También se puede conseguir contactando con la autora mediante correo electrónico. Lo recibirá por correo ordinario, en su hogar y por el mismo precio que se vende en las librerías, sin gastos de envío.
RESRESEÑA OJOS DE ZAFIRO
Y OTROS RELATOS
Este libro consta de 14 relatos, en los
que el protagonismo femenino es relevante. En ellos se trata el tema literario
desde varios ángulos. Es decir, cada cuento presenta unos protagonistas, unos
ámbitos, una problemática y unos escenarios distintos. Suceden también en
épocas y tiempos diferentes. El libro nos muestra una gama variada de paisajes,
escenarios, líneas de vida, modos de subsistencia y personajes, que espero sean
del agrado del lector.
Cada relato debe contemplarse como una
unidad narrativa, ya que es independiente de los demás, pero en todos
ellos está presente la problemática de la vida humana. Cada historia narrada
tiene una temática y una trama diferentes y ofrece una perspectiva y un enfoque
distintos, porque la existencia humana tiene muchas formas de manifestarse en
el constante fluir del tiempo, muchas caras que mostrar y muchos ojos por los
que mirar y poder observar lo que está sucediendo a nuestro alrededor. En todos
los relatos se puede apreciar la esencia de la condición humana, los vínculos
que tenemos con quienes viven a nuestro lado, o están lejos en la distancia y
cerca en el corazón.
Ojos de zafiro
es el primer relato de este libro y el que le da título. Esta narración es una novela corta como bien
dice la autora del prólogo. Lo es por su extensión, 85 páginas; por
lo complicado de la trama, que es compleja e intrincada y por el número
de personajes implicados en la misma. La protagonista de esta historia es
una joven inocente que ve la vida con ojos limpios y generosos, que no cree en
la maldad de quienes la rodean, pero que sufrirá en sus propias carnes el peso
de la adversidad y de la injusticia de quienes tenían que mirarla con buenos
ojos. Es la víctima de las ambiciones, de la codicia y los intereses enmascarados
en oscurantismo y superstición de quienes están a su lado. Son las pasiones
humanas llevadas hasta el extremo de querer destruir a los seres que estorban
para alcanzar los objetivos propuestos. Es la lectura a la inversa de una
máxima, conocida por todos «El fin no justifica los medios». Estos personajes hacen la interpretación al
revés, a pesar de que el fin también es perverso. Solo piensan en sus intereses
personales, aunque para ello hayan de destruir a los seres humanos.
La marea del amor es el segundo relato en el que el amor no será capaz de superar la fuerza
brutal del fingimiento, del engaño, de la obsesión amorosa y de los celos. Por
estas pasiones humanas, de los personajes cercanos, las ilusiones hacen aguas
por doquier. En este relato recreo la panadería de mi infancia, que visitaba a
diario para comprar el preciado alimento. Pero la historia va mucho más allá de
lo vivido por mí. Es la historia de un bello amor, cuando ya los años de la
juventud habían pasado.
Casa de pecado es el tercero. Una casa, construida por un indiano, será el centro de la
narración, y los dos sacerdotes de la parroquia cercana los protagonistas.
Ambos miran a las chicas del prostíbulo con ojos muy diferentes. Una trama poco
usada, unos hechos extraños, un desenlace inesperado, pero deseado por el
lector, que respirará aliviado.
La taberna es el cuarto relato. Una historia sucedida en la década de los cincuenta
del siglo pasado. Las imposiciones políticas, de unos dirigentes autoritarios
por la insistencia de sus propósitos, dan al traste con los sueños de una
familia y de unos niños, que viven con las ilusiones de la infancia y con los
ojos puestos en el futuro. Este relato está escrito en
primera persona, por el hijo del tabernero.
El naranjo, el quinto relato. La historia de una mujer que soñaba ser feliz con el
hombre al que amaba, pero este nunca regresa para asumir sus obligaciones. Las
circunstancias de la vida, el miedo al qué dirán ante las madres solteras hace
desgraciados a los protagonistas y conduce este relato por los caminos de la
incomprensión y le propician un final dramático.
