He luchado en muchas guerras.
He ganado mil batallas y otras tantas he perdido.
Pero aquí estoy, levantada, con los brazos extendidos,
aguardando el temporal o la bonanza del cielo,
esperando un nuevo día, con su alegría y su pena,
con su tristeza y su gozo.
No digáis que no he vivido,
que lo he hecho en plenitudes.
No creáis que no he sentido el abrazo de la brisa,
ni las preciosas bondades de esos cielos
azulados y serenos de mi tierra.
He vivido en abundancia por estos mundos de Dios.
Por eso, a Él le debo mi vida, al Camposanto, mi
cuerpo.
A los míos, mi legado cultural de poemas y de versos.
Y a mis padres, que ya están navegando en otros mares,
todo este tiempo vivido, al arrullo del cariño
en el jardín de los sueños.
A mi marido, ese amor de tantos años, su apoyo,
su compañía, su lealtad, sus palabras y sus besos,
su convivencia conmigo, sus caricias y esas dos flores
hermosas, una rosa y un jacinto que cultivó en mi jardín.
Y a mi estrella, la ilusión de mirarla cada noche
y reflejarme en su esencia, en los aleros del cielo.
Y a mi país, la alegría de sentirme protegida.
Gratitud, a los amigos del alma y del corazón.
A mis paisanos, su respeto y el cariño que me tienen.
Las lágrimas del cristal, a las nubes jubilosas,
Y a mi pueblo, la acogida que me dio el día en el que
nací.
He soslayado volcanes, desamores y tormentas.
He buscado bendiciones, regocijos y alegrías.
Y he visto lo efímero de la vida y lo perverso del
mundo:
la enfermedad y la muerte, las pandemias y el horror.
Pero vivo la alegría de sentir sobre mi piel las
caricias
de la lluvia, los besos del firmamento,
los arrumacos del sol.
En CasaRosada a 5 de enero de 2022
Gracias, cariño, por estos versos tan entrañables. Un honor haber vivido todas estas vivencias junto a ti.
ResponderEliminarGracias, cariño, por estos versos tan entrañables. Un honor haber vivido todas estas vivencias junto a ti.
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