Una balada en otoño, que plácida y silenciosa
se arremolina en mi alma para llorar las ausencias.
Melodía de los pianos del aire. Cítaras que el
viento mece.
El harpa, herida de amor, gime cerca de mi corazón.
Una rosa de pasión me ha clavado sus espinas.
Febril, la luna se escinde en dos mitades
simétricas,
teñida de luz de plata y escarcha en el lagrimal.
Es el otoño que llama en la aldaba de mi puerta.
Las lágrimas del cristal, atrapadas en los espejos
del tiempo,
recorren las veredas de mi pecho.
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