Es Pegalajar un sueño
que me atrapa en la nostalgia.
Es como música sacra que suena en claves de amor.
Es una realidad expectante que seduce mi cariño,
es un verso, es un poema, con estrofas de esperanza.
Tiene alma aceitunera, tiene olivos centenarios.
Con su bella Serrezuela, cuajada de pinos verdes,
es un tapiz de esmeraldas, es un collar de aguacates,
es un suspiro del alma, un llanto del corazón.
Con su cielo nacarado, luciendo gama de azules,
pinta en mi pecho marinas de cristales acuosos.
Con su Charca, siempre hermosa, menos cuando carece
de los espejos del agua, de las perlas de sus ojos,
del rocío de la mañana, de las lágrimas nocturnas.
Dónde estarán esas aguas que un día nos dieron la vida.
Dónde estará la acuarela que vivimos en la infancia.
Dónde estará aquel tesoro que corría por las acequias.
Quizá quiera el Dios del cielo que regresen las
estrellas
al cielo de nuestros sueños, a la fuente del amor,
y puedan correr las aguas, bordando encajes de seda,
cosiendo tiras bordadas y crespones de guipur.
Encendiendo corazones con las perlas del cariño.
Restituyendo las rosas que un día fueron cortadas.
Sembrando esquirlas de amor, y luceros de esperanza,
por los cauces de las huertas, por los campos de estas
tierras,
por los senderos de la historia, forjada con sangre y
fuego,
que un día escribieron nuestros queridos ancestros
en los hermosos tapices de las leyendas del alma.
Y la Virgen de las Nieves, la patrona de este pueblo,
es una flor delicada que florece en nuestro pecho.
Es la madre de todos los pegalajeños,
los de aquí, y los de allá. A todos, la buena madre
nos cobija entre sus brazos y nos regala bondades.
El día 5 de agosto, celebramos el gran día de la
Virgen.
Disfrutemos en el pueblo de estas fiestas tan
hermosas,
y recibamos con gozo a todos los visitantes.
¡Viva la Virgen preciosa!
¡Viva la reina del cielo!
¡Viva la madre de Dios!
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