El mar de los naufragios, el sexto relato. En esta historia aparece el mar como devorador de
náufragos y de marineros. Es un dragón voraz que con su gran bocaza de frías y
desangeladas aguas devora a quienes naufragan en su inmensidad.
La
bodega maldita es
el séptimo de los relatos. Esta narración se encuadra en la tercera década del
S. XVII. Su majestad Felipe III fallece. El hijo, Felipe IV, con solo 16 años
recién cumplidos, es elegido rey. Este monarca tuvo un reinado muy largo.
Su llegada al poder fue recibida con mucha euforia por parte de la alta nobleza.
Sin embargo, la realidad respecto a los planes de estado fue muy diferente.
Felipe IV se despreocupa de los asuntos del gobierno de España y cede todo el
poder al valido, Conde Duque de Olivares. El joven rey se dedica de
lleno a los placeres carnales. A pesar de su juventud, todavía un adolescente,
consagró el tiempo al libertinaje, a la caza, y a las correrías nocturnas por
la ciudad de Madrid. Algunos nobles madrileños siguen esos voluptuosos
senderos. Este relato tiene como base el lamentable hecho de los abusos que la
nobleza llevaba a cabo con las mujeres que caían en sus manos y las reacciones
que estos actos eróticos provocan en las gentes de a pie.
Huida
a ninguna parte,
octavo. Este relato cuenta la historia de un barbero con unas inclinaciones
diferentes a la gran mayoría. Cuando asesinan a Federico García Lorca, a quien
atendió en su establecimiento, lo sintió mucho, y cuando nota la presión de los
perseguidores, emprende la huida por el mundo sin dirigirse a ningún lugar
concreto.
Las
heridas del alma.
Este relato es el noveno. Sucede durante la Crisis del ladrillo. Cuando se
destruyen tantos puestos de trabajo, y muchos obreros son despedidos. La mujer
de uno de ellos, con su actividad nocturna, ha de sacar su casa adelante. Pero
surge un intento de abuso y de malos tratos a la mujer, fuera de la familia, y
en casa lo pasan mal. Este relato lo cuenta la hija en 1ª persona. Las heridas
de la adolescencia hacen mella en la chica.
Besos
de miel. Cuenta la
historia de unas jóvenes que de pequeñas pasaban las vacaciones con sus abuelos
en la sierra. Mientras los abuelos están vivos la vida les va muy bien. Cuando
mueren los abuelos se precipitan las desgracias sobre la familia. La
generosidad de ambas hermanas salva la situación y encauza la vida de los
últimos sobrevivientes, pero hay un gran drama que solventar, mucha angustia y
bastante desgarro hasta llegar al final.
El reflejo del agua. Este relato trata el síndrome de la
obsesión amorosa. El gran vacío que deja el amor cuando se ha instaurado
tan dentro del alma que la separación y la muerte hacen acto de presencia a
deshora. Entonces la huella de ese amor se apodera del corazón hasta conseguir
el encuentro final y definitivo, en el más allá.
Trata el mal de amores y la
marcha a otras latitudes como salvación para dejar de sufrir.
Sonámbulos
de dolor es la
historia de una familia que ha perdido a un miembro en la Guerra Civil
Española, y todos los demás miembros viven recordándolo constantemente, lacerados
por esa ausencia y tiranizados por el sistema actual y por la impunidad de los
servidores del mismo y de sus actuaciones.
Sentimientos contradictorios.
Trata el tema de la
desorientación de las personas con inclinaciones sexuales diferentes. Ni ellas
mismas entienden lo que les ocurre. Trata de la homosexualidad en un tiempo
difícil, cuando es un hecho que solo produce rechazo y oposición a su alrededor
y la incomprensión hasta incluso de quienes le han dado la vida, los propios
progenitores.
Lencería
fina. Es la historia
de un adolescente que advierte sus inclinaciones sexuales y no puede
controlarlas. Encuentra la oposición familiar y la incomprensión, de los suyos
como un gran obstáculo que no lo deja vivir. Solo encontrará la felicidad
cuando consigue sus objetivos y se rodea de todo lo que le ha gustado desde
siempre.
