Ya ha llegado el otoño a los parques, a las almas y a los corazones. Los árboles están adoptando tonalidades rojizas, amarillentas, oro y ocres en sus hojas, a punto de romper el peciolo y ser bamboleadas por el viento y mojadas por la lluvia. El viento gime en las oscuras noches de pandemia, de lluvia y de llanto, enredado en un dolor imposible, de infestados y muertos por este terrible virus, que cada vez es más astuto y contagioso. Miro caer la lluvia a través de los cristales como una monótona y triste canción que nos aboca a la melancolía, pero que da alientos a nuestro pecho por los beneficios que nos trae su llanto sobre los olivares de la sequía. Os ofrezco varias fotos del parque.
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