Este es el artículo de mi autoría publicado en el periódico IDEAL SIERRA MÁGINA, para el mes de julio de 2021. Abajo lo cuelgo en letra grande para que podáis leerlo.
CAMINANDO HACIA UN FUTURO INCIERTO
¿Cuál será el futuro de la
sociedad actual? Ya lo estamos vislumbrando. Desde 2008, con la denominada
Crisis del Ladrillo, el paro comenzó a hacer grandes estragos en nuestro país,
amén de otros países. Se cerraron muchas empresas familiares y otras más
grandes. La escasa industria de la mayoría de los pueblos, entre los que se
encuentran los municipios de la comarca de Sierra Mágina, hizo aguas por
doquier. Muchas personas quedaron en el paro. Los más perjudicados fueron: el
colectivo de las mujeres, el de los jóvenes de ambos sexos y el de los obreros
mayores de cincuenta años. Pero también perjudicó al personal de otros muchos
sectores.
Por si esta crisis hizo
poco daño a la población mundial y a la española, en concreto, a primeros del
2020, nos llegó la pandemia del Covid-19, surgida en China, unos meses antes, y,
en poco tiempo, extendida por todo el mundo. De las formas de haberla detenido
no vamos a hablar en este artículo. Aunque también sería un tema interesante, porque
todos los gobiernos, las comunidades y la población pagamos la lacra de ser
inexpertos en el terreno de la pandemia. Carecíamos de praxis, de conocimientos
y habilidades para saber atajarla a tiempo, con objeto de que no hubiera
contagiado la población mundial en su totalidad.
Esta pandemia nos encerró
en casa y paralizó la economía de las empresas que no eran necesarias para la
subsistencia. Hecho que ha acrecentado el desempleo y conseguido que muchos
obreros se queden sin trabajo. A la hora de abrir, bastantes empresarios comprueban
que han perdido parte de la clientela, por lo que se hace necesario trabajar en
esta dirección, porque, de lo contrario, no podrán cubrir los gastos, obtendrán
pocas ganancias y será imposible admitir a todo el personal que trabajaba en la
empresa antes del cierre y que pronto dejará de estar cubierto por los ERTES.
Actualmente, el paro es
muy grande en nuestro país, en el que vamos a centrarnos, para no abarcar un
campo tan extenso de acción. La gente joven no encuentra trabajo, a pesar de
que muchos jóvenes poseen estudios universitarios. La generación mejor
preparada, hasta ahora, tiene que emigrar a otros países para buscar su medio
de subsistencia. En España, el terreno laboral está lleno de contratos basura
que abarcan poco tiempo: meses, semanas, días e incluso una sola jornada, y
todo ello, ganando un salario de miseria, con el que no se puede hacer frente a
los gastos cotidianos ni adquirir un vehículo ni una vivienda y, mucho menos, formar
una familia. Esta sociedad capitalista y global maneja el dinero a su antojo,
proporcionando pingües dividendos a los más ricos y restándoselos a los
trabajadores. Así, está propiciando masas de gente que, para saciar sus
necesidades más perentorias, tienen que acudir a las ONGs como: Cáritas, Cruz
Roja, los comedores sociales, etc. De esta forma, están creciendo por todas
partes las colas del hambre; algo terrible, que, unos años antes, no padecíamos.
Esto sucede porque el capital lo están acumulando unos pocos, los potentados,
que cada vez son más ricos, en detrimento de los pobres, que cada vez acumulan
más miseria.
Algunos obreros apenas tienen
tiempo de descanso para las actividades de ocio, culturales y formativas, otros
no pueden disfrutar de unas vacaciones remuneradas. Muchos son interinos; las
empresas no quieren hacer fijos a sus trabajadores, para que no adquieran
derechos. Otras cierran sucursales y echan a los empleados. Así está
funcionando la banca desde hace varios años. ¿Qué pretende esta al juntarse con
otras más poderosas? Sin duda alguna, obtener mayores beneficios y evitar
gastos. La clientela y los empleados no les interesan lo más mínimo. Siempre
hemos oído decir: «Los peces grandes devoran a los más chicos». Esta práctica
sórdida y egoísta ha funcionado en el mundo desde siempre, pero, ahora, por
causa de la crisis económica de la primera década del siglo y de la terrible
pandemia, está en todo su apogeo. Los grandes almacenes y otras empresas importantes
están actuando de igual modo.
La jubilación cada vez le
llega al trabajador más tarde. Algunos, con tanto apurarlos, apenas van a tener
tiempo de cobrar la pensión, y los jóvenes tardan más tiempo en acceder a su
primer empleo. A estos se les discrimina por la falta de experiencia. Y aquí
entramos en un círculo vicioso: si no empiezan su vida profesional, nunca
tendrán prácticas y pericias laborales. A la hora de hacer entrevistas de
trabajo, rechazan a quienes son mayores; los excluyen por causa de la edad,
quieren gente más joven. A las mujeres les dan de lado, para no tener que
costearles el tiempo de la baja si se quedan encinta.
Últimamente, se están
haciendo demasiadas adquisiciones de productos por Internet. Las operaciones
comerciales online están absorbiendo las ventas y arruinando a las pequeñas
empresas locales, que ya no pueden seguir manteniéndose sin recibir ayudas. ¿Hacia
dónde camina esta sociedad de consumo? Si no le ponemos remedio, caminará hacia
la autodestrucción.
La pobreza está
aumentando en todo el mundo. La diferencia entre pobres y ricos es cada vez
mayor. La clase trabajadora se está hundiendo, poco a poco, en el légamo de la
miseria, porque con los bajísimos sueldos que percibe no puede hacer frente a
los gastos familiares. Hecho por el que los índices de natalidad están
decreciendo. En nuestro país, las parejas tienen cada vez menos hijos y no se
casan. No tienen recursos para sufragar los gastos que lleva consigo un enlace,
como hace veinte, treinta o cuarenta años lo hicieron sus padres.
Ayudemos a nuestra
sociedad a seguir adelante y luchemos contra la globalización y a favor de las
economías locales y del reparto justo de la riqueza.
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