El sol de Pegalajar teje aromas en el aire dulce
de esta luminosa tarde de estío,
que son olorosas flores, jazmines, rosas y lirios
poemas de amor que dan calor al ocaso.
Y, como vespertinos fuegos artificiales
que alumbran la noche festiva de mi pueblo,
brillarán en su cielo cuando terminen las fiestas,
ciñéndose al corazón de todos sus habitantes.
Pegalajar es un suspiro que venera a su patrona,
nuestra Virgen de las Nieves y la aplaude
cuando recorre sus calles a hombros de devotos
costaleros
y de jóvenes mujeres que la llevan con emoción y
cariño.
En las alturas, la luna, con su blanca placidez,
suspira
y los luceros brillan, enamorados de esa Virgen
soberana.
Las estrellas se perfilan en la distancia del
cielo,
suavemente oscurecido por las olas de la noche.
Rendida a tu hermosura y humildad, madre,
la timidez de mis dedos roza suavemente tu manto
perfumado por esas lozanas flores que adornan tu trono
y que llenan tu paso de delicadas fragancias estelares
ansiando con vehemencia besar el peso liviano de tu
corona.
Encarna Gómez Valenzuela
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