Flores blancas y hojas verdes
lleva el Cristo de la Columna entre sus pies,
pasos cortos, despaciosos por las calles de
mi pueblo.
Su espalda, una dimensión de heridas
sangrantes,
a modo de torrenteras, que dan fe de su
dolor.
Sus hombros, dulces aristas, desgarradas,
que se preparan para cargar con la Cruz.
Lo llevan los costaleros, cargado sobre sus
cuerpos
Jóvenes que viven sacrificio y devoción, al
mismo tiempo
Silencio, soledad y amor suscita Cristo en
los corazones
mansedumbre de saetas en poemas y añoranzas.
Brillan las olas del aire en la tarde de
pasión.
Señor, ¿quién flageló tu cuerpo?
¿Quién te hizo esas heridas sangrantes,
por las que, además de sangre y agua,
surge amor y sufrimiento a borbotones?
¿Quién te llevó ante Pilatos?
¿Quién te condenó al cadalso?
Los pecados de los hombres y mujeres de este
mundo.
La presunción, la pereza, el orgullo, el
desamor,
la envidia y el egoísmo, la soberbia, el
abandono.
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