De esta forma sigue Victoria Godoy el prólogo de mi libro, Ojos de zafiro y otros relatos:
Abarcar
todas las estrategias narrativas empleadas, supera los límites de este
prólogo. Pero no me gustaría pasar por alto el gran valor que encierran, fruto
de una prosa, narrativa y poética, puesta al servicio de una realidad
geográfica campesina y urbana nombrada (Casamance, Canales, Almadén, Madrid,
Sierra Mágina, Chamizo...), que se implementa con la recreación de ambientes,
retratos de personajes o visiones sobre el amor, el desamor, la vida o la
muerte representadas por medio de los símbolos del mar, el viento, la luna, por
ejemplo. Así, la luz blanca del alba será «fría como la muerte»; las palmeras,
«hermosas plumas de avestruz agitadas por el viento»; el grito, «el desafinado
chirrido de un gallo madrugador»; un niño a las espaldas, «un tierno ramillete
de hierba buena que le brotara de la cintura...»; la pelvis, «una granada
madura que anhelara mostrar el fruto»; la rabia, «una luciérnaga herida...»; la
indignación, «una punzada adversa»; el sol, «una mancha escarlata que había
empezado a caldear el aire»; la fe, «una minúscula sombra sin destino»; el
rostro encendido, «vigoroso, arrebol de otoño»; las dulces palabras, «el alegre
gorjeo de un gorrión en celo»; la tarde, «un inmenso globo rojizo cuya luz...
encandilaba la pupila»; el horno, «la ingente bocaza de aquel gigantesco
dragón»; las manos, «gaviotas heridas por tan súbito viaje»; la blanca espuma
del mar, «sudario que cubrió sus cuerpos»; los bracitos, «espumas de ternura»;
el amor, «arco iris de mil colores; la nieve, «blanca paloma que congela hasta
el aliento». Todas ellas, en perfecto contraste con un léxico que se adapta a
la realidad sensorial descrita como: menuda y vivaracha, chiquilla, alimaña,
alma en pena, pintarrajeada, estar de buen ver, vino peleón, chatos de vino, trébedes...,
y que refleja el argot y el lenguaje popular. El uso de comparaciones,
series binarias y personificaciones se inspira en una naturaleza simbólica,
cuyos elementos naturales conviven en plena simbiosis con el ser humano,
mostrando su carácter afable u oscuro.
Victoria
Godoy Pérez, Licenciada en Filología Hispánica
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