Como
flores superpuestas
en el satén de sus pétalos,
los olivos de esta tierra,
de esperanzas y de afanes,
se alinean en los ojos
y se ocultan en el alma.
Y recuerdan los esfuerzos,
los sudores y las lágrimas
que derramó el campesino,
mientras forjaba mil surcos
en esas tierras sedientas
que siempre esperan la lluvia,
las caricias de la brisa,
y la llegada de temporales
del corazón silencioso.
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