Uno de esos días azules
que
brillan con luces de primavera
y que
rebosan el alma de placidez y de calma,
María,
una joven adolescente,
alentada
por la ilusión de vivir,
con gran
entusiasmo y alegría,
atravesó
el mágico umbral de su flagrante destino,
y, entrando
en los jardines del Edén,
sintió en
su rostro la frescura de la brisa
y en su
corazón, los cálidos arrumacos del sol.
Iluminada
por una vivísima luz de arco iris,
presenció
un cambio maravilloso:
Su frágil
cuerpo de niña
se
transformó en la joven que anhelaba.
Entonces
se descubrió nueva y diferente.
Sintió
dentro de sí misma una corriente benigna
que la
conducía por luminosos senderos,
desconocidos
aún para ella.
y en su interior encontró un
tabernáculo de amor,
un templo límpido y sagrado
que podía dar cobijo a la
ilusión de otras vidas.
Se sintió tierra fecunda
regada por las frescas aguas de
un incipiente arroyuelo
que surge de un manantial de
rosas y de azucenas.
Siguió palpando su cuerpo
y descubrió dos suntuosas
colinas
que manaban leche y miel por sus
elevadas cumbres
y que podían dar aliento a la
esperanza amamantando la vida.
Luego contempló el lento
discurrir
de un río de amapolas que
brotaba en sus entrañas
y que llevaba en su esencia el
germen de nuevas vidas.
Y vio María que su cuerpo era
bello y apacible
y dio gracias al Creador por
tanta magnificencia.
Lloró de gratitud por aquel
descubrimiento.
Y celebró, jubilosa, tan
maravilloso hallazgo.
Entonces oyó latir su corazón
con una fuerza distinta y límpida.
Y se sintió enormemente feliz
por haber sido elegida para tan
relevante misión,
amén de otras distintas.
Aquel
caudal de felicidad que llenó su alma de paz,
comenzó a
irradiar su fulgor en todas las direcciones
y
florecieron los campos en desbordante primavera fecunda.
Corrió María por el valle de su
piel,
se deslizó muy despacio,
como gotas de rocío
en las mañanas de mayo
y gritó por doquier su euforia.
Cortó flores silvestres y las
prendió de su pelo.
Y aquel jardín luminoso
desparramó su frescura
como un sol de plenitudes en una
tarde de estío.
Mas el aciago aliento del
infortunio,
que acechaba en el alfeizar de
su ventana,
comenzó a soplar con tanta
insistencia que enredó
sus bondadosas ilusiones en las
marañas de la desdicha.
Y el varón sometió a la hembra,
la doblegó con desdén y
prepotencia
y violó su intimidad femenina
y profanó el santuario de su
cuerpo
forzándola a complacerlo.
Mutiló su cuerpo con injustas
ablaciones.
La condenó a la afrenta del
prostíbulo.
Le cortó las alas para que no
pudiera levantar el vuelo
hacia otras latitudes más
solidarias y humanas.
Y el marido agredió con furia a
su esposa,
la humilló y la vejó cruelmente
hasta robarle la vida.
Entonces María lloró con gran
desconsuelo
por tanta paloma herida.
Su pecho se llenó de tristes
lágrimas de melancolía
que comenzaron a brotar de sus
ojos
para regar el erial de sus
penas.
En su corazón navegaba a la
deriva
aquel frágil barquichuelo de
papel que un día
surcara los mares, cargado de
proyectos de futuro.
Sin embargo, desistió de
sucumbir
ante tanto despotismo
y, revestida de esperanza y
valentía,
resurgió de su dolor como una
alfaguara de arrojo y osadía
y gritó a los cuatro vientos
implorando la justicia para
tantos atropellos:
No dejaré que me humillen
proclamó con doliente voz de
paloma mensajera.
Emergeré de la luz de la aurora
que inunda mi corazón
para sembrar paz y justicia en
esta tierra desnuda.
Cuidaré con gran amor y entrega
las plantas que crecen en mi
jardín
para que no se marchiten en
abandonos.
No dejaré que nadie las destruya
para que puedan brindar su
sombra a todos los caminantes
que recorren los senderos de la
vida.
Mantendré los ojos abiertos a la
crueldad
que vulnera los derechos de los
seres indefensos.
Apoyaré la lucha que otras
personas iniciaron
para erradicar la violencia de
este planeta.
No cejaré en la justa
reivindicación
de los derechos humanos
mientras me quede un aliento de
vida.
Desde lo más profundo de mi alma
anhelo
que este mundo beba vientos de
paz y de justicia.
Deseo que la luz del sol brille
con igual intensidad
en todos los corazones.
Y en este pertinaz propósito de
intenciones
que renueva la esperanza cada
día,
mi corazón se engrandece.
¿No ves cómo me crecen las
ramas?
ENCARNA GÓMEZ VALENZUELA
Y JUSTICIA
A 8 DE MARZO@ CONVOCADO POR LA
ASOCIACIÓN
DE MUJERES
LA ENCINA
DE PELIGROS (GRANADA) Y
PATROCINADO POR
EL
EXCMO. AYUNTAMIENTO.
PELIGROS
5 MARZO DE
2010.
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