EL OTOÑO
Llega el otoño,
a los parques de mi pueblo.
Viene con sus jirones de niebla,
-con sus tardes amarillas, soleadas,
esponjosas, ambarinas, macilentas-
con su abanico de ausencias.
Llega con sus misterios de calma,
de pesadillas, de fobias, de tempestad,
de incógnitas, de ventoleras
de pena en el lagrimal
y agonía en la garganta.
Con sus tonos encarnados
enajena mis pupilas y mis sueños
y da vigor a la nostalgia.
Este otoño
se adueña de nuestras almas
con sus colores cobrizos,
caquis, tostados, rojizos y amarillentos,
llenos de melancolía y repletos de añoranza.
Nos trae un mosaico de tonalidades ocres,
en sus sedientas mañanas,
en sus prolongadas noches
en sus visos escarlata.
Iluminado por la tibieza sutil
de un sol, pálido y escurridizo,
va transcurriendo despacio
por las vides de septiembre,
por los lagares de octubre,
por los mostos de noviembre,
por los vinos de diciembre.
El otoño
se arremolina en mi pecho,
busca cobijo en mi alma,
se interna en mi corazón
se detiene en mis entrañas
para arañarme las vísceras
y desgarrarme la médula.
Este otoño, desarraigado y versátil,
se derrumba en mi memoria
con aires de la pandemia.
En CasaRosada a 8 de noviembre de 2020
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