Espero
que estos relatos sean del agrado de los lectores. Esa es la finalidad que
persiguen quienes juntan las palabras y las frases para escribir historias ficticias
de vida y de pasión, basadas en hechos verídicos del pasado o de la vida
cotidiana.
PRÓLOGO
Ojos
de zafiro y otros relatos supone un punto de
inflexión en la trayectoria literaria de Encarna Gómez Valenzuela, entre la
consolidación de antiguas formas narrativas, propias del cuento o la leyenda, y
la apertura hacia otras nuevas que incorporan, fundamentalmente, el relato urbano
y la disgregación constructiva, propias del fragmentarismo y el fragmentalismo
de la novela moderna, hacia una estructura narratológica más dialéctica, donde
el conflicto es el núcleo de la acción, junto a los personajes y ambientes
descritos. De este modo, la perspectiva creativa adoptada nos permite
contemplar cada relato como un núcleo narrativo independiente, que alcanza su
plenitud y fin absoluto en sí mismo, disuelto en cada historia que se presenta
como la verdad de la condición humana, como un desierto experimental de
angustia, pero unido también al mosaico colectivo, inconfundible y único, de
todos ellos.
Como
pórtico del libro figura Ojos de zafiro, que, por su extensión y, sobre
todo, por la complejidad de la trama, elipsis, digresiones y peripecias que
suceden —tanto al personaje principal como secundarios— está más próximo a lo
que la crítica literaria entiende por novela corta que por relato. Todo un
símbolo metafórico del arrebatamiento y pérdida absoluta del paraíso de la
inocencia y la soledad del alma de la mujer, víctima de prácticas dominantes
arraigadas como «usos y costumbres» que, desde la construcción simbólica y
real, se despliegan como técnicas para la producción y reproducción de la
violencia. Mantener esta historia al comienzo del libro es un acierto y también
una necesidad, pues es el sentimiento trágico de la vida y de los pueblos —el
ser de carne y hueso, como diría Unamuno— el verdadero motor de la narración,
frente a la adversidad del fatum y la injusticia.
Asistimos
a un largo viaje por el poder destructor, cegador y catártico, a veces, de las
pasiones humanas, y el carácter corrupto de la realidad: El cainismo y la
violencia sexual del sistema patriarcal; el síndrome de la obsesión amorosa y
la traición de los celos; la prostitución y la iglesia; la simbología del
franquismo: la muerte como fin y la humillación como instrumento; el drama de
ser madre soltera y el infanticidio; el mar voraz y sus eternos naufragios; la
«honra mancillada» y las consecuencias del «agravio»; el miedo de ser «maricón
o marica» cuando era delito; las heridas de la pubertad; la maternidad
responsable y compartida; el mal de amor y la muerte como salvación; la
impunidad de la «Benemérita» y sus crímenes ocultos; el amor homosexual sin
mochila; y el orgullo de ser diferente.
Desde
el nudo de estas historias (desis) hasta el desenlace (lysis) no
sobra nada. Toda la trama reviste un perfecto ensamblaje para que pueda ser
observada —en toda su magnitud— el análisis de las acciones humanas y su
antropología social en perpetua discordia y lucha. Se trata de una visión de la
literatura como ética moral, que dibuja los roles del yo en el mundo social,
sin ser una crítica moral, y mucho menos moralista, que genera sentimientos de
compasión con los históricamente desposeídos, y un entramado de fuerzas en
continua tensión por el tratamiento que hace la autora de las pasiones como
fenómeno no sólo individual, sino también colectivo, hasta tal punto de que
llegamos a distinguir el comportamiento de los personajes por los instintos que
encierran. Pero más que las pasiones como fuentes del conflicto individual, son
los diversos órdenes políticos y sociales, la historia de estos y la educación,
los que causan la aparición de las distintas pasiones en el seno de la estructura
social que determina la vida de los personajes, con lo que adquieren un valor
universal, pasando a ser cuestión social, y producen el efecto de poner a quien
se acerca al libro en contacto con sus emociones, como vía cognitiva válida
para la construcción del juicio ético en el plano de lo público sobre los
significados acerca del bien y del mal; sin embargo, el placer que se
experimenta en seguir el destino de los personajes implica suspender el juicio
moral real.
