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Pegalajar, Jaén, Spain
Gracias por venir a recorrer estos senderos literarios que han brotado de una fontana silenciosa, sedienta de emoción y de calma. Gracias por leer estos poemas, por beber su aliento, por respirar su aroma, por destilar su esencia, por libar su néctar. Sabed que han brotado de un corazón anhelante que sueña con ser luz y ternura, primavera y sueño, calidez y verso. Mientras lo consigo sigo escribiendo, soñando, amando, enseñando, viviendo y cantando a la vida y al amor, al mar y a la tierra, a la tristeza y al llanto, al suspiro de la brisa y al deseo de los espejos, a la melancolía y a la nostalgia. La vida es como un poema que, en unas ocasiones, nos abre las puertas de paraísos ignotos, de hermosas praderas cuajadas de florecillas silvestres, de exóticos jardines, de luminosas estancias donde germinan los sueños y donde se gesta el amor, pero en otras nos aboca al temblor de los fracasos, al dolor de las heridas, al vacío de las ausencias, al llanto de las tormentas, al furor de las ventiscas, al horror de las contiendas y a la tupida oscuridad de una noche sin luceros. Espero que seas feliz mientras bebes agua de los manantiales de la poesía, de las fontanas del verso.

jueves, 29 de marzo de 2018

JUEVES SANTO DE 2018 DE LA ERA CRISTIANA


                                       Última cena de Juan de Juanes, cogida de Internet
Hoy es Jueves Santo, Día del Amor Fraterno, un hermoso día que la cristiandad celebra y recuerda el misterio de Cristo, la Última Cena con sus apóstoles en el Cenáculo. Hoy me dirijo a ti, Señor, para hablarte, para contarte mis alegrías y mis penas, para adorarte. 

  
Un hermoso  Jueves Santo, tan lejano ya en el tiempo pero a la vez tan actual, instituiste la Eucaristía. Convertiste el pan en tu cuerpo y el vino en tu sangre y te ofreciste, generoso, como alimento de nuestras almas. No quisiste dejarnos solos y te quedaste en el Sagrario. Gracias, Señor, por permanecer tan cerca de nosotros. Por hacerte Eucaristía, por enseñarnos a ser generosos, a perdonar las ofensas y a olvidar los agravios. Sin embargo, las tareas cotidianas, la comodidad y la indolencia, nos impulsan a abandonarte y a olvidarte. Los afanes de la vida nos curten en indiferencias y lejanías. Nos diste el Mandamiento Nuevo, el mandato del amor. “Amaos unos a otros como yo os he amado. En esto conocerán que sois mis discípulos”. Pero no hemos seguido tu mensaje, Señor. Somos soberbios, egoístas y avaros. Nos enzarzamos en necias disputas, despreciamos al pobre, humillamos al sencillo, avasallamos al indefenso, herimos al frágil y vulnerable, cerramos nuestra puerta al extranjero que viene de la pobreza y encallecemos nuestros sentimientos para no apiadarnos del desgraciado.




                                     Última Cena de Leonardo da Vinci, cogida de Internet

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