Bajo un cielo azul turquesa,
las nubes van ascendiendo,
fieles a sus horizontes,
y se expanden jubilosas
sobre las casas del pueblo,
sin regalarnos sus lágrimas de esperanza,
ni sus cristales diáfanos,
en las cornisas del aire.
Los pajarillos
revolotean alrededor de sus nidos,
y entonan felices trinos,
dando gracias a la vida.
Las mariposas
se van posando en las flores,
nos ofrecen su belleza,
y su alegre colorido,
sus más sutiles primores.
El cielo
es un cántico de amor,
que acaricia el alma mía.
Entre azules y sedosos días de invierno,
o de hermosa primavera,
me lanza un sutil “te quiero”.
En un ardiente fervor,
de pasión, amor y celos,
entrega mi corazón
sus más fervientes misterios.
Los aromas se perfilan
en la rosa de los vientos,
que feliz, su amor impulsa.
Y los quereres se enlazan
con la punta de los dedos.
Un viento suave y alado,
sopla desde las montañas
y acaricia con dulzura,
la cinta de mis pestañas.
En una noche sin fin,
en ese cielo estrellado,
cabalga mi amor a lomos
de algún caballito alado.
Volar con él por el aire.
Vivir, amar y sentir
los bostezos de la vida
en un valle de nostalgia,
en el centro visceral
de los jardines del alma.
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