Como
Dostoievski y Stendhal, la autora penetra en lo más recóndito del ser humano
con poderosa introspección, y traspasa el mundo onírico de los seres, para
reflejarlos en un «espejo paseado a lo largo del camino real», del que aflora
un mágico mundo subyacente, poblado, a su vez, de mundos múltiples (el
existencial, el social y el dialéctico), en los que confluyen: el mundo mítico,
distópico, donde las fuerzas de la naturaleza y el entramado social se
entrecruzan, construyendo una cosmovisión ordenada y, a su vez, caótica, de la
vida y la muerte, de lo sobrenatural y lo irracional, que integra y atrapa al
ser en una identidad grupal, que adapta, psicológicamente, al individuo a un
mundo estratificado y organizado en múltiples códigos, símbolos y ritos (Ojos
de Zafiro); el mundo onírico, que apunta al interior del ser con sus
problemas existenciales, su soledad, su angustia y sus pesadillas (La marea
del amor); el mundo cotidiano, de la experiencia urbana con sus tensiones y
conflictos (Casa de pecado, Las heridas del alma, Besos de miel, Sentimientos
contradictorios, Lencería fina), y sus diferentes formas de existencia (El
mar de los naufragios); el mundo realista, que refleja los rasgos
característicos de una época, las causas y efectos de un determinado hecho (La
bodega maldita, La taberna, Sonámbulos del dolor); el mundo del realismo
mágico, en el que la realidad, la fantasía y el misterio se funden como
metáfora de la realidad vivida (El naranjo, Huida a ninguna parte);
y el mundo fantástico, maravilloso o legendario, que surge de una inesperada
alteración de la realidad y provoca estupor en los personajes (El reflejo
del agua).
Estos
mundos tan dispares y diversos —el del mundo verdadero, el ficcional verosímil
y el ficcional no verosímil— se entrecruzan entre sí en un rico entramado de
técnicas narrativas que muestran el ansia de renovación formal y una concepción
dinámica y universal del arte. La voz narrativa se enriquece con el uso del
narrador externo (heterodiegético), u omnisciente, que utiliza la
tercera persona, o el narrador interno (homodiegético), implicado en la
historia en distintos grados, unas veces, como personaje protagonista (auto diegético),
que la cuenta en primera persona a partir de su experiencia propia; otras, como
narrador-testigo, que la narra para ofrecer su visión sobre los hechos
ocurridos. Podríamos indicar, por tanto, que el modo narrativo adoptado en el
discurso es el de la mímesis (showing), lo contrario a la diégesis (telling),
propia del narrador del siglo XIX; conseguido, a través de la focalización
interna presente en los relatos autobiográficos, donde los personajes se
autoanalizan o son presentados a través de la conciencia de los demás; o por
medio de la objetividad de la omnisciencia neutra, que consiste en mostrar lo
que pasa, sin hacer juicios. Se trata de una narrativa de ruptura, de
introspección, en la que las técnicas narrativas, tales como la retrospección
(analepsis), la anticipación (prolepsis), el encuadre, la acotación, la
aceleración y desaceleración del ritmo narrativo, la técnica cinematográfica,
la visión del tiempo (como contemplación y recuerdo del pasado, como elemento
aniquilador o estructurador del relato, en constante contraste y desacuerdo
entre el tiempo del alma y el del reloj), están al servicio de un enfoque
narrativo múltiple.
