Cómo han pasado los años.
Y nos hicimos
mayores.
Y perdimos la
inocencia.
Pero hoy, desde la
perspectiva diversa
de los recuerdos
de todos,
queremos evocar
los años de la infancia.
Cuando el Domingo
de Ramos,
aquella madre
querida,
que ya descansa en
el Cielo,
nos vestía de
ilusiones y esperanzas
y nos mandaba a la
iglesia
para celebrar con
olivos y con palmas,
aquel Domingo de
Ramos del pasado,
con los zapatitos
nuevos, el jersey, la camisa o el vestido.
Que felices
recorríamos las calles de nuestro pueblo,
para acompañar a
Cristo que entraba en Jerusalén.
(en nuestro caso en
la iglesia)
entre cantos
inocentes, subido
en un humilde
burrito.
¡Hosanna en el
Cielo, bendito es
el que viene en el
nombre del Señor!
¡Feliz Domingo de
Ramos para todos,
y no olvidéis estrenar alguna prenda bonita,
aunque sea un beso
nuevo en los labios de la vida.
Ya sabéis todos
por qué,
para que nuestras
manos no se caigan de su sitio,
y no se las lleve
el viento!