Un nuevo día
Ya
se han abierto las puertas de año 2020.
Año
bisiesto y oscuro que nos acerca al abismo,
al
dolor, al miedo, a la enfermedad,
a
los virus, a la ausencia y a la muerte,
a
días de afanes, de ansias y de trabajos sin tregua,
para
algunos, para otros, días ociosos, recluidos en casa.
Las
cortinas del tiempo se han descorrido.
Se
han franqueado los cerrojos de mi alma.
Veo
tanta tristeza a mi alrededor,
que
me siento preocupada y aturdida.
Escucho
pasar el mundo por mi puerta
y
no me puedo asomar para saludar al día,
al
sol y a los manantiales.
¿Qué
es lo que está ocurriendo?
El
mes de enero trae consigo un escozor de tiriteras
de
frío, de lejanías y de olvidos que es preciso soslayar.
Trae
un deje de tristezas, que aflorarán en febrero
y
cerrarán nuestras puertas al jolgorio.
En
el mes de marzo, llega un ramalazo de pena.
Vienen
las separaciones, los dolores y las fobias,
el
tormento, los encierros, la dolorosa pandemia.
¿Cómo
serán los meses restantes?
Que
no sean cadenas de sufrimiento para el mundo,
dolorosas
afecciones, aislamiento y soledad.
Todo
nos cogió de súbito, de improviso.
Maldito
coronavirus que estás atrapando gentes
entre
tus zarpas de miedo.
Deja
ya de vulnerarnos con tu fiebre y tus ahogos,
con
tus tinieblas malignas, con tu tormentos sin tregua.
Deja
ya de lacerarnos con tus riadas de espanto.
Cantemos
a la esperanza de un nuevo día,
en
el que el sol salga para todas las personas
de
este maltrecho planeta y podamos abrazarnos,
todos
juntos, de la mano, como bellas mariposas
de
colores, que alegres revolotean
alrededor de una
rosa.
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