Tierra de amores y olvidos.
Tierra de ausencias...
Olivo en flor. Aguacero.
Piélago enfervorecido,
de olivares y montañas.
Pueblas mis sueños con otros mares
y, mansamente, me conduces
al océano de la vida.
Un día me alejé de ti,
como Ulises, de su Ítaca querida,
Iba obligada por los aires de docencia.
Batallé contra los vientos hostiles,
salidos de la caja de Eolo, dios del viento,
por la estulticia de los torpes marineros.
En la isla de Circe, hube de luchar
contra Polifemo, el cíclope de un solo ojo,
y abandonar a la ninfa Calisto.
Pero jamás me dejé embaucar
por las dulces melodías de las sirenas.
Con cera de las abejas, taponé mis oídos,
y cerré mi corazón al amor de otros lugares.
Así pude regresar a tus queridos paisajes,
tierra querida, anhelada tanto tiempo.
Pegalajar de mi alma.
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