La primavera amistosa va tocando los jardines,
con su varita de magia, con su soplo de alegría.
En el rosal, pone rosas. En las macetas, geranios
multicolor,
malvas chinas, hierbabuena, campanitas y jazmines.
En los vergeles, florestas. En los árboles, las
flores,
en mi alma pone amor hacia todos los humanos.
Y en esa puerta entreabierta de mis labios, muchos
besos
para repartir al mundo y a las gentes que tengo a mi
alrededor.
En las plantas, hojas verdes y retallos que, con su
blonda
de seda, cubrirán todos los parques y los jardines se
llenarán
de poesía. Durante todo verano, lucirán sus
esplendores.
¿Quién dará a la primavera esas flores tan preciosas,
esos colores tan bellos, esos olores tan tiernos,
esa brisa tan suave y esas lindas mariposas?
¿La madre Naturaleza o el propio Dios en persona,
o la Virgen o los santos o los ángeles del cielo?
Yo nunca pude saberlo, ni estudiarlo en libro alguno.
Solo sé que sus espejos no los lustran las criaturas
ni los proyectan personas ni los propios gobernantes.
Que sus profundos misterios no los dibuja la gente.
Que una mano poderosa, allá en lo alto del cielo,
teje amores, sentimientos, cualidades y alegrías.
Adornar los ventanales, vestir todo de armonía.
Poner flores en los tiestos y amor en los corazones,
en los labios, risas, besos y canciones afectivas
y misiones de esperanza. En los jardines del mundo,
planta claveles y rosas. Y en el aire pinta alondras
y palomas mensajeras que, alegres revolotean,
las cornisas del interior de mi alma.
ENCARNA GÓMEZ VALENZUELA
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