Abarcar
todas las estrategias narrativas empleadas, supera los límites de este
prólogo. Pero no me gustaría pasar por alto el gran valor semiótico que
encierran, fruto de una prosa narrativa y poética puesta al servicio de una
realidad geográfica campesina y urbana nombrada (Casamance, Canales, Almadén,
Madrid, Sierra Mágina, Chamizo...), que se implementa con la recreación de
ambientes, retratos de personajes o visiones sobre el amor, el desamor, la vida
o la muerte representadas por medio de los símbolos disémicos del mar, el
viento, la luna, por ejemplo. Así, la luz blanca del alba será «fría como la
muerte»; las palmeras, «hermosas plumas de avestruz agitadas por el viento»; el
grito, «el desafinado chirrido de un gallo madrugador»; un niño a las espaldas,
«un tierno ramillete de hierba buena que le brotara de la cintura...»; la
pelvis, «una granada madura que anhelara mostrar el fruto»; la rabia, «luna
luciérnaga herida...»; la indignación, «una punzada adversa»; el sol, «una
mancha escarlata que había empezado a caldear el aire»; la fe, «una minúscula
sombra sin destino»; el rostro encendido, «vigoroso, arrebol de otoño»; las
dulces palabras, «el alegre gorjeo de un gorrión en celo»; la tarde, «un
inmenso globo rojizo cuya luz... encandilaba la pupila»; el horno, «la ingente
bocaza de aquel gigantesco dragón»; las manos, «gaviotas heridas por tan súbito
viaje»; la blanca espuma del mar, «sudario que cubrió sus cuerpos»; los
bracitos, «espumas de ternura»; el amor, «arco iris de mil colores; la nieve,
«blanca paloma que congela hasta el aliento». Todas ellas, en perfecto
contraste con un léxico que se adapta a la realidad sensorial descrita: menuda
y vivaracha, nena, chiquilla, alimaña, alma en pena, pintarrajeada, estar de
buen ver, vino peleón, chatos de vino, retrete, meados, culo, lameculos,
tirando los tejos, botica, cacho, mal de ojo, mendrugo, vereda, apedrear, estar
en el paro, la agilidad de un pájaro, muchacha, candil, torcía, casona,
trébedes..., y que refleja el argot popular y el lenguaje escatológico El
uso de comparaciones, series binarias, personificaciones y dilogías se inspira
en una naturaleza personificada y simbólica, cuyos elementos naturales conviven
en plena simbiosis con el ser humano, mostrando su carácter afable u oscuro.
Es
necesario resaltar que la mayoría de las figuras que habitan estos relatos son
mujeres con nombre propio (Sara, Trini, Remedios, Isabel, Julia, Eva, Ana...),
o carecen del mismo, cosificadas en el mundo marginal de la prostitución;
otras, han sido estigmatizadas y tachadas de brujas. Todas, con cicatrices, en
el vendaval de la vida, como enseñas de su amor, pleno, frustrado y arrebatado,
en la fugacidad de la insaciabilidad del tiempo por un destino aciago. Amor
femenino que aparece descrito en su belleza dionisíaca y apolínea con un
lenguaje cargado de sensualidad y erotismo, que nos recuerda la herencia de la
imaginería arábigo-andaluza o la del Modernismo, pero libre ya de eufemismos;
ahora en una prosa directa, ágil y expresiva. De esta forma, el discurso narrativo
se adueña de la palabra como arma para que sea posible ver, sentir y nombrar el
cuerpo por la mujer, el deseo sexual y la fusión amorosa con expresiones
literarias que se alejan del canon masculino en la búsqueda de una identidad
propia que les ha sido arrebatada. Es el derecho a decidir sobre su cuerpo y
sus vidas lo que está en juego, de ahí la especial relevancia que adquiere el
tratamiento de la locura femenina y el suicidio. Al igual que Mary
Wollstonecraft y Jane Austen, pioneras del feminismo, la autora se niega a
colocar la locura como una consecuencia de la inestabilidad natural femenina,
sino, al contrario, como opción personal, o fruto del determinismo social; y
quienes la padecen no son locas (ya que la locura es una reacción normal ante
situaciones límite), sino enloquecidas avocadas al suicidio como protesta
contra la férrea y asfixiante estructura moral que la sociedad imperante impone
a la mujer (El naranjo), o como efecto de la angustia existencial del
vacío —expresión máxima de las pasiones del ser— para acabar con el sufrimiento
(El reflejo del agua), o como única salida a la violación sexual (La
bodega maldita).
