones en las cuales se lo vio, siendo perseguida por el mozo para obligarla
a fornicar, lo tenía grande e inflado como un pepino de medio kilo. Le daba
miedo pensar que el tontorrón quería introducir en su vagina aquel aparato tan
descomunal”.
26.- “Al
aproximarnos al sitio convenido, el mozo se froto las manos y trazó una
turbadora sonrisa derrochando un caudal de simpleza y de excitación. Luego se
desabrochó la portañuela y dio salida a los genitales. Me estremecí al ver
aquel pene en erección. Apuntaba hacia arriba igual que si pretendiera violar
al cielo. Miró a Adela como si ella fuera el árbitro de la situación.
– “¿Con cuál empiezo? – le
preguntó”.
27.- Ante las
preguntas de Elvira por la situación de Gervasio, Adela le facilita la
información que deseaba:
– “Tranquila y no hagas tantas
preguntas. Desde ayer por la tarde, ese imbécil no pía ni responde a ningún
estímulo. Va a fregar pronto la olla. ¡Un putero menos en el mundo!”
28.- De nuevo
Adela, dirigiéndose a Elvira:
– “El tontorrón de Gervasio hace
poco que hincó el palote. No podrá follar más. ¡Que se joda!”
17.-
Resumen
Hay otros muchos aspectos en tu novela
que han quedado ignorados en los fragmentos anteriores (no recogidos
intencionadamente para no alargarme más). Han quedado sin aparecer:
– El noviazgo y casamiento de Enrique y tía
Leonor (incluido el alumbramiento de un sobrino para Elvira).
– La hiperactividad de Lolo, que ocasionó
tantos problemas a los padres de Valeria.
– Los trabajos de los padres y hermana de
Elvira en la frutería, y el posterior abandono de la misma por parte del padre
(a instancias de las titas) para ocuparse de nuevo de la hacienda familiar.
– Los cambios de actitud de Cecilia y
Ramona, animando a Leonor para que el alumbramiento del sobrino se realizara en
su casa.
– La enfermedad de Dorotea y los especiales
cuidados de su madre con ella, a lo largo de los distintos capítulos.
– La separación de las amigas al final del
relato.
– La muerte de las titas por parte de
Enrique, en defensa propia, y su absolución por parte de la Justicia, libre de
cargos.
– El escarmiento dado a Gervasio por parte
de Adela y Elvira. Su muerte definitiva posterior, finalizando así sus
depravaciones y obsesiones sexuales.
– La muerte de la madre de Adela, y el
internamiento de ésta en el hospicio.
– El traslado a Jaén de la familia de
Elvira. La pérdida de Juanita en la Alameda y su posterior muerte, atropellada
accidentalmente por el coche de su propio padre.
– Los estudios de Elvira, primeramente, en
Jaén y posteriormente en Madrid, en la Escuela de Periodismo.
– La búsqueda de Marcos en Madrid y en
Barcelona, y el encuentro definitivo de ambos.
– La huida de Claudia a Bilbao, su embarazo
y posterior alumbramiento de un niño con las mismas características de Juanita.
Lejos de su tierra, abandonada por su pareja y sola con un hijo deficiente y
enfermo (que al final fallece).
– La demencia de la madre de Elvira, su
internamiento en una casa de salud y su posterior fallecimiento, al no haber
podido superar la muerte de Juanita.
– El flirteo de su marido con otra mujer, a
pesar de su enfermedad e internamiento, y su posterior casamiento con ella.
– La vida amorosa vivida por Marcos y
Elvira tras encontrarse y trasladarse a París como corresponsales de prensa.
– El reencuentro definitivo entre Elvira y
su hermana Claudia, fundidas en un estrecho abrazo después de tantos años de
ausencia.
– La agradable sorpresa que Claudia prepara
para su hermana en el juego último de identificaciones con el que finaliza el
relato: la tita Leonor, Claudia, Elena, Dorotea, Valeria, Josele y la propia
Elvira narran las vicisitudes de sus propias vidas durante los largos años en
los que habían permanecido separadas.
– Sólo dos rasgos sueltos de estos largos
años, prescindiendo del resto: Claudia, hija natural de don Eladio, hereda su
casa y sus pertenencias, dado el testamento a su favor realizado por la señora
Carmen; Adela da a luz un bebé, tras quedar encinta por la violación de su
propio padre.
– Y un sinfín de detalles más que
alargarían indefinidamente este resumen y podrían distraernos de otros aspectos
esenciales. De todas formas, creo que lo más importante, sí ha quedado
reflejado con anterioridad.
Para
terminar, me gustaría dejar constancia, en un breve resumen, de aspectos
importantes que aparecen a lo largo de la narración en los que podemos
descubrir valores humanos de gran valor.
