Desde esta soberbia
colina,
tribuna de
sentimientos y anhelos,
emerges como un
suspiro
que exhalara alguna
reina
en la memoria del
tiempo.
En torno a una
fortaleza
medieval, -cristiana
o mora-,
bastión que aplacó
inquietudes
y cobijó los deseos,
surges como la marea,
blanco y sereno,
geométrico,
escalonado,
exultante, satinado de cal viva.
Sol, espejo,
golondrina
o dulce terrón de
azúcar.
Como un faro en alta
mar
dominas el vasto
espacio
y te eriges capitán
de mi velero.
El sol de este medio día
de primaveras sin sombras
caldea todas mis ilusiones
e, impertérrito, me atrapa
en la quietud de tu cielo
adornado de nacarados plumajes.
Olas bebiéndose el aire,
oleaje de palomas y templanza.
Tras tu silueta de raso
eleva el vuelo mi alma.
Acuarelas en mis manos
para recalcar perfiles
o para trazar contornos
con difusas pinceladas
y satinar tu aureola
con los fúlgidos destellos,
febriles como la luna,
de una Charca y una fuente
que nos regalan sus perlas.
ENCARNA
GÓMEZ VALENZUELA
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