Por último, indicar que estamos ante
un libro singular, en donde los conflictos específicos del mundo moderno viajan
y se anudan prodigiosamente con los de la literatura más clásica y universal,
gracias a una mirada renovadora, que destierra prejuicios y tabúes. Tradición y
modernidad unidas con ricos y agudos contrastes que enriquecen el discurso y
logran captar nuestra atención. Este libro —sin las brumas ni la hojarasca del
tiempo— viene a construir y a llenar un hueco de ese enorme páramo intelectual inmediato
y posterior de la Guerra Civil que supuso esa generación perdida de la
posguerra donde quedaba solo el vacío, para sacudir las más entrañables fibras
de la sensibilidad humana.
Agradezco
a Encarna que me confíe amablemente el prólogo de esta obra, por la amistad
verdadera que une nuestras vidas.
Estimado
lector o lectora, que vas a acoger este libro, que ya te pertenece, deseo que
estos relatos crezcan en tus manos, y se conviertan en entretenimiento y
aprendizaje provocador.
VICTORIA
GODOY PÉREZ
También se puede conseguir contactando con la autora mediante correo electrónico. Lo recibirá por correo ordinario, en su hogar y por el mismo precio que se vende en las librerías, sin gastos de envío.
PRÓLOGO
La furia del viento sorprende a la vez que atrapa al lector a medida que este avanza en el recorrido de sus páginas. Sorprende por la alternancia espacio-temporal con la que juega su autora y atrapa por el contenido de su acción que participa de las características de distintos géneros narrativos, desde el relato de vida hasta el costumbrista o el de misterio, pasando por la ficción autobiográfica.
Articulada en torno a dos universos distantes, tanto en el espacio como en el tiempo, la novela narra, en primera persona, los acontecimientos de la vida de Elvira, periodista afincada en París, aunque oriunda de la comarca jiennense de Sierra Mágina. Serán precisamente París y Pegalajar, localidad natal tanto de la protagonista como de su autora, los dos centros de gravedad de la historia. A través de ambos lugares, Encarna Gómez Valenzuela, describe el presente y el pasado de su personaje, lo que le permite, al mismo tiempo, realizar un interesante estudio de la sociedad rural de dicha comarca en la segunda mitad de los años cincuenta y en la década de los sesenta del siglo pasado.
Sabiamente construida, la novela busca, y consigue, mantener la atención del lector con sus continuos saltos temporales entre el presente de Elvira y los hechos de su infancia en Pegalajar, que constituyen el eje esencial de la narración. Estas sucesivas vueltas atrás, guiadas por el mecanismo del recuerdo, resultan de una gran funcionalidad, ya que permiten ahondar en los rasgos psicológicos de la protagonista, a la vez que ponen en escena una galería de personajes a través de los cuales el lector puede muy bien imaginar el ambiente descrito, con sus diferentes clases sociales y las distintas personalidades de sus representantes.
La vida familiar y la escuela son sin duda los dos ámbitos más minuciosamente trabajados en los que, con toda seguridad, la autora ha ido hilvanando de forma imperceptible retazos de sus propios recuerdos. Llama la atención, en efecto, el detalle con el que son tratados muchos de los elementos que configuran el universo infantil, desde los juegos, el estudio, los vínculos familiares o de amistad, hasta las relaciones con los adultos o el paso a la pubertad con los cambios y los descubrimientos que le son inherentes.
Recluida en su ático parisino, Elvira evoca y trae hasta su presente a cada uno de los personajes de su vida anterior y conforma con ellos un fresco en el que tienen cabida todas las clases sociales, desde “el señorito” hasta los habitantes de las cuevas. Pero el ático de Elvira no es tan solo el lugar en el que esta se entrega a la añoranza del pasado. Muy al contrario, cuenta también con su propio peso específico. De hecho, la autora tiene cuidado de anclar firmemente en la realidad de la época los acontecimientos de tipo personal. Encarna Gómez Valenzuela juega, además, con la atención del lector, acrecentando su intriga al interrumpir la narración de los hechos del presente para intercalar los de un ayer lejano.
Toda la novela está concebida como una sucesión de retornos a un tiempo pretérito. En realidad, toda ella constituye una gran evocación del pasado, por lo que la autora utiliza continuamente el procedimiento de la analepsis, que da sentido a la actualidad del personaje principal. Pero junto a este recurso que le permite recrear un mundo desaparecido, que solo puede pervivir a través del recuerdo, utiliza su contrario, la prolepsis, por el que anticipa a través de pequeñas ráfagas los sucesos por acontecer, creando así un suspense con el que juega desde el principio del relato.