Tuvieron
actualidad en aquellos momentos de la vida del pueblo y continúan teniéndolos
en el día de hoy, casi setenta años después. ¡Gracias por haber dejado
constancia escrita de todos y cada uno de ellos!
1.- Para comenzar,
vuelvo a resaltar las abundantes y bonitas descripciones relacionadas con el
tiempo y los distintos momentos del día (el amanecer, el atardecer y la llegada
de la noche). Solamente por ellas merecería haberse escrito la novela.
2.- Valiéndote,
como refiere Adelaida en el prólogo, del presente y del pasado de Elvira, has
realizado un estudio detallado de la sociedad rural de la comarca de Sierra
Mágina, centrado en las circunstancias concretas vividas en nuestro pueblo en
la década de los cincuenta y los sesenta (en tiempos de nuestra propia infancia).
3.- ¡Qué decir de
todo lo que refieres sobre Pegalajar, nuestro pueblo!
No me importa volver a repetir tus
mismas palabras que aparecen al comienzo de la novela:
“Los
lugares donde vislumbramos la luz primigenia del alba, en donde abrimos los
ojos por primera vez al mundo y en los cuales vivimos la infancia, siempre
habitan en nuestro interior, alimentando la vida, nuestros deseos y nuestra
nostalgia”.
“El
espacio vital donde habitamos durante la niñez, nos alegra la existencia con
sus recuerdos y sus amables fantasías a lo largo de toda nuestra vida”.
Todas
las vivencias que enumeras han llenado mi alma de grandes recuerdos.
4.- Hay tres
aspectos fundamentales en la vida de las personas, que son pilares
fundamentales en nuestras relaciones humanas, las cuales han quedado también
muy bien tratados:
– La familia.
– La escuela.
– Los amigos y amigas.
5.- No quiero
pasar por alto el amor, en su pureza más genuina, de Marcos y Elvira, expresado
en los sentimientos de ella al perderlo tras el accidente.
El amor, que mueve
nuestras vidas, queda truncado a veces, llenando nuestro corazón de tristes
vivencias.
6.- Especial
relevancia tiene el magnífico estudio que realizas de los caracteres y rasgos
psicológicos de los padres, de Elvira y Marcos, Adela, Juanita, Claudia,
Josele, el abuelo, las titas, doña Engracia etc. Es de una enorme dificultad
adentrarse en el interior de todos estos personajes, pero creo que lo has
conseguido.
7.- La figura de
Adela, como he referido anteriormente, perfectamente caracterizada, es sin duda
alguna una de las figuras principales de todo el relato. También queda bien
reseñada la escasez de sus recursos y la miseria de su familia que, por otra
parte, eran en tiempo de la posguerra habituales en nuestro pueblo.
Es
importante resaltar lo que tú misma manifiestas: su especial manera de ser y de
comportarse era utilizada por ella “a modo de recurso de defensa eficaz para
salvaguardar sus múltiples carencias y penalidades”.
8.- Reflejas muy
bien la inocencia de Juanita, junto con su dependencia de los demás dado su
retraso mental. Al leer las atenciones de Elvira con su hermana pequeña, he
pensado en mi sobrino Dani, el cual nos agradece con su cariño las atenciones y
el sincero afecto que le demostramos siempre. La preocupación de toda nuestra
familia para que sea feliz, ha constituido también, como en el caso de Juanita,
el principal anhelo de todos.
Es un gran valor de la novela haber
dejado demostrada la importancia del trato especialísimo que debemos tener
siempre con personas como ellos, ya que como tú manifiestas “los inocentes
también sufren por varios motivos: por el abandono, por la falta de amor, por
la ausencia de cuidados, por la dejadez de quienes los rodean y por no tener
cubiertas todas sus necesidades humanas”.
Juanita y también nuestro sobrino Dani
tuvieron la suerte de nacer en una familia que les deparó las atenciones que
ellos necesitaban.
9.- La
caracterización que realizas de Claudia no puede ser más perfecta: tirana,
intransigente, exigente y déspota sólo piensa en sí misma y se aprovecha
continuamente de la bondad de su hermana.
10.- El amor que
debemos tener con nuestros padres y abuelos ancianos aparece con nitidez en tu
relato. Se trata de atender, respetar y ofrecer todo nuestro cariño a quienes,
en los últimos momentos de su vida, totalmente dependientes, necesitan de
nosotros, para que puedan recibir a manos llenas lo que, a lo largo de su
existencia, nos han dado con creces.
He visitado últimamente una residencia
de mayores y la cara de tristeza de muchos de ellos reflejaba la carencia de
las atenciones familiares que sí supieron ofrecer al abuelo de Elvira.
11.- Otro de los
valores esenciales que tu novela pone de relieve es la necesidad de tolerancia
y comprensión con aquellas personas que, por su inclinación sexual, han sido
vejadas y maltratadas a lo largo de la historia.
Josele,
el joven afeminado, denostado por todos, es la persona más sensata, más madura
y mejor formada de todo el relato. A pesar de ello, tiene que abandonar el
entorno donde había nacido. Sus padres comprendieron que, cambiando de aires,
podía su hijo abrirse al mundo, encontrando personas dispuestas a respetar las
diferencias individuales.
Su vida
cambió gracias a la filosofía que encierran las palabras del director de su
nuevo instituto:
“En
la diversidad de culturas, razas, lenguas, religiones, etnias, caracteres y
rasgos personales está el equilibrio y la alegría de este mundo, en el cual no
hay dos seres iguales”.
Sabias
palabras que están siendo asumidas en nuestra sociedad actual, haciendo cambiar
la vieja mentalidad de intolerancia e incomprensión hacia personas como Josele.
12.- Leyendo los
primeros capítulos, sentimos cierta aversión hacia las titas (las “Vinagre”);
aversión que al final, una vez conocidas las cartas que guardaban tan
celosamente, se convierte de alguna manera en comprensión de sus reacciones.
Ninguna se había casado, habiendo sufrido el desengaño de un gran amor vivido
en sus años mozos; amor que, como tú misma dices, “había disfrutado de pocos
encuentros y de ninguna satisfacción carnal”.
En
sus vidas había habido celos, deseos de venganza, desengaños y grandes
decepciones. Pero, como tú también refieres, “al pasar los años, la soledad, el
aislamiento y el hastío consiguieron unirlas para protegerse ante los demás,
convirtiéndose en fuertes, rencorosas y justicieras”.
¡Enhorabuena
por haberte adentrado en el interior de la mente humana de las dos hermanas, llevándonos
a comprender reacciones que, a primera vista, no son admitidas ni pueden tener
justificación alguna!
13- Igual podíamos
decir de la tía de Dorotea (la loca). Su enfermedad mental es ocasionada por
una boda deseada y no realizada, que dejó en su alma una profunda herida, aún
no cicatrizada. De nuevo el interior de la mente humana, difícil de abarcar y
de comprender.
En esta ocasión, la herida no
cicatrizada lleva a Engracia a tirarse por el balcón, vestida con el traje de
novia, peinada y arreglada para asistir a la anhelada ceremonia, con las joyas
y el velo puesto, sin olvidar el ramo de flores. Pensando que iba a asistir a
su deseada y no realizada boda, se había tirado por el balcón, estrellándose en
el suelo.
Cientos de españoles sufren enfermedades
mentales, ocasionadas por el galopante ritmo de la vida y por circunstancias
adversas difíciles de asimilar, cuyas soluciones han merecido la reciente
atención del propio Parlamento.
14.- Atención
también a los alumnos hiperactivos que traen de cabeza a tantos padres (como
los de Lolo), y a numerosos compañeros maestros que estudian diariamente la
mejor manera de comprenderlos y atenderlos en sus especiales necesidades
educativas.
15.- ¿Y qué opinar
de las personas como Gervasio y de los pervertidos sexuales que pululan por
nuestra sociedad? Si el gobierno estuviera identificado con la opinión de la
mayoría de la gente, debería aprobar una ley que los condenara a permanecer
encerrados de por vida en la cárcel.
Pero, igual que hemos hecho con las
titas del relato, ¿no merecerán también los pervertidos sexuales nuestra
comprensión y nuestra ayuda?
16.- No quiero
repetir mi especial satisfacción por las vivencias que recoges en la novela de
mi infancia y adolescencia, que he calificado como “recuerdos entrañables”. Fui
muy feliz durante estos años con mis padres (a los que tanto recuerdo) y con
mis dos hermanos a los que tanto quise y quiero. Esos recuerdos de nuestra
infancia, entrañables de verdad para mi hermana María Antonia, para mi hermano
Juan y para mí, los recibos de tu mano con el mayor de los cariños.
17.- Finalizo con
el análisis que realizas sobre la dictadura de Franco y los difíciles años de
la posguerra, llenos de carencias y de miserias.
Las libertades republicanas que disfrutaban
los españoles antes del comienzo de la contienda, aún no las hemos recuperado
del todo. ¡Bienvenida, pues, la ley de memoria histórica que está siendo
debatida durante estos días en el Parlamento! ¡Bienvenida será también la
recuperación definitiva de la república, birlada por Franco, que tanto
anhelamos los españoles!
Para
terminar, la misma pregunta que se hace Elvira, recogida anteriormente:
¿Cuántos
años tendrán que pasar aún para que se explique en los libros y se cuente en
nuestras escuelas toda la verdad de lo ocurrido durante la guerra civil
española y la dictadura de Franco?
¡De
nuevo, gracias por tu novela y por los importantes mensajes que has querido
transmitirnos y que yo he deseado resumir para ti y para tus lectores!
Joaquín Quesada Guzmán
Magnífico y exhaustivo trabajo. Muchas gracias 😍
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