Sin duda uno de los fenómenos editoriales, cinematográficos y sociológicos de la temporada ha sido y es el éxito -editorial y cinematográfico- de de la trilogía 50 sombras de Grey. Han corrido ríos de tinta y tecla analizando los libros y la película.
Hay análisis como el de Beatriz Gimeno en el artículo Porno para mamás y porno sin más, para quien el libro es “una novelita rosa remozada de sexo explícito para la era postporno”. Para quien quiera ahondar en la tradición literaria de novelas rosa o novelas eróticas para mujeres, con la que entronca 50 sombras de Grey, puede ver esta magistral conferencia de Josune Muñoz, quien deja bien claro las características de la novela. Amén.
50 sombras de Grey y la misoginia
50
sombras de Grey es una obra francamente misógina, creo
que pocas dudas pueden haber al respecto. Christian Grey, el protagonista,
posee un imperio económico que le ha permitido ejercer un poder absoluto hacia
las mujeres. En la primera película se ve de forma clara cómo una de las claves
de la conquista de Anastacia Steele se basa en su poderío económico y en la
representación de una masculinidad dominadora y controladora.
Anastacia,
la joven universitaria que por azar entrevista a Grey, es una estudiante de
literatura que trabaja en una ferretería para mantenerse y que asume el rol de
joven ingenua, sin ninguna experiencia sexual, o sea virgen, y que se ve irremediablemente
atrapada en una historia de amor con Grey. Macho alfa rico y joven virgen
suele ser por lo general una combinación poco igualitaria.
A
Christian Grey le va el BDSM (Bondage, Disciplina; y Sadismo Masoquismo) y el
rol de dominador. Además de repetir la historia de siempre, hay dos puntos
referidos en el relato que chirrían, y mucho. Tener una madre adicta al crack
que no se ha ocupado de ti y haber sido iniciado en el BDSM con una amiga de tu
madre unos años mayor que tú, tienen un tufillo a misoginia bastante claro, y relacionan
estas prácticas con traumas personales que obviamente tienen que ver con la
mala madre y con el estereotipo de mujer mayor que pervierte a jovencitos,
en definitiva con la mantis religiosa.
Está
claro pues que 50 sombras de Grey no es precisamente una ficción que se
decante por las nuevas formas de representación…
Y si va y te gusta 50 sombras de Grey…..
Ahora
bien, a pesar de todo lo apuntado y de que resulte francamente terrible que una
obra como esta tenga un éxito tan brutal por los patrones que fomenta, ¿qué
pasa si te gusta o disfrutas con 50 sombras de Grey? ¿Qué pasa si la
película o los libros te ponen? ¿Te atreves a decirlo? ¿Lo llevas en secreto?
¿Se te aparece Simone de Beauvoir en sueños y te obliga a leerte toda su obra?
En
el artículo Dominas todas,
Helena Casas afirmaba con rotundidad que a ella le gusta el BDSM “porque es una
relación creativa que nos permite jugar con las identidades y que, sobre todo,
establece una intensa y consciente conexión sexual y corporal con las personas
con quienes se practica”. ¿Y si 50 sombras de Grey nos permite ampliar
el imaginario sexual? ¿Y si nos posibilita el juego y gozar sexualmente?
Algo
parecido ocurrió con la película 9 semanas y media (Adryan Line, 1986) y
aquel baile sensual de Kim Basinger que revolucionó el panorama cinematográfico
renovando el imaginario sexual de las parejas. Garganta profunda/
Deep throat (Jerry Gerald/Gerard Damiano, 1972) la peli porno de los 70
protagonizada por Linda Lovelace, enseñó a muchas mujeres de qué iba aquello
de las felaciones y también tuvo mucho de renovación. De recomendable visón
es el documental Dentro de garganta profunda/Inside Deep Throat (Fenton
Bailey, Randy Barbato, 2005) que documenta entre otras cosas la bochornosa
alianza entre las feministas antipornografía y Ronal Reagan.
Sin
dejar de tener claro en el horizonte lo patriarcal que pueden ser estas
películas, no podemos dejar de lado la capacidad que tienen de ampliar las
fantasías sexuales. Porque sí, se trata también de tener fantasías, se trata de
hablar de identificación, sin tener que pensar que de forma automática y/u
obligatoria la sexualidad de 50 Sombras de Grey nos somete y nos hace
sumisas. Esto hace que tengamos que incluir en el análisis el potencial
subversivo que habita en cada espectadora, la riqueza de los procesos de
identificación que no suponen que nos tengamos que identificar obligatoriamente
con personajes de nuestro sexo o género. Tenemos que tener presente que la
fantasía, los sueños van más allá del patriarcado. Y menos mal, porque a ver si
ahora vamos a culpabilizar al personal por ponerse cachonda con lo que mejor le
parezca.
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