En efecto, ya desde las primeras líneas, Encarna Gómez Valenzuela se complace en despertar la curiosidad del lector al tomar como punto de partida de la narración dos hechos que determinarán buena parte de los acontecimientos posteriores: la muerte de Gervasio, cuya identidad no conocerá el lector hasta bien avanzada su lectura, y la de las tías de la protagonista, personajes sombríos, encarnación del lado oscuro de la existencia, unidas sin embargo por lazos de sangre a Elvira, ser de luz que desgrana los acontecimientos de su vida en el transcurso de la novela.
Por último, me gustaría insistir sobre un hecho que me parece fundamental en la composición de La furia del viento, el estudio psicológico de ese fresco social de los años cincuenta y sesenta del siglo XX que la autora presenta al lector. Alrededor de Elvira, protagonista absoluta de la narración, que se concilia consigo misma a través de su confesión, pulula un gran número de personajes con los que la autora realiza un estudio de caracteres que implica una reflexión sobre la condición humana, con sus miserias y sus grandes actos. Lo mismo ocurre con el otro díptico del relato, ya que el espacio parisino, construido esencialmente en torno a las relaciones amorosas y laborales, es transitado por distintos tipos psicológicos cuyos rasgos presentan un variado abanico de actitudes ante la vida. Desde Marcos, el esposo amado, hasta los amigos, los compañeros de trabajo, los vecinos o las jóvenes que trabajan en la limpieza, cada uno de estos personajes ostenta sus propias peculiaridades y actúa en función de las mismas.
Reflexión sobre el ser humano, en suma, con sus grandezas y sus bajezas, es lo que Encarna Gómez Valenzuela ofrece al lector que se adentra en las páginas de La furia del viento. Buena lectura.
Adelaida Porras-Medrano Enero 2022
SINOPSIS DE LA NOVELA LA FURIA DEL VIENTO
La furia del viento es la historia de una joven que empieza una vida con su pareja en París. Ambos son periodistas y trabajan para una agencia española. La muchacha pretende integrarse en aquel lugar. Lo consigue a medias mientras él está vivo. Cuando este fallece, su vida hace aguas por doquier. A partir de entonces, lo deja todo y se encierra en sí misma como un recurso de defensa o de autodestrucción personal. Después, la protagonista vive sucesos terribles: robos, envenenamientos y asesinatos. En su aislamiento, evoca hechos del pasado y advierte que esos recuerdos, poco a poco, la van rescatando del infierno en el que ha caído al verse separada de su amado y sola en una ciudad extraña.
Rememora a su familia y a las amigas de la infancia, las cuales, como la protagonista, se vieron obligadas a separarse y a dejar el pueblo para iniciar una nueva vida en otro lugar. Recuerda la escuela de su niñez y cuenta los episodios que vivió en una época difícil de miserias, carencias, venganzas crueles y violaciones, en todos los sentidos. Se trata el derecho de pernada, las enfermedades mentales, la atención a los niños hiperactivos y deficientes, la homosexualidad, los pervertidos sexuales, el incesto, las agresiones violentas, los abusos, el secuestro y las muertes terribles, que cambian la vida de los personajes. Es el tiempo de la posguerra española y el tardío franquismo.
En la novela hay dos historias paralelas, una la que la protagonista vive en París y otra la que sucedió en el pasado. Ambas van fluyendo a lo largo de toda la narración y al final convergen en el presente. Entonces se desvelan todos los secretos y misterios que les ocultó la vida en el pueblo en aquel lejano y confuso período.
La furia del viento es una acronía o silepsis, porque tiene dos líneas temporales, que se entrelazan, obligando al lector a avanzar de modo simultaneo por dos historias, que finalmente se complementan. Encarna Gómez Valenzuela
2002: -“LUCES Y SOMBRAS Y OTROS POEMAS”. Libro de poemas. Editado por el Excmo. Ayuntamiento de Pegalajar (Jaén).
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