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Pegalajar, Jaén, Spain
Gracias por venir a recorrer estos senderos literarios que han brotado de una fontana silenciosa, sedienta de emoción y de calma. Gracias por leer estos poemas, por beber su aliento, por respirar su aroma, por destilar su esencia, por libar su néctar. Sabed que han brotado de un corazón anhelante que sueña con ser luz y ternura, primavera y sueño, calidez y verso. Mientras lo consigo sigo escribiendo, soñando, amando, enseñando, viviendo y cantando a la vida y al amor, al mar y a la tierra, a la tristeza y al llanto, al suspiro de la brisa y al deseo de los espejos, a la melancolía y a la nostalgia. La vida es como un poema que, en unas ocasiones, nos abre las puertas de paraísos ignotos, de hermosas praderas cuajadas de florecillas silvestres, de exóticos jardines, de luminosas estancias donde germinan los sueños y donde se gesta el amor, pero en otras nos aboca al temblor de los fracasos, al dolor de las heridas, al vacío de las ausencias, al llanto de las tormentas, al furor de las ventiscas, al horror de las contiendas y a la tupida oscuridad de una noche sin luceros. Espero que seas feliz mientras bebes agua de los manantiales de la poesía, de las fontanas del verso.

jueves, 28 de septiembre de 2023

OTRO FRAGMENTO DEL PRÓLOGO DE “OJOS DE ZAFIRO Y OTROS RELATOS” DE ENCARNA GÓMEZ VALENZUELA

 


De esta forma sigue Victoria Godoy el prólogo de mi libro, Ojos de zafiro y otros relatos:   

  En Ojos de zafiro, hay bellas comparaciones y bonitas metáforas: la luz blanca del alba será «fría como la muerte»; las palmeras, «hermosas plumas de avestruz agitadas por el viento»; el grito, «el desafinado chirrido de un gallo madrugador»; un niño a las espaldas, «un tierno ramillete de hierba buena que le brotara de la cintura...»; la pelvis, «una granada madura que anhelara mostrar el fruto»; la rabia, «una luciérnaga herida...»; la indignación, «una punzada adversa»; el sol, «una mancha escarlata que había empezado a caldear el aire»; la fe, «una minúscula sombra sin destino»; el rostro encendido, «vigoroso, arrebol de otoño»; las dulces palabras, «el alegre gorjeo de un gorrión en celo»; la tarde, «un inmenso globo rojizo cuya luz... encandilaba la pupila»; el horno, «la ingente bocaza de aquel gigantesco dragón»; las manos, «gaviotas heridas por tan súbito viaje»; la blanca espuma del mar, «sudario que cubrió sus cuerpos»; los bracitos, «espumas de ternura»; el amor, «arco iris de mil colores; la nieve, «blanca paloma que congela hasta el aliento». Todas ellas, en perfecto contraste con un léxico que se adapta a la realidad sensorial descrita como: menuda y vivaracha, chiquilla, alimaña, alma en pena, pintarrajeada, estar de buen ver, vino peleón, chatos de vino, trébedes..., y que refleja el argot y el lenguaje popular. El uso de comparaciones, series binarias y personificaciones se inspira en una naturaleza simbólica, cuyos elementos naturales conviven en plena simbiosis con el ser humano, mostrando su carácter afable u oscuro. 

Victoria Godoy Pérez, Licenciada en Filología Hispánica






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