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Pegalajar, Jaén, Spain
Gracias por venir a recorrer estos senderos literarios que han brotado de una fontana silenciosa, sedienta de emoción y de calma. Gracias por leer estos poemas, por beber su aliento, por respirar su aroma, por destilar su esencia, por libar su néctar. Sabed que han brotado de un corazón anhelante que sueña con ser luz y ternura, primavera y sueño, calidez y verso. Mientras lo consigo sigo escribiendo, soñando, amando, enseñando, viviendo y cantando a la vida y al amor, al mar y a la tierra, a la tristeza y al llanto, al suspiro de la brisa y al deseo de los espejos, a la melancolía y a la nostalgia. La vida es como un poema que, en unas ocasiones, nos abre las puertas de paraísos ignotos, de hermosas praderas cuajadas de florecillas silvestres, de exóticos jardines, de luminosas estancias donde germinan los sueños y donde se gesta el amor, pero en otras nos aboca al temblor de los fracasos, al dolor de las heridas, al vacío de las ausencias, al llanto de las tormentas, al furor de las ventiscas, al horror de las contiendas y a la tupida oscuridad de una noche sin luceros. Espero que seas feliz mientras bebes agua de los manantiales de la poesía, de las fontanas del verso.

miércoles, 13 de abril de 2022

CRISTO CON LA CRUZ A CUESTAS

 

Cristo, con la cruz a cuestas,

camina abatido y silencioso,

taciturno, sudoroso y afligido,

ajeno al bullicio externo,

lastimado por las llagas de

nuestros propios pecados,

ensimismado en su pena,

herido por las ofensas,

hundido por su dolor.

 

A Él le tocó cargar

con las faltas y extravíos

de todo el género humano.

Treinta y tres años tan solo

y lo aplastó la vergüenza

de nuestras malas acciones,

 

Su madre lo va siguiendo,

dolorida y cabizbaja,   

va compartiendo el calvario.

Su corazón traspasado

por la espada del dolor.

Sus ojos lloran rocío,

perlas de remotos piélagos.

Su alma partida en dos,

una acompaña a su hijo

y otra a los pecadores

que también somos sus hijos.

 

Madre, enséñanos a sufrir,

a cargar con nuestras cruces,

a llevar nuestras miserias

ante Jesús Nazareno.

A soportar los reveses

que la vida nos depare.

A humanizar el dolor.

A ofrecérselo a tu Hijo.

Él lo transformará en gloria

para que, a la hora de la muerte,

podamos gozar por siempre

de su presencia divina.

 ENCARNA GÓMEZ VALENZUELA












 

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