Ya se han abierto las puertas de año 2020. Sí.
Las cortinas del tiempo se han descorrido.
Se han franqueado los cerrojos de mi alma.
Veo tantas cosas que me siento aturdida.
El mes de enero trae consigo un escozor de tiriteras
de frío, de lejanías y de olvidos que es preciso soslayar.
Que me quieres, me has dicho en el oído.
Tendrás que pactarlo con la almohada.
Y yo tendré que verlo al trasluz de los sueños
errantes
que guardas en tus bolsillos, que escondes en tus entrañas.
Como si las cosas pudieran ser tan bonitas,
como si enero no trajera 31 días en el calendario,
tantos días de afanes, de ansias y de trabajos sin
tregua.
Como si pudiera olvidar todo el sufrimiento
que llevo a la espalda y que veo en el fondo del
espejo.
Como si enero
quisiera abrazarme y llevarme
con él al Jardín de los sueños prohibidos.
No me digas que me quieres cuando aún
no me has aceptado ni me escuchas cuando
alzo mi voz a los vientos, cuando llego cansada
de correr por esos mundos sombríos,
que no dan tregua al corazón,
en el cristal de la tarde.
En CasaRosada, 3 de enero de 2020
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