después de las heladas y la escarcha,
la primavera a tus balcones se asoma
y nos muestra su verdor de hierbabuena,
sus geranios que florecen como estrellas,
sus jazmines que se encienden como antorchas.
Todo renace de nuevo en ti, querido Pegalajar,
todo se ensancha en tus caminos.
La savia de tus venas se enardece
igual que una sonrisa adolescente.
Sol y luna parecen dibujarte cada día
en el tono visceral de tus montañas.
La marea de las pupilas infantiles,
la dulzura de esas risas, es balada
que se expande, jubilosa,
impregnando de cadencias la mañana.
El tibio resplandor de tus ponientes,
la suave frescura de esos amaneceres
repletos de quehaceres y de sueños
perfilan con tesón tus olivares
y tus vegas repletas de
esperanza.
Serás paloma o gorrión que aviva el vuelo.
Serás ola sutil de un mar